abril 25, 2024

¡¿Llorar por los muertos de quién?!


Por Julio A. Muriente Pérez *


A la soberbia Europa, que hoy vuelve a amenazar a nuestros pueblos
Berlín, Londres y Barcelona, París, Bruselas y Nueva York nos piden recurrentemente que lloremos sus muertos, víctimas del terrorismo. Que hagamos nuestro su sufrimiento y nos contagiemos del espanto que les arropa con frecuencia escalofriante. Terrible experiencia esa, que en cualquier momento y lugar alguien desate la violencia indiscriminadamente, para hacer daño y causar sufrimiento.

Hay mucho odio y resentimiento en quienes conciben y llevan a cabo esos actos de terror. Condenable como es, ello ha de tener alguna explicación.
La memoria histórica de los europeos —y de los estadounidenses también— es corta. Aparentemente no recuerdan cómo se enriquecieron y a costa de quiénes alcanzaron los extraordinarios niveles de desarrollo económico y social que les convirtieron en grandes potencias. O quizá les resulte algo normal, desatar por siglos la más terrible de las violencias y las matanzas.

La memoria histórica de los oprimidos y explotados suele ser más profunda y permanente. Soñar con alguna venganza aleccionadora, por más injustificada que se le considere, supone un tramo muy corto. De ahí a los extremos, a la guerra santa, al terror y a aplicar la misma violencia que han sufrido por décadas y siglos, solo hay un paso.

Frente a la situación de terrorismo que enfrenta Europa, ¿qué sentirá la población originaria —indígena— de América, luego de las barbaridades y el genocidio cometidos durante siglos por los conquistadores europeos?
¿O los descendientes de los más de 20 millones de africanos negros que fueron arrastrados como esclavos a América a generar inmensas riquezas para los europeos blancos?

¿Cómo reaccionarán los descendientes de los más de diez millones de africanos — ¡diez millones! — asesinados en el denominado Congo Belga, víctimas del capricho colonial del rey Leopoldo II de Bélgica?
¿O los millones de africanos y africanas que sufrieron el espanto del Apartheid en Suráfrica y Namibia?

¿O los descendientes del millón de argelinos que asesinados por las tropas colonialistas de Francia, en su lucha por la independencia?
¿O los cientos de miles de palestinos apiñados en la Franja de Gaza, mientras su tierra es ocupada y son asesinados con la complicidad de esa misma Europa y Estados Unidos?

¿O los ciudadanos de Irak y Libia, cuando las fuerzas de la OTAN invaden sus países, destruyen sus ciudades, asesinan mandatarios, roban sus riquezas naturales?

¿O los miles de hombres, mujeres y niños provenientes de los fallidos Estados africanos creados ayer por los europeos para su usufructo, que se lanzan a la aventura mortal de cruzar el mar Mediterráneo, buscando alguna esperanza, precisamente en esa Europa que les ha despreciado y humillado por siglos?

Reconozcámoslo. Aunque parezca espantoso, para millones de habitantes del planeta hay buenas y justificadas razones para odiar a Europa y Estados Unidos, para resentir sus atropellos.

Europa y Estados Unidos han sido los verdaderos terroristas de la humanidad durante los pasados quinientos años.

Ahora están desesperados con los cuervos que han criado, que amenazan con sacarles los ojos; y nos piden, a quienes hemos sido también víctimas de su atropello, que lloremos sus muertos.

Quienes ejercen el terrorismo en las capitales europeas son, después de todo, discípulos del terrorismo de Estado de los países que auspician, en pleno siglo veintiuno, campos de concentración, prisiones secretas, centros de tortura, asesinatos selectivos y magnicidios. Que hacen ostentación de sus arsenales atómicos, de sus armas todopoderosas, de su tecnología destructiva.

No es por los muertos de Berlín por quienes vamos a llorar. Ni por los de Londres, Bruselas, París, Madrid o Nueva York.

Vamos, en todo caso, a luchar por un mundo superior, en el que prevalezcan la paz, el respeto, la dignidad, la felicidad y el amor. En el que desaparezcan los fundamentalismos, los extremismos y las agresiones.
No queremos llorar por los muertos de nadie. Queremos celebrar la vida de todos y todas.

* Catedrático Universidad de Puerto Rico y dirigente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) de Puerto Rico.

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