abril 19, 2024

Venezuela, el desafío latinoamericano del 7 de octubre

Como pocas veces, la elección presidencial de un país, un hecho rutinario en la vida republicana de una democracia parlamentaria, se ubica en el centro de las preocupaciones de la política continental y en la mira de los cálculos geopolíticos del imperio dominante en el hemisferio.

Eso pasa este año con el proceso eleccionario venezolano. La razón es simple: se trata de una democracia parlamentaria subvertida desde hace 13 años por un proceso político que en algunos momentos ha asumido expresiones directamente revolucionarias, y en otros, modificaciones sustanciales en la vida social y en la relación con el dominio hemisférico de Estados Unidos.

Las explosiones sucesivas en una de las plantas petroquímicas de Amuay, en la occidental provincia de Falcón, con más de 40 muertos y centenas de heridos, no alteró el curso del proceso electoral. Aunque el debate nacional está cruzado desde entonces, por la duda de que haya sido un atentado, el primero del llamado “Plan B” de la oposición, ningún dato o testimonio autoriza a sostener que se trate de un acto criminal de los enemigos del gobierno. El presidente Chávez ordenó una investigación e invitó a esperar sus resultados para pronunciarse.

El resultado de la investigación judicial y policial podría cambiar la dinámica de las campañas, pero alterar sus resultados difícil. Casi todas las encuestas dan a Hugo Chávez como imbatible, aunque cuadros militantes consultados para este informe a finales de agosto, advierten de una “ralentización de la actividad del chavismo, quizá debido a una saturación”, me contó José Digno Acosta, uno de los responsables de la campaña en Barquisimeto.

El mismo presidente Hugo Chávez ha decidido bajar la intensidad del triunfalismo desatado por la encuestorragia venezolana a su favor, y con cierta cautela dijo el segundo día de septiembre, que podría ganar con menos votos de los anunciados al comienzo de la campaña.

Mientras, la burguesía internacional y la local se preparan para una victoria del chavismo. El Bank of América le dedicó en su boletín del mes de mayo de 2012, un capítulo sobre las variables electorales en juego y sus efectos sobre los bonos soberanos y el balance del poder en el país del que sale el 27 por ciento del petróleo que mueve la economía de Estados Unidos. Recomienda “Arreglarse con el gobierno del Señor Chávez”.

El péndulo chavista

Una frase que se ha convertido en casi rutinaria en las reuniones políticas o declaraciones de una parte de la izquierda latinoamericana, es que “de lo que pase en Venezuela depende el resto de la política continental”. Aunque su tono de entusiasmo es exagerado contiene una verdad: si Chávez no ganara las elecciones del 7 de octubre se producirían movimientos tectónicos en la política continental en varias dimensiones. Movimientos, izquierda, Estados, gobiernos y la relación con EEUU y el sistema mundial de Estados.

Muchos de los llamados movimientos sociales, centenas de sindicatos y organizaciones de derechos humanos, grupos intelectuales, asociaciones de campesinos y organizaciones estudiantiles, lo sentirían como “una derrota” que los alcanza y los afecta. Esta es una percepción común asumida y expresada en los ámbitos de militancia de esos sectores.

Dentro de Venezuela se han realizado 124 encuestas entre febrero y julio, todas dedicadas a verificar las expectativas del voto presidencial para el 7 de octubre, la imagen presidencial, el porcentaje proyectado para cada candidato, y la apreciación que tiene la gente sobre la obra de gobierno (Archivos: sitio web PSUV, Aporrea e Hinterlaces, agosto 2012). Muchos intelectuales y personajes de la política han coincidido en señalar que estas elecciones en Venezuela pendulan sobre el proceso político continental en varias dimensiones.

¿Gana o no gana?

A pesar de la campaña iniciada por medios amigos de la oposición venezolana en la tercera semana de agosto, con el mensaje que da como “pareja la expectativa de votos” para ambos, el hecho es que entre febrero y agosto, sólo dos estudios de opinión dieron ganador al candidato de la burguesía.

De las nueve empresas que hacen encuestas en el país, dos trabajan para el gobierno, pero el resto ha coincidido en mayor o menor medida en el triunfo del bolivariano. El margen varía de 8 a 22 puntos de diferencia de Chávez sobre Radonski. Una media de los porcentajes publicados como proyecciones por las encuestadoras, daría al presidente un 55% para repetir su mandato por cuarta vez, y a Capriles le dan alrededor del 32%. Sería el segundo líder en gobernar cuatro veces seguidas en la historia del nacionalismo latinoamericano. Sólo Getulio Vargas de Brasil y Velasco Ibarra de Ecuador lograron esa marca.

