En toda América Latina, con la excepción de Cuba, la proliferación del sector privado de la Educación Superior es notable. Se trata de un fenómeno que corrió paralelo a nueva expectativas de las clases medias y las políticas de mercado en la economía. En algunos países como Brasil y Colombia, por ejemplo el número de estudiantes matriculados en las instituciones privadas supera al de las públicas. Ambos establecimientos poseen tradiciones, cultura y visiones diferentes. A diferencia de las universidades públicas que se esfuerzan —aunque no siempre lo logren— por realizar las tres funciones sustantivas de las Educación Superior: formación, investigación e interacción, los establecimientos privados son manifiestamente docentes; es decir trasmiten conocimiento sin realizar labores de investigación.
Por otra parte, concebidas como empresas, que siguen la lógica del costo-beneficio y su dinámica de poder y autoridad, desecharon la pluralidad y la libertad de cátedra que caracteriza desde sus orígenes al mundo universitario. Sus docentes carecen del derecho a organizarse y de libertad de cátedra y por lo que, en consecuencia, han perdido su posibilidad de actuar como portadores de un saber diverso. Sus estudiantes en tanto, fueron transformados en clientes, que actúan como quien demanda cualquier otra inocua mercancía, que se distribuye y se produce en un ambiente de baja regulación y escasa responsabilización social y pública. Podemos caracterizar esta situación como de capitalismo académico o de Macdonalización de la Educación Superior. “Al aplicar la gestión de los negocios al manejo de la universidad se la equipara con la empresa, —señala un autor reconocido como Eduardo Ibarra Colado— con lo que sus funciones sustantivas comienzan a ser tratadas como tareas estandarizadas y el conocimiento como un recurso valioso sólo en la medida en la que demuestra su utilidad práctica en el menor plazo posible…”.
Sin embargo no siempre cristalizaron en organizaciones educativas dotadas de una gestión moderna y de planificación estratégica; por el contrario se conformaron más bien como empresas familiares o núcleos de socios, que siguen los bamboleos del mercado y en las cuales las autoridades y directivos académicos se confunden con los inversionistas y viceversa. Instituciones en suma, que en ausencia de organismos colegiados de gestión o participación social para su regulación, se manejan discrecionalmente. El poder se concentra en pocas manos y se ejerce burocráticamente de arriba hacia abajo, contrariando el espíritu participativo universitario.
* El autor fué Viceministro de Educación Superior.
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