Por Carla Espósito Guevara *-.
Es innegable la inusitada relevancia que el 8 de marzo está cobrando en el mundo. Por tercer año consecutivo las marchas feministas han congregado a millones de mujeres alrededor del mundo. Multitudinarias marchas han llenado las calles de Madrid, Santiago, Buenos Aires demostrando que las mujeres son las protagonistas de este siglo y que nuevos vientos de cambio soplan y son femeninos. Algo nuevo está surgiendo. Pañuelos morados y verdes forman parte de una nueva simbología rebelde. Al grito de “ni una menos, vivas nos queremos”, las mujeres han puesto sobre la mesa la demanda contra la violencia de género cuestionando los miles de feminicidios cometidos en el mundo, mientras las de los pañuelos verdes marchan por el reclamo a la legalización del aborto, a favor de los derechos sexuales y reproductivos y por la recuperación de nuestros cuerpos. Una nueva agenda política se ha instalado y ya nadie puede mirar a un lado.
Si bien en el último medio siglo ha habido muchos avances para las mujeres, entre los que puede mencionarse una mayor participación en el mundo del trabajo, mayor participación en los espacios políticos, más democratización en los roles domésticos, sin embargo falta mucho camino por avanzar en términos de alcanzar sociedades con igualdad de género y razones sobran para protestar.
Una semana antes del 8M de Tucumán, Argentina, en un acto de innombrable monstruosidad, una niña de 11 años fue obligada por el Estado a dar a luz en un hospital público como resultado de una violación. “Sáquenme esto que el viejo me puso adentro” dijo refiriendo a la violación de la que fue víctima por el novio de su abuela. Mientras en la puerta del hospital, activistas de los grupos provida protestaban contra la intervención quirúrgica adelantada.
Si miramos la situación de las mujeres en el mundo tenemos cifras alarmantes. Al menos 87.000 mujeres fueron asesinadas globalmente en el 2017 y más de la mitad fueron matadas por sus parejas o miembros familiares. Lo que quiere decir que 137 mujeres alrededor del mundo son asesinadas a diario por un miembro de su familia, según los datos que maneja ONU mujeres. De acuerdo también con Naciones Unidas, como promedio, las mujeres siguen ganando en todo el mundo un 23% menos que los hombres en el mercado de trabajo por el mismo empleo, por tanto, la brecha salarial persiste pese a la masiva participación de las mujeres en el mundo laboral.
Estas son solo algunas cifras que dan cuenta de las diversas formas en que las mujeres han sido y siguen siendo colocadas como el segundo sexo por el orden patriarcal. Pero parecería que este orden está siendo profundamente cuestionado por una nueva ola feminista protagonizada fundamentalmente por mujeres jóvenes que están perdiendo el miedo a reclamar sus derechos y que parecen señalar el surgimiento de una nueva forma de hacer una política.
Un nuevo liderazgo femenino está irrumpiendo con una renovada lucidez, valentía y capacidad de cuestionar el monopolio masculino de las calles y de la política. Hay una gran coincidencia entre quienes están estudiando el fenómeno del 8M que algo nuevo está siendo inventado por las mujeres, algo que parecería ser es profundamente libertario y democrático.
Este movimiento nace, pero no es necesariamente el feminismo de la década pasada, nace pero no es necesariamente una manifestación más de las fuerzas de izquierda, es devoto pero no es precisamente liberal. Es una nueva propuesta libertaria, no solo para las mujeres, sino para la sociedad, en la medida en que el patriarcado esclaviza tanto a hombres como a mujeres y nos invita a reflexionar sobre el rol que las mujeres cumplimos hoy en esta sociedad, sobre nuestro papel en la economía yen la política, sobre el secuestro a nuestros cuerpos por la medicina y el Estado, sobre lo que la religión ha hecho con nuestros deseos, sobre nuestros derechos y nuestra autonomía, sobre la democracia y la igualdad. Las más jóvenes están señalando el camino y parece que por ahí es.
* Socióloga.
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