Cuando Marx dijo esto, se refería a la lucha estratégica por el cambio de sistema, la misión histórica del proletariado en el pensamiento marxista. También agregó que las luchas reivindicativas, o tácticas, deben ser parte de la estrategia.
El sindicalismo boliviano, en su versión renovada post neoliberal, se encuentra en la disyuntiva de repetir la historia o reencaminar sus pasos aprendiendo del pasado.
El sindicalismo en el neoliberalismo
El neoliberalismo fue brutal contra el sindicalismo, pretendió consolidarse en Bolivia sin sindicatos; despidió masivamente a los obreros de las empresas estatales y el sector privado aprovechó para reducir al mínimo su fuerza laboral y condicionar a los que se quedaban a “no afiliarse a ningún sindicato”. Suprimió feriados, cerró pulperías subvencionadas y puso las reglas del mercado libre al consumo laboral, recortó beneficios sociales y acabó con los contratos indefinidos en pro de la libre contratación. Fue un ataque brutal para liquidar al sindicalismo. Paz Estenssoro percibió que uno de los escollos para que su gestión neoliberal fuera exitosa, era el sindicalismo al que tenía que derrotar. Y lo hizo con tres Estados de Sitio y muchos trabajadores confinados en distintos puntos del país: Colcha K, San Joaquín e Ixiamas, fueron testigos de la brutalidad neoliberal con cientos de dirigentes laborales confinados en esos lugares.
Lo que no es posible para el capitalismo es prescindir de la plusvalía que solamente los trabajadores la producen; el capitalismo no se puede reproducir por sí mismo, el capital sin trabajo no es capitalismo. La fuente de la lucha de clases moderna es la estructura misma del capitalismo. Y mientras existan trabajadores habrá sindicatos y con los sindicatos continuará la lucha de clases, mejor organizada. Así comienzan a reorganizarse los sindicatos bajo la presión neoliberal que aún no ha sido derrotada.
El sindicalismo post neoliberal
El fundado temor al desempleo y con ello el trauma de la pérdida de la principal fuente de sostenimiento familiar que es el salario, aún no han sido superados en muchos niveles de la clase obrera y trabajadores en general. Esta es la sombra presente del neoliberalismo al interior de la clase obrera, porque la clase aún no está fuerte como antes. Las grandes empresas transnacionales que tienen millares de trabajadores, con la “tercerización” o fraccionamiento de las empresas en varias subsidiarias, encontraron la forma de dividir a los trabajadores para que no se conformaran sindicatos fuertes. El sueño capitalista de que con la tecnología ya no serían necesarios los trabajadores, no es posible. No hay nada que pueda reemplazar cien por ciento a la fuerza de trabajo humana. Y ésta, en muchos casos es de menor costo que la fuerza de trabajo altamente concentrada como es la tecnología.
El sindicalismo en los tiempos de cambio
La experiencia sindical de Bolivia es la persistencia en mantener una posición revolucionaria como lo establece uno de los principios insertos en los Estatutos de la COB que define al sindicalismo boliviano como revolucionario.
Empero, como toda revolución se asienta en las condiciones objetivas y subjetivas, en la correlación de fuerzas que no solo depende de la cantidad sino de la calidad de la organización, de la predisposición a la lucha, de la dotación logística, del liderazgo, etc., etc., es mucho más fácil confundir el verdadero significado de lo que es ser revolucionario y caer en desviaciones reformistas, ultristas o de cualquier istas, menos concebir con acierto el verdadero contenido revolucionario de las acciones en tiempos determinados.
Y peor aún concebir el significado “de los tiempos de cambio” en democracia, donde los cambios no son ni pueden ser radicales y los cambios en muchos casos son imperceptibles. El carácter de las luchas reivindicativas es que son siempre por objetivos inmediatos y concretos; eso es lo más perceptible que a veces obnubilan a los dirigentes sociales, sindicales y hasta a los políticos alineados con posiciones revolucionarias. Así se cae fácilmente en el inmediatismo y casuismo por lograr lo concreto, y la revolución parece diluirse en las luchas intestinas y reivindicativas.
Esto también lo sabe el enemigo, genera las condiciones para distraer la lucha de la clase y de los movimientos sociales y populares, pone en acción sus instrumentos de difusión, para ganarse aliados internos y acicatear a los enemigos externos para que sus acciones de injerencia e intervencionistas sean más decisivas. Así se cumple la previsión de Marx de que si los sindicatos no luchan contra la burguesía, terminan siendo armas en sus manos contra sí mismos y contra todo el pueblo.
