abril 25, 2024

La oposición política en Bolivia

por: Max Murillo Mendoza

En general la oposición sigue siendo los resabios del llamado neo-liberalismo. Viejos y fracasados políticos, entre oligarcas racistas y ex izquierdistas tradicionales, que no tienen lecturas adecuadas de los acontecimientos de nuestro país. No se han enterado aún del fenómeno colonial, o neo colonial, porque hasta hoy nada dicen de las posturas anti coloniales del país, sobre todo de las organizaciones sociales y el Estado. No se han enterado de los cambios que se están produciendo en la inclusión de sectores, al Estado, antes excluidos y marginados. Pues no se han enterado de los cambios económicos y sociales del país. Que a pesar de las enormes dificultades, heredados de la república y la colonia, es decir de quiénes manejaron (la oposición) y condujeron durante la república, se está avanzado. La oposición se ha adueñado de la prensa en estos últimos años, producto de su inoperatividad política partidaria. Ya es costumbre su manera de acudir a la prensa, desde donde hacen política abierta y descarada. La llamada prensa “libre”, es el escenario privilegiado de la oposición y de la mayoría de sus feligreses. Curas, militantes coloniales y descendientes de extranjeros, comentaristas o dizque “analistas políticos” son los portavoces de esa oposición política.

Pero, ¿cuáles son las características de esa llamada oposición política? En toda la gama de colores que flamea como variopinta, desde los más “izquierdistas” o ex izquierdistas e incluso resentidos o ex militantes del MAS, y lo más recalcitrante en mentalidad de ocupación y colonial, sobre sale un común denominador: no utilizan lenguaje descolonizador. Para todos ellos ya no hay racismo ni pigmentocracia, sino simplemente demócratas y dictadores. Simplemente liberales y totalitarios. Esa regresión en el lenguaje desconoce abiertamente la realidad boliviana, donde más allá de los análisis económicos y políticos, destaca a flor de piel el profundo problema colonial republicano, de un racismo congénito y avasallador. Los pueblos y naciones originarias, es decir los dueños legítimos de estos territorios son considerados extraños y migrantes en sus propios territorios. Fruto y grotesco resultado del proceso colonial republicano. Todavía varias instituciones estatales y muchas privadas, se encuentran manejadas y gestionadas por las castas oligárquicas blancas y extranjeras, que a lo largo de los siglos arrinconaron sistemáticamente a los pueblos y naciones autóctonas. Esta realidad apabullante y cotidiana, no es parte de los análisis de los grupos opositores. Suponen otras realidades, consideran que se encuentran en un país homogéneo y sin nacionalidades. Sus medios de incomunicación sólo repiten ese show tradicional y clásico, en los debates políticos sólo se escuchan voces unidireccionales y cálculos de poder que ya conocemos: republicanos y oportunistas. El otro elemento que los aglutina a todos es de mayor importancia: ninguno de estos personajes y grupos coloniales han pedido perdón a nuestras naciones. En la Sudáfrica de Mandela los sectores blancos y coloniales pidieron perdón por todos los males ocasionados a los pueblos autóctonos. Eso posibilitó una transición algo más positiva, a pesar de los rencores y odios de por medio en todos los sectores. En Bolivia la ignorancia de estos grupos, el desconocimiento de los más mínimos sentidos comunes les impide ser más nacionales, siguen siendo coloniales y de ocupación. Por lo que nuestras nacionalidades identifican con absoluta claridad ese desperfecto histórico, colonial y racista. En esa línea, los ponchos, las ojotas y las polleras que aparecen en las fotos y concentraciones de estas agrupaciones, son sólo adornos y maquillajes políticos. Ya no pueden impedir el avance de nuestras nacionalidades; sólo les queda disimular y ponerle cosméticos colonizadores: ponchitos, polleritas, y pagar a indígenas para sus servicios y fotos de costumbre.

Finalmente, la otra característica común de estos grupos es la falta de crítica y autocrítica. Vocabulario insólito sobre todo en la parte de la izquierda, o de lo que queda de la izquierda vieja y corroída que pertenece a la generación del fracaso de los años 80 y 90, del anterior siglo. Las valoraciones y experiencias del pasado no tienen ningún sentido con estos grupos. Sus mentalidades acomplejadas por el presente y futuro, de manera torpe y costumbrista, no tienen precisamente la costumbre del aprendizaje y ganancia de experiencia. Para varios de esos personajes, el tiempo no ha pasado y están tan ciegos que no ven lo que sucede en sus propias narices. Siguen pensando que Bolivia es parte de Miami, París o Madrid. Siguen creyendo en sus dorados sueños del Dorado. Bolivia les “pertenece” por derecho colonial y republicano. En todo esto, sólo hay que atender a sus lenguajes y sus comunicaciones: no han cambiado en nada desde las épocas neoliberales.

Pues bien, la oposición política en Bolivia no es oposición política en sentido estricto, sino resabios republicanos envejecidos, corroídos y oxidados en sus laberintos del pasado patronal y colonial. Por definición la oposición tiene que ver con algo alternativo, algo como posibilidad de cambio y avance. En este caso no existe ninguna posibilidad de avance, de recambio lógico y real. La oposición en Bolivia es ficción. No tienen ninguna propuesta que supere lo que ya hay, ni siquiera por asomo de suerte. Y creo que realmente han quedado absolutamente superados en todo lo que se refiere a gestionar, ejecutar y conducir un Estado y sus instituciones. Los opositores están entramados en querellas clásicas republicanas: amarres políticos, discursos vengativos, loas a la democracia gringa y occidental, disfraces de indios y cholas. Además, algunos no quieren soltar instituciones del Estado porque sin ellas no serían nada: la alcaldía de La Paz y la gobernación de Santa Cruz. Sus conductores de estas instituciones no se animaron a renunciar por miedo a quedarse realmente sin nada.

La llamada oposición en Bolivia existe por inercia de los resabios republicanos y coloniales. Que no se han pronunciado sobre el colonialismo, racismo y discriminación de sus congéneres y descendientes de extranjeros. La oposición en Bolivia es una caricatura fresca de las viejas mentalidades patronales, anti liberales y anti democráticas; aunque sus discursos sean dizque a favor de la democracia. Defienden por cierto a esa democracia gringa elitista, civilizatoria y racista de occidente, que nada tiene que ver y aportar a nuestras realidades. Defienden esos enlatados gringos de democracia, la del voto cada cuatro o cinco años y de las “meritocracias” coloniales y gringas. En definitiva sólo defienden sus intereses y sus bolsillos. Porque de ideas pues nada provoca o sospechan, absolutamente nada. En estos meses de propaganda dirán cosas folklóricas, como ya no más confrontaciones entre cambas o collas, entre indios y citadinos. Aburridas y forzadas consignas mediáticas, hipócritas de quiénes vienen en estos espacios todavía racistas y coloniales. La llamada oposición en Bolivia es la juntucha y parches de políticos viejos y fracasados. Algunos de ellos confundidos de país hasta los tuétanos, como Tuto Quiroga, ese marín norteamericano que gobernó Bolivia gracias a su padre putativo Banzer (de la colonia alemana). Otros ex izquierdosos como “el doctorcito chuquisaqueño” Juan del Granado, que ahora debe muchas explicaciones sobre sus manejos económicos cuando alcalde. En fin, entre hijitos de papi colonialistas, renegados y resentidos ex militantes del MAS, patroncitos y oligarcas extranjeros, y pongos indígenas al interior de estas estructuras coloniales de oposición, serán bendecidos probablemente por algunos jerarcas de la iglesia católica. Pero ya el inicio de su aventura política electoral nos dice absolutamente todo: que sus mentalidades son las mismas, que no hay cambios ni siquiera reformas. Y repetirán como monaguillos los mismos rezos republicanos y coloniales, de la política criolla. Ojalá sea el fin de esta generación de fracasados, que el velorio y el entierro sea cubierto por el renacer y despertar de nuestras nacionalidades. Que las próximas elecciones nos disputemos entre estructuras jóvenes, y enteramente aymaras, quechuas y guaraníes.

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