No hay duda que América Latina continúa siendo, en el planeta, el continente donde más agudamente se está librando una batalla entre la emancipación y la dominación. La primera liderada por procesos como el venezolano, boliviano, ecuatoriano y nicaragüense, obviamente estimulados con el punto de referencia que representa cuba. En un segundo nivel están las luchas de otros pueblos desde fuera del Estado y tampoco, con un poco de amplitud, habría que despreciar los aportes que hacen Brasil, Argentina y Uruguay con sus proyectos de mayor autonomía ante los Estados Unidos.
Los proyectos emancipatorios, que ya se han expresado desde sus inicios en la constitución del ALBA, UNASUR y la incipiente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños-, tiene muchos obstáculos por vencer: desde demostrar que a los pueblos se les ofrece una manera distinta de ver y hacer las cosas —lo cual no solo es un hecho material sino de conciencia—, hasta enfrentar planes de desestabilización propiciados por una derecha internacional en varios niveles: políticos, económicos, mediáticos y otros. Claro, también habrá que apuntar que estos procesos tienen el gran desafío de no darle, con sus errores, condiciones favorables a la reacción y su proyecto estratégico de reproducir el capital a costa de los pueblos y la naturaleza.
El proyecto de dominación es de larga data en su aplicación. De ahí que tenga acumulada una experiencia suficientemente grande como para recurrir a una diversidad de métodos y discursos para alcanzar sus objetivos. Todo depende del auditorio o del momento. Hasta fines de los 90 el enemigo estaba simbolizada por la URSS, pero al desaparecer el campo socialista se han creado otros: el populismo, el terrorismo, el autoritarismo y en los últimos años el llamado Socialismo del Siglo XXI. En realidad en cada una de estas casillas o estereotipos se involucra y sataniza las luchas sociales.
Por otra parte, está claro que los niveles de coordinación son cada vez más estrechos. Una de las formas es la organización de eventos, abiertos y otros más cerrados, en los que intelectuales, políticos y operadores, a veces juntos y otras por separado, están pensando y planificando cómo evitar que las luces emancipatorias se extiendan por otros países.
Detrás de estos encuentros están fundaciones de derecha, desde las mas conocidas como el NDI, USAID y el IRI, hasta otras con menos prestigio masivo pero no por eso no importantes, como es el caso de la Foundation Heritage, la Fundación Libertad, The Mont Pelerin Society y Derrocar es Constitucional. Todas ellas han organizado en los dos últimos meses actividades de diverso tipo y en las que se ha analizado y aprobado líneas de acción para recuperar su concepto de democracia -en las que el pueblo vota pero no elije-, la economía de mercado —en las cuales el Estado solo protege los intereses empresariales— y los valores tradicionales de occidente, en los que no hay cabida para la interculturalidad y la plurinacionalidad emancipatoras.
Por tanto, considerando el contexto latinoamericano actual habrá que recordar: la emancipación no es una concesión. Es el resultado de la lucha de los pueblos y los hombres y mujeres libres. Todavía hay mucho por hacer. La dominación no quiere dejar de ser tal.
Deja un comentario