El dato más sensible, y menos considerado por las encuestadoras y la mayoría de los analistas, es el de los indecisos, una población electoral que suma alrededor del 32%. Esta variable afectaría en mayor medida al candidato del gobierno, afectado por una suma de desgaste “natural” de casi 14 años de gobierno, defectos gubernamentales por burocracia, ineficiencia y corrupción. Su resultado electoral es llamado en Venezuela “el congelamiento del voto chavista”, que sumaría unos dos millones de militantes molestos o incómodos.

El contrapeso a estos riesgos del gobierno son varias Misiones sociales, entre la que destaca el impacto social de la construcción de viviendas. En menos de un año se han entregado alrededor de 170 mil departamentos para damnificados por lluvias en 2010 que vivían refugiados en edificios gubernamentales y cuarteles y sectores de clase media. Los nuevos usuarios pagan alrededor del 30% del costo total con tasas de interés que no superan el 6% para los pobres y 11% para los de clase media. Los entregan equipados con electrodomésticos y línea blanca y dos años de gracia. La seguridad personal y la propiedad la garantizan las milicias bolivarianas.

En un contexto político determinado por las elecciones y los poderes institucionales, el voto por Hugo Chávez adquiere el carácter progresivo que él asume en su programa y muchas de sus políticas, siempre desde un Estado nación que ganó independencia política frente al imperialismo. En el actual escenario continental, es el personaje que le confiere el toque de izquierda al conjunto latinoamericano, donde los signos de regresión se manifiestan en las políticas económicas concentradas en el extractivismo, el estatismo como régimen político y el neodesarrollismo como estrategia.

El mismo presidente Hugo Chávez ha decidido bajar la intensidad del triunfalismo desatado por la encuestorragia venezolana a su favor, y con cierta cautela dijo el segundo día de septiembre, que podría ganar con menos votos de los anunciados al comienzo de la campaña.

¿Por qué Venezuela?

Durante la última década, la sociedad venezolana, su gobierno y Estado nación, se colocaron por su propio peso en el centro geopolítico de la vida política continental. En un contexto de autonomía relativa creciente de varios gobiernos de la región sur que se separaron en términos relativos de las políticas neoliberales. Este fenómeno incluye el rol individual de Hugo Chávez como líder carismático.

El peso geopolítico de un Estado petrolero principal como el venezolano, se fue combinando con sus desafíos sucesivos al poder imperialista norteamericano y las varias transformaciones sustanciales al poder interno del capital. Más de 600 expropiaciones y estatizaciones en la industria, el comercio y la banca, y en la tierra, donde casi cuatro millones de hectáreas cultivables pasaron de manos privadas a campesinos pobres. Esta suma de desplazamientos activó las alarmas en Washington, en los gobiernos del vecindario latinoamericano y en el sistema mundial de poder, aconsejando una atención especial a lo que ocurra en Venezuela. Especialmente si se trata del eje personal del poder nacional, que es, exactamente, lo que se disputa el 7 de octubre entre Hugo Chávez y Capríles Radonski.

Del Estado venezolano dependen, o a él están asociadas y viceversa, las principales entidades comerciales, económicas, militares, culturales o diplomáticas nuevas, que vienen estructurando lo que Zbigniew Brzezinski llamó “La nueva Latinoamérica”, para indicar los cambios que han ido aflojando, en términos relativos, los controles de Washington sobre los Estados del continente latinoamericano.

El hombre de siete vidas

La salud presidencial se transformó en el dato electoral más importante del actual proceso electoral. Su incógnita trasciende el 7 de octubre en la medida del costo que la campaña podría tener en su estado de salud. Quizá sea eso lo que el presidente quiere decir cuando proclama en sus discursos “Me estoy jugando la vida en estas elecciones”.

Se refiere al riesgo clínico, pero también a las conquistas que se perderían si no ganara. En esas variantes, una cosa ha quedado definida: Es su última presentación como candidato a presidente.

La frondosa imaginación de los llaneros venezolanos y de mucha gente pobre del universo chavista, creen firmemente que a Chávez lo protegen los “espíritus de la sabana”, además de los médicos en Cuba. Lo cierto es que para mal humor de sus enemigos, el líder bolivariano ha dado muestras de una capacidad vital sorpresiva, cercana a lo inusitado.

