abril 20, 2024

Marti y el decoro personal

Decía José Martí: “En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres”. Cito muchas veces esta frase del héroe y poeta cubano, guía en 1898 y en 1959.

Su imagen fue la impronta de combatientes como Abel Santamaría, revolucionario que unió la voluntad guerrera con la construcción de seres humanos más decorosos. El amor de Marti por los niños se refleja cotidianamente en Cuba a través de los miles de pioneritos que tienen garantizado el acceso a la educación y a la cultura.

Al proceso boliviano de “cambio” le falta un Martí. En siete años hemos contemplado la degradación de los funcionarios públicos en escenas que no deben dejar de asombrarnos y de provocar nuestra absoluta repulsión.

Hace algunos años nos referimos a un diputado que logró sortear las leyes de tránsito: él sí puede manejar borracho; él sí puede negar apoyo a su esposa herida y sigue como líder de los oficialistas paceños.

Se sumaron tantos casos de ebrios violentos,, revolcados en el estadio más primitivo del humano: la gula y la carne. No es un incidente aislado sino una seguidilla, además —y eso refleja la decadencia moral— aplaudida, vitoreada por los seguidores del Movimiento Al Socialismo (MAS), como acaba de pasar con en Santa Cruz.

Los otros no debemos dejar de indignarnos aunque de tan repetidas las noticias sobre prostíbulos, farras, fiestas descontroladas, fotografías indecentes hagan creer que esa falta de decoro es lo normal.

El vicio en su plenitud porque convive con el poder: un diputado acusado de violar a su hija, otro funcionario que azota a su esposa o la cereza: un descalabro etílico de hombres y mujeres que culmina con actos sexuales en plena cámara de sesiones. ¿Son los nuevos honorables? ¿Es la nueva era, víspera del 21 de diciembre de 2012?

Otros más están involucrados, pero callan. No denunciaron los sucesos. Es más, castigan al empleado que no aceptó borrar la cinta.

La Presidenta de Senadores, Gabriela Montaño, ¡mujer!, dice frases de circunstancia. En vez de pedir disculpas al pueblo por esos desmanes legislativos, quiere instruir a los medios de comunicación cómo difundir el escándalo.

Voceras de la federación de mujeres campesinas saltan acusando a la oposición, sin darse cuenta cómo comprometen el prestigio de esa organización histórica. ¿Acaso para ellas la borrachera de hombres y mujeres masistas “hasta las últimas consecuencias” y la violencia sexual consiguiente es parte de lo cotidiano?

¿Habrán otros hombres y mujeres con suficiente decoro personal como trinchera de esperanza en la Humanidad boliviana?

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