El reto de la historia y con la historia
La historia del sindicalismo boliviano, la que despertó admiración más allá de nuestra fronteras y allende los mares, es una historia de unidad, de combatividad, de organización bajo el principio del centralismo democrático y consecuente con la historia de liderar no solo a los obreros y trabajadores en general sino a otros sectores sociales también explotados y oprimidos. Esa es la historia de la Central Obrera Bolivia y de las federaciones sectoriales.
El reto con la historia, es alinearse con ella desarrollando consecuentemente las acciones precisas en cada momento histórico, descubriendo al enemigo principal, a los enemigos internos y externos sin confundir a los aliados o potenciales aliados como si fueran enemigos. Esto también nos enseña la historia, que por errores tácticos se cae en errores estratégicos. Y los tiempos son irreversibles y las oportunidades para avanzar en los objetivos históricos se pierden, porque en la lucha táctica o reivindicativa, a veces cada sector social o popular y hasta sindical, se alía con el enemigo potencial, pero aliado circunstancial, en busca del resultado inmediato y concreto.
Por eso el reto de la historia es ser consecuente por los objetivos históricos o estratégicos del cambio revolucionario; el reto con la historia es no desviarse, unirse y no dispersarse, organizarse adecuadamente para no ser presa del enemigo que tiende muchos lazos para desviarnos o para convertir al sindicalismo, como predijo Marx, en arma en sus manos contra la misma clase obrera.
Los presupuestos de la ubicación histórica del sindicalismo
Para no quedarnos en la enunciación del reto ante la historia, veamos algunos presupuestos indispensables para una reubicación adecuada en el proceso histórico que vivimos.
- Sostener que nada ha cambiado desde el 2003 a la fecha, es mantener la tradición de la clase y del sindicalismo en las condiciones anteriores al 2003. Tampoco la clase y el sindicalismo no habrían cambiado.
- Qué hacer ante la persistencia del modo de producción capitalista y su sistema jurídico, para viabilizar el cambio estructural que sirvan de base a los avances supra estructurales sociales y culturales.
- Qué rol juega o jugaría el proletariado y los sindicatos en la transición de un modelo de Estado centralizado y autoritario a otro modelo descentralizado, democrático y con autonomías
- Cómo el problema del poder y la democracia se conjuncionarían armónicamente en un proceso de transición como el que vivimos.
En un análisis exhaustivo de la evolución histórica de toda sociedad en transición, podríamos añadir más elementos como presupuestos para la reubicación adecuada de todos los sectores y clases sociales en un proceso en transición. Pero con estos cuatro nos basta para contribuir a que todos nos reubiquemos y seamos consecuentes con nuestra propia historia.
El primer presupuesto es completamente falso, enteramente subjetivo. Pero en las marchas de la COB, los ultras difunden consignas como ésta: “Goni, Evo, la misma m …). Cuando se tratan los problemas con la seriedad que se merecen, éstos cánticos o consignas son la mejor demostración de la negación de los cambios políticos, sociales y culturales acaecidos a partir del 2003 y la inconfundible realidad de que alguna dirigencia sindical y sus bases no han cambiado nada. Pero lo peor, es que para no aparecer contemporizando con el gobierno, la mayoría empieza a negar al proceso, negar el cambio que vive la clase obrera dentro el proceso, con una extensión satelital al mundo a través de los medios que actúan como caja de resonancia expansiva de estas consignas negativas cien por ciento. Esta es una desubicación histórica que influye en algunos núcleos de base que hay que revisar.
El segundo presupuesto, es la persistencia del modo de producción capitalista sea privado o estatal (porque lo estatal es capitalismo de Estado); no olvidemos que el capitalismo de Estado es el más próximo al salto cualitativo a otro modo de producción. Lenin sostuvo que entre el capitalismo de Estado y el modo de producción socialista, “no hay peldaño intermedio”. Este aspecto estructural que es la base material de toda sociedad, el modelo que avanza en Bolivia se aplica mediante la transferencia de acciones del sector privado al estatal. Esto no es revolución, sino evolución, pero en democracia es lo máximo posible. Estos cambios son imperceptibles para la mayoría de la población porque la plusvalía continúa fluyendo por el mercado capitalista con apenas un incremento tributario que es redistribuido entre municipios y gobernaciones, universidades, inversión social y ahora orientado al sector productivo estratégico y en busca de la soberanía alimentaria.