Aunque es un secreto de Estado la localización exacta del mal, el presidente ha sido bastante explícito en la información de su cuadro clínico, cuando ha caído, o recaído, y cuando se ha levantado. Lo sorprendente es que desde el primer día de la campaña, lo hemos vito bailar joropo, cantar y saltar en cinco actos, además de hablar hasta sudarse en 9 mitines masivos. Una traducción política y emotiva de ese fenómeno lo hemos presenciado en el actual proceso.

Cuando comenzó la instalación de los comandos de ambas campañas, en febrero pasado, y en abril cuando iniciaron los actos de calle y la precampaña, hubo una sensación terrible en el electorado chavista: Chávez no estaba en Miraflores, no aparecía en campaña ni declaraba por televisión. El impacto fue una trepidante arrancada de la campaña de su oponente Capriles Radonski en las calles y la televisión.

Este entusiasmo inicial tenía un contenido mucho más complejo que la notoria ausencia presidencial. Es que hasta comienzos de junio, el malestar, la desazón o indiferencia del votante chavista era superior a la convocatoria del oficialista Comando Carabobo. Los primeros resultados en actos e instalaciones de Comandos, muestran que la vanguardia más militante no estaba muy convencida de iniciar una campaña electoral sin candidato al frente y con una pesada suma de quejas por la mala gestión regional o local de gobernadores y alcaldes, y de algunos ministros. La mayoría de los asistentes a los actos de instalación de los Comando Carabobo regionales fueron funcionarios y militantes del “voto duro” del PSUV. Había inseguridad en las filas del chavismo.

El golpe de timón ocurrió el 11 de junio cuando reapareció intempestivo en las calles de Caracas, con la inscripción de su candidatura en el Consejo Supremo Electoral. Uno de los dos factores que sedujo a la retraída vanguardia bolivariana, fue el programa político conocido “Programa de la Patria”, que es mucho más que lo signado en ese sustantivo.

El programa

Se organiza en cinco ejes estratégicos definidos por la idea-propuesta de transitar al socialismo en Venezuela. El carácter progresivo de este programa ayudó a mover los ánimos de miles de militantes y agrupaciones alejadas del PSUV y del gobierno.

El primer punto plantea “defender, expandir y consolidar el más preciado bien que ha logrado la Revolución Bolivariana en 13 años: la Independencia”. “Hemos independizado a Venezuela después de 200 años. Hoy Venezuela es políticamente hablando un país independiente (…) Venezuela era doblemente dominada por el imperio y la burguesía. Nosotros hemos logrado en dos décadas romper las cadenas”.

El segundo es continuar construyendo el socialismo del siglo XXI para trascender al sistema salvaje y perverso del capitalismo. “En el mundo hay sólo dos grandes sistemas: el socialismo y el capitalismo. ¿Alguien cree que el sueño de Bolívar de darle a nuestro pueblo la mayor suma de felicidad posible, sería en el capitalismo? No, es al revés, en el capitalismo, eso está demostrado científicamente, lo que se produce es la mayor suma de infelicidad para la mayoría”, aseveró.

Convertir a Venezuela en un país potencia, es el tercer objetivo que propone Chávez. “Convirtamos a Venezuela en un país potencia en lo moral, político, social, económico, claro que lo vamos a hacer. Ese tercer objetivo no sería posible si no logramos consolidar el primero, que es la independencia, si no logramos continuar construyendo el socialismo; sólo por ese camino podremos convertir a Venezuela en un verdadero país potencia en esta parte del mundo”, expresó.

La conformación de un mundo multicéntrico y pluripolar, para echar abajo el proyecto unipolar del imperialismo que pretende acabar con este planeta, es el cuarto objetivo del proyecto socialista. “Necesitamos el equilibrio del universo, como lo dijo Bolívar, y para ello es muy importante que mantengamos los portones abiertos, para ello es muy importante que Venezuela siga jugando el papel en la nueva geopolítica internacional. Las relaciones con Rusia tienen mucho que ver con este objetivo cuarto”, subrayó.

Como quinto objetivo está seguir contribuyendo con la salvación de la vida en el planeta, “que está siendo amenazada por el capitalismo. Uno de los más grandes problemas que tiene el mundo y una gran amenaza son los cambios climáticos y resulta que los grandes países no quieren comprometerse con un conjunto de medidas para frenar el incremento de la temperatura del planeta”, dijo. (diario Ciudad Ccs, 12-06-2012)

Las declaraciones estatalistas del programa, que adelantan el tipo de socialismo propuesto, y algunas frases confusas respecto a la relación del Estado con las inversiones externas, no le restan calidad, aunque le dejan colgados elementos contradictorios.

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