por: Raúl Reyes
El 25 de julio de cada año se celebra la fiesta de Santiago en todo el mundo ibérico. Bien conocida es la ruta de Santiago que se inicia en diferentes pueblos de Francia y España para llegar a Santiago de Compostela. Su recorrido es realizado por miles de peregrinos como un acto de fe que reaviva y reconfirma la tradición medieval ante una imagen que se transformó en el santo patrono de España.
Cuando la Corona conquistó nuestra tierra y la denominó América, trajo consigo sus tradiciones culturales que se manifestaron en diferentes aspectos, especialmente en la fundación de ciudades. Si pudiésemos hacer una lista de las ciudades que se llaman Santiago, encontraremos más de 200 a lo largo de América, desde Santiago de Cuba -una de las primeras en fundarse- hasta Santiago del Estero en la república Argentina. La principal razón para este hecho parece encontrarse en que Santiago fue la imagen que adquirió la forma terrenal, incluso, más fuerte que Jesús, María o alguno de los otros santos. Entonces hay que preguntar ¿por qué existen tantos Santiago en nuestra América?
Desde el principio de la conquista hispana siempre se argumentó que sus símbolos fueron la cruz y la espada. Aquella representaba a la religión católica, cuya imposición catequizadora tenía que cambiar el estilo de vida pagano e incivilizado de los “indios”. La otra simbolizó la imposición militar necesaria para contener a millones de personas agrupadas en los dos grandes imperios conocidos entonces: el azteca y el inca. Ambas conjugaron en establecer por la ley y la fuerza, la idea occidental de la civilización y, sobre todo, llevaron a cabo un proceso similar a la Inquisición que mató a más de 50.000 mujeres en la hoguera, que en América se llamó la “extirpación de idolatrías”. Sus principales tareas fueron la destrucción de los ídolos considerados como manifestación de los dioses paganos americanos, así como educar al indio en la religión cristiana fundando centros religiosos -iglesias- para concretar el hecho.
Los curas hispanos rápidamente se dieron cuenta que un ídolo de oro, plata u otro material no era el único símbolo que guiaba la conciencia americana. Su imaginario estaba o convivía religiosamente con las manifestaciones de la naturaleza como los cerros, los volcanes, el agua, los árboles y las manifestaciones atmosféricas, entre otras más. Así fue que fundaron las iglesias católicas al pie de aquellos cerros sagrados, y lo más cerca posible a otras “antiguas” manifestaciones paganas. Así se puede afirmar que la fundación de las ciudades también sirvió para tal causa. Si asumimos que Santiago fue la sobreposición conquistadora al dios prehispánico del rayo, con el cual se asemeja por el brillo de su espada y por el sonido del arcabuz, vemos que en la América prehispánica existía un profundo culto al mencionado dios.
Hoy, la fiesta del 25 de julio es una celebración que incluye, especialmente en el área andina, a muchísimas poblaciones. Se cuentan tantos milagros del santo como tantas manifestaciones del rayo (Illapa), que suceden o han sucedido y que se mantienen en la memoria de las personas. Entre lo más profundo del simbolismo se ve que se baila solamente la danza de la morenada, que no se sabe con certeza si tiene un origen ibérico o es producto barroco de los Andes. La modernidad se manifiesta por medio de la ostentación. Para bailar morenada hay que tener platita, pues expresa un poder simbólico cultural singular, propio de pompa y magnificencia.
¿Por qué se produce este acontecimiento? La fiesta del dios del rayo es la declaración que la tradición y costumbre prehispánica permanece, no por la imposición de la religión católica, sino por la adaptación, la redefinición y la perseverancia del imaginario de los pueblos antes de la conquista.
* Joven historiador boliviano.
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