abril 25, 2024

Bachilleres en la Bolivia plurinacional

Diciembre se caracteriza por los actos de promoción de nuevos bachilleres de colegios fiscales y particulares. Circunstancialmente tuve ocasión de participar, en dos de ellos: el primero en un Colegio Nacional Mixto del populoso barrio de “Nuevos Horizontes” (El Alto); el segundo, en una fiesta social ofrecida en lujoso local en la zona sur de La Paz. Quiero compartir con ustedes algunas reflexiones y observaciones de los dos hechos.

Los bachilleres del sistema fiscal

En el primero fui padrino de una joven bachiller, muchacha esforzada y sacrificada que culminó sus estudios, trabajando y estudiando, como la mayoría de los 153 jóvenes que culminaron sus estudios y recibieron sus Certificados de Egreso del Colegio y el Diploma de Bachiller extendido por el Ministerio de Educación. El acto se desarrolló en un inmenso coliseo techado, en plena fase de construcción, con uno de sus muros laterales inconcluso, que dejó escapar de forma intermitente, ráfagas de viento helado, refrescando al millar de personas congregadas en esa oportunidad. En la calle, desde tempranas horas, se instaló una feria comercial que ofertaba arreglos florales, artículos de regalo (relojes, agendas, portarretratos, lapiceras y bolígrafos) de bagatela, pero de alto simbolismo; y otros utilitarios (frazadas, edredones, cubrecamas, juegos de copas, etc.), de mayor costo, como premio por culminar los estudios. Las tiendas ofrecían desayuno, refrescos y dulces. Tres vivanderas expendían apetitosos platillos, devorados por los madrugadores. Los fotógrafos, alrededor de una decena, portaban sus modernas impresoras portátiles. De manera concertada se dividieron los cinco paralelos. Decenas de vehículos de todo modelo y año, colapsaron las veredas y calles adyacentes al inmenso colegio. Era sin duda alguna, un ambiente festivo,

El acto, programado para las 9:30 empezó a las 11:00, pues previamente todos los estudiantes que no tenían reforzamiento, pasaron a firmar las actas oficiales de entrega de Diplomas. En el ínterin, un plantel docente comandado por su directora, nervioso y agitado concluía los detalles del larguísimo programa preparado para esa solemne ocasión, el acto más esperado del año. Padres y familiares empezaron a aplaudir, silbar y gritar “Hora, hora”, para forzar su inicio. Empezó con el ingreso de los tres estandartes del Colegio: el primero, con la enseña nacional trasladado por una de las mejores alumnas; el segundo el estandarte del colegio, por otra orgullosa joven, y el tercero, la Wiphala con el escudo nacional bordado artísticamente al centro, custodiado por el mejor alumno de la promoción. La numerosa audiencia estuvo conformada por gente humilde, mujeres de pollera, obreros, mecánicos, artesanos, trabajadoras del hogar. Nuestras mujeres de pueblo lucían sus sombreros coquetamenta adornados con joyas de fantasía. El Himno Nacional fue interpretado con patriotismo, aunque sólo las primeras estrofas, pues algún docente comedido instruyó que se entonara el himno completo, cuyas últimas, son casi desconocidas para propios y extraños.

La inmensa testera fue copada por el plantel docente en pleno. Empezó el extenso programa (con discursos del padrino de la promoción, del asesor, de la directora), con recomendaciones sin fin para que los jóvenes continúen sus estudios superiores, con especial énfasis hacia los padres, para que no abandonen a sus hijos en esta nueva etapa de su formación. Llegó el momento esperado de la entrega de diplomas y certificados.

La plana mayor tomó la parte central para recibir a los bachilleres que, nerviosos, esperaban su turno, en turnos alternados de mujeres y varones, flanqueados por sus padres y padrinos. Muchas de esas jóvenes fueron a un salón de belleza o usaban calzados con tacos, por primera vez, difíciles de dominar. Las muchachas, bellas, irradiaban ternura, expresaban inocencia y picardía, también; los varones, con extravagantes peinados de moda, evidenciaban notoria incomodidad en vestir trajes con corbata, detalles propios de la vida urbana occidental. Todos, sin excepción, estaban ansiosos de recibir sus títulos. La ceremonia a momentos se tornó interminable, pues la comitiva recibía a los bachilleres y sus escoltas, los abrazaban con cariño y les entregaban el certificado y el diploma, con recomendaciones mil. Los padres y/o padrinos extraían del bolsillo el anillo de promoción para insertarlo en el dedo anular de sus ahijados; el fotógrafo pedía que posen para la foto histórica, todo relatado por el maestro de ceremonias: “El padrino acaba de colocarle el anillo de compromiso… para seguir estudiando…”, a tiempo de pedir “aplaudan por favor”.