En la Teoría del proceso de Transición 1 se afirma que “a ningún revolucionario” se le puede pedir “que aguarde a que todas las condiciones se hayan reunido y que el desarrollo capitalista llegue a su culminación para liquidar un sistema a menudo sangrientamente opresivo e intentar la gran aventura socialista”. Cuando la reforma se queda en reforma, seríamos reformistas, pero si las reformas son progresivas, seríamos revolucionarios. Los caminos de la transición son muchos, hay que elegir el que mejor se adapta a las condiciones específicas del proceso en tiempo y espacio determinado, sin importar el nombre que pudiera adaptarse mejor a la cantidad y cualidad de los cambios operados (podría ser socialista, o socialista comunitario para vivir bien, etc., etc.). La clase obrera y los sindicatos, deben ser protagonistas de este proceso rico en experiencias y aportes para otros procesos similares en el continente y el mundo.
El tercero y cuarto presupuestos, compete a la adaptación de la clase obrera y los sindicatos al nuevo modelo de Estado democrático, plurinacional con autonomías, y al ejercicio del poder en democracia o la democracia del poder.
El Estado es la voluntad ciudadana o voluntad popular convertida en poder. Si así fuera en realidad, democracia y poder estarían estrechamente vinculados y Estado y sociedad civil no tendrían mayores contradicciones. Empero, cuando esa voluntad ciudadana o popular es individual, el poder con seguridad será un poder liberal; no existen vínculos orgánicos entre el Estado y la sociedad civil, aquí no hay ruptura entre la fuente del poder y el poder específico del aparato estatal (no hay relación causa efecto), simplemente hubo la conformación del poder delegado de la sociedad civil al aparato estatal. Este es el modelo de Estado centralizado y autoritario, menos democrático y más dictatorial. Esa es la historia dominante de Bolivia, por lo que la sociedad o el pueblo tiene poca experiencia de ejercicio de la democracia y del poder. De ahí que a lo más que aspira en este período de transición es la democracia participativa y no la democracia directa para el ejercicio del poder también directo del pueblo. Felizmente esto ya está establecido en la Constitución política del Estado Art. 7 que establece la soberanía directa y delegada (entiéndase el ejercicio soberano mediante la democracia). En eso nos falta mucho camino que recorrer. Lo contrario no sería una desubicación histórica sino una posición ahistórica o contra la historia.
Aquí es donde se nota la ausencia de lo más organizado de la sociedad que es la clase obrera, lo más consciente de la lucha anticapitalista y antiimperialista que son las direcciones sindicales y direcciones políticas revolucionarias. Tal vez pensando en esto Marx, en su “Trabajo Asalariado y Capital”, sentenció que todo sindicato en cumplimiento de su objetivo histórico de la emancipación de toda la sociedad, dijo que éstas organizaciones de la clase obrera “Deberán apoyar todo movimiento político o social que se encamine directamente a este fin”.
El riesgo que debemos y podemos evitar
La clase en sí y para sí, sola no podrá avanzar todo lo que quiera; tampoco podrá hacerlo cualquier sector social por separado, por numeroso que sea.
El sujeto del cambio actual en Bolivia, demostró su fuerza con su cantidad electoral; pero aún le falta convertirse en fuerza política y organizada para evitar contradicciones insuperables y confrontaciones entre sí. No olvidemos las lecciones de la historia que nos enseña que cuando se rompen las alianzas sociales que constituyen la base social de un Estado democrático y popular, ese Estado termina para dar paso a otro Estado reaccionario enemigo del pueblo.
Si nuestro Estado en transición de neoliberal a democrático, plurinacional, descentralizado y con autonomías (solo para dar algunas de sus características), debilitara su base social, si no se avanza en niveles orgánicos entre este Estado y la sociedad civil con sus movimientos sociales y populares, la transición y los cambios, quedará como uno de los intentos fallidos, no por la imposición de fuerzas extrañas, sino por la incomprensión de quienes tuvimos la oportunidad de contribuir a la construcción de este nuevo Estado y no pudimos ni supimos aprovecharla.
1 Teoría del Proceso de Transición; varios autores. Pág. 32.
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