Considero que la sola realización de la consulta por el Tipnis pone en entredicho a la democracia en sus diversas variantes prácticas: elección, referendo o consulta bajo procedimientos político-culturales propios, como la forma ideal para dirimir este controversial asunto. Insisto: así tengamos concurrencia participativa plena, las reglas se cumplan diáfanamente, los observadores internacionales digan que todo salió de lujo, la cuestión, posiblemente, no se habrá resuelto. Y es que, y esta es una tesis política (inspirada en Norberto Bobbio) que requiere comprenderse en una época en la que se considera a la democracia como panacea para todo mal, el precepto de “mayoría manda” como puntal filosófico democrático no se aplica siempre. Hay distintas materias en la que la toma de decisión confiada a esta mayoría no sólo no se aplica sino que resulta injusta y, vaya paradoja, profundamente antidemocrática.
En primer lugar, los derechos humanos. No hay duda que no se puede decidir por mayoría propinarle una cuera abusiva a quien se tome por enemigo, a quien caiga mal por la razón que sea o simplemente a quien sostenga una opinión contraria a la propia. “Le estamos quitando su casa porque es una decisión de la comunidad”, podría ser un alegato aparentemente convincente en nombre de arreglos institucionales ancestrales. Sin embargo, así sea que el 99% de la comunidad estuviese a acuerdo, ese 1% restante merece toda consideración y, por ende, respeto a su derecho a la seguridad personal y a la propiedad privada de su hogar. Algo así ocurre en nuestra situación comentada.
Pongamos el escenario negativo del caso, que incluye entre los votantes a los colonizadores/cocaleros. Se termine incluyendo su participación y, de tal modo, la votación salga favorable a que se haga la carretera por medio del TIPNIS. El resultado habrá sido muy democrático, como aplicación de la mayoría, pero absolutamente atentatorio contra los derechos de los habitantes indígenas que constituyen una minoría. “Su casa” habría sido violada.
Un escenario menos duro es creer que los cocaleros no votarán, pero si lo harán los indígenas que se encuentran más allá del tramo 2 (corazón del TIPNIS). ¿Qué tal si aquellos del tramo 1 y 3 dicen que sí y el del 2 dice que no? Se alegará que la decisión es sabia pues son ellos mismos quienes eligieron. E, incluso, en el mejor escenario, suponiendo el voto exclusivo de los indígenas afines al territorio “en disputa”, 34 de las comunidades digan si y las otras casi 30 digan no. Grave. Los derechos seguirían siendo agredidos. La regla de mayoría, definitivamente no aplica.
En segundo lugar, las decisiones técnicas. Ya lo ponen de ejemplo muchas veces quienes argumentan que en pleno vuelo no se puede parar algún talentoso y sugerir que sea su madre, luchadora sindical, la indicada para pilotear la nave dada su trayectoria combativa. Y, claro, pretenda someter a voto semejante dislate. No pues. En este caso la regla de la mayoría tampoco aplica. En el TIPNIS la consulta no tiene razón de ser si tomamos en consideración que todo estudio técnico realizado afirma que pasar por medio del TIPNIS significa tirarnos medio bosque en pocos años. De tal modo, que la pregunta subyacente no es la que se muestra: si queremos el famoso camino, sino es más o menos así, en versión intencionalmente exagerada: “¿queremos quedarnos con bosque y que respiren nuestros hijos o le metemos al camino y nos jodemos todos”? La respuesta es simple: que pilotee la doña y, aunque muy democráticos, nos tiramos de fija contra la cordillera. Así es: lo técnico no puede ser soslayado.
En tercer lugar, las cuestiones de conciencia. Es casi un correlato de lo anterior. Y es que si podemos poner en el debate si queremos ser autonómicos o no. Si queremos que el gas se consuma dentro o fuera. Si queremos que el presidente se quede o se vaya. Vaya y pase. Muy democráticos. Pero no podemos poner en debate el ser cristianos o musulmanes. No se puede decidir por voto la religión que profeses. No se puede decidir por voto sobre quiénes quieren eutanasia y quiénes no. Un 52% quiere liquidar a enfermos terminales con el consentimiento de los mismos y un 48% no. ¿Qué hacemos? “Nada, nada hemos ganado por mayoría así que andá desalojando a tus viejos, che, que ya están bien achacosos.” No, no se puede. Y en nuestra consulta en ciernes, ¿podemos someter a voto la vida de árboles, pájaros y demás frente a la opción de que se mueran nomás? Y es que ésta es la decisión. Y lo digo enfáticamente: no se puede. La democracia no funciona aquí.
Y, finalmente, en cuarto lugar, los límites subjetivos en la aplicación de la regla de mayoría, que pone en cuestionamiento lo que puede llamarse el ethos de un pueblo: sus hábitos, lengua, costumbre y demás. Y en nuestro caso, la cosa es igualmente simple: ¿se puede poner a consulta una cosmovisión frente a otra? ¿se puede ser “modernos” por decisión mayoritaria? Y, claro, al decir modernos quiero decir extractivistas. Pues en el fondo la pregunta es, “¿quieren ser capitalistas extractivistas o quieren obtener provecho de esta naturaleza de mejor manera respetando su cosmovisión?”. Y, claro, la regla bendita tampoco funciona en este caso.
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