El ambiente se animó, con las barras bravas de varones y mujeres, en el que no faltó esporádicas bromas: “¡…Corcha…!”, seguidas de risas y ovaciones. El maestro de ceremonias, destacaba las características de los jóvenes: aplicados, alegres, ocurrentes, pero sobre todo de los que participaron en los III Juegos Plurinacionales y trajeron trofeos para orgullo del establecimiento. No faltó la nota dramática, como aquel estudiante que, escoltado por su madrina, arrastraba los pies con una mano en la boca del estómago, con evidente señal de dolor intenso: “Este valiente joven no quiso perder la ocasión de recibir su título pese al mal estado de salud”, contextualizó la maestra de ceremonias. Faltaron, inexplicablemente cuatro estudiantes, para desazón de sus compañeros. Vaya a uno a saber qué dramas vivía cada uno en ese momento.

Curtidos y rudos aymaras, sacaron extravagantes trajes de dos y tres piezas, algunos sin planchar, para escoltar a sus hijas. No escondían el orgullo de andar la corta distancia para alcanzar el preciado diploma de bachiller. Iban dominados por los nervios y regresaban sonriendo, sacando pecho, mostrándose ante sus comunes con sus hijas bachilleres: “Ella no será como yo, ignorante. Mi hija ya es bachiller y si Dios lo permite, será profesional”. Las niñas abrazaban y besaban agradecidas a sus progenitores, con lágrimas traicioneras que delataban su estado de ánimo. Los varones no atravesaban, aparentemente, tantas emociones, acompañados de sus madres o madrinas, iban sonrientes, mostrando su peinado a la moda, con corbatas torpemente anudadas, a propósito, como signo de rebeldía a lo formal, lo sistémico, sin duda. Luego, volvieron a sus lugares, a esperar el acto final.

Un número de poesía, de un joven declamador, al que nadie escuchó, fue el preámbulo aprovechado por las madres de la Junta Escolar para servir copas con sidra “Del Valle”, la popular bebida espumosa que reemplaza al inalcanzable champagne.

Luego empezó el 21° acto del programa, con el discurso del padrino de promoción, un personaje singular. El Licenciado Felipe Pacajes Cáceres, llegó escoltado por dos jóvenes militares. Un subteniente de ejército y un sargento. Eran sus ahijados de cinco promociones anteriores (¡Tiene 18 en su haber!), ejemplos de lo que debían hacer sus flamantes ahijados: “Aquí está el subteniente y el sargento, que fueron mis ahijados hace ya tiempo. Hoy son profesionales y han cumplido su promesa, la que hoy harán ustedes, para no abandonar ese sueño de ser profesionales. Tienen la obligación de estudiar para mejorar sus condiciones de vida, para ser dignos ciudadanos bolivianos. Ustedes -invocó severo a los padres-tienen el deber de apoyar a sus hijos para que salgan profesionales. Si fuera necesario, los recibiré en mi humilde morada para aconsejarlos, para orientarlos, las veces que sea necesario”. La multitud aplaudió con sinceridad al orador, pero sin expresar emoción, pensativa y cavilante, si eso podría ser posible: ayudar económicamente al hijo, a la hija, por otros cinco años. Una ana intención, pero, cumplirlo, ¿sería posible?

Tomó la palabra una simpática bachiller, acostumbrada a hablar en público. A nombre de sus compañeros expresó el sentimiento que les embargaba ese momento culminante de su formación escolar, con conciencia plena que sería la última vez que estaban reunidos. Recordó años maravillosos en los que pasaron momentos de alegría, tristeza, incertidumbre, jornadas deportivas, excursiones. Agradeció a los padres por el cariño y apoyo recibido; calificó a sus maestros como “sabios y responsables”, que les transmitieron sus conocimientos; al padrino mayor, por su apoyo moral y económico. La presidenta de la Junta escolar, expresó agradeció a los maestros, a la directora, al padrino. La emoción la traicionó y quebró sus palabras, en medio de lágrimas de felicidad inmensa, quizá por lograr su objetivo de madres, de ver a sus hijos culminar el bachillerato, en medio de privaciones y dificultades. Sus adorados hijos, sus queridas hijas, salían bachilleres, con nuevos y mejores conocimientos.

Los muchachos impacientes, después de tres horas continuas, pedían el brindis. El maestro de ceremonias, incómodo, dijo: “Esta conducta de nuestros queridos bachilleres, podía ser calificado en el siglo XX como acto de indisciplina, pero estamos en el siglo XXI y comprendemos que los estudiantes tienen el derecho de expresarse…”, con un fondo signado por las ‘bombas’ protagonizadas por las barras de varones y mujeres, enfrentadas en duelo verbal: “Una bombita por las bachilleres….. ¡Bomba..! Como las bachilleres, ¡No hay! ¿Y si hay? ¡Que se mueran…! La respuesta varonil llegó con vozarrón colectiva. Al final, pidió “tres últimos minutos de silencio, nada más”, los suficientes para el brindis a cargo del padrino y las palabras finales de la directora:

“Felicitamos a nuestros jóvenes bachilleres que culminan doce años de estudio, en medio de sacrificios de sus padres, a quienes agradecemos por no abandonar a sus hijos. Al padrino mayor, nuestro sincero reconocimiento por su apoyo incondicional que brindó todas las ocasiones que se le ha pedido, además, su apoyo económico. Pero, no podemos dejar de agradecer al presidente Evo Morales y al Vicepresidente Álvaro García Linera, por haber hecho posible el Bono Deserción [bono a estudiantes que concluyen satisfactoriamente el bachillerato] que pagaremos el viernes desde las 9:00, hora en que llegarán los pagadores del Ministerio de Educación. También les agradecemos por entregarnos los Diplomas de Bachiller que antes había que tramitarlo a un alto costo y con trámite muy moroso. Ahora, el título de Bachiller se entrega el mismo día del acto de graduación de nuestros estudiantes, quienes hoy se llevan consigo esos preciados documentos que les permitirán continuar sus estudios, ya sea en las universidades, las normales o los institutos técnicos”.

Adicionalmente al Diploma de Bachiller y el bono de permanencia escolar casi simbólico de Bs. 200 (alrededor de $us. 30), el Estado, desde sus instituciones, sostiene el servicio premilitar destinado a los jóvenes que cursan el quinto año de secundaria, que al culminar el entrenamiento de un año calendario en sábados y domingos, les otorga el la Libreta de Servicio Militar, requisito para obtener, precisamente, el título de Bachiller. También se suman a ese servicio, mujeres, a pesar que para ellas no es de carácter obligatorio como para los varones, pero les sirve si estas postulan a institutos superiores castrenses o policiales.

Luego del brindis, los bachilleres entonan la tradicional “Canción del adiós”, que esta vez, el maestro de música, le otorgó un interesante giro, al seleccionar la canción de Nino Bravo “Un beso y una flor”, que los muchachos de ambos sexos, cantaron con entusiasmo primero, con nostalgia después y terminaron con signos de tristeza.

La multitud, padres, madres, abuelas, parientes, vecinos e invitados especiales, recibieron a los flamantes bachilleres y les brindaron su cariño, expresados en los reglaos que compraron de la feria ambulante, con besos y abrazos sin fin, con profusión de mistura (papel picado) que derramaron generosamente en las cabezas de los bachilleres, sus progenitores y padrinos, en medio de un festín fotográfico de esos documentalistas de todas las épocas, que decía, a tiempo de ejercer su oficio: “no puede faltar la foto como recuerdo de este día histórico en sus vidas”, cobrando Bs. 10 ($us. 1.50) por cada copia, de las que sacaban hasta diez de cada toma. Un conjunto de mariachis hizo su parte, cosechando buenos pesos, por interpretar una pieza musical cantada en honor al flamante bachiller. Fueron saliendo del establecimiento, los jefes de familia, guiando a sus invitados al coche que esperaba en las inmediaciones para que les “acompañen a su domicilio, para servirse un platito como cariño por su presencia”. Cada uno de los 181 bachilleres enrumbó a sus domicilios a departir un platillo especialmente preparado para la ocasión, con profusión de la bebida más tradicional: la cerveza.

El plato que preparó la madre de mi ahijada fue pollo al horno, con ensalada, plátano y camote. Sencillamente delicioso.

La fiesta social: uno de los encantos de la pequeña burguesía

Esa misma noche acudimos a la segunda invitación, esta vez de un pariente cercano cuya hija estudió en un prestigioso colegio particular del centro de la ciudad. 113 bachilleres recibieron en la mañana sus certificados y diplomas, estos igualmente entregados de forma gratuita. La fiesta social se realizó en un exclusivo centro de eventos en la zona sur. Las muchachas lucían coquetos vestidos que resaltaban sus figuras juveniles. Parecía un concurso de modelos, todas ataviadas cuidadosamente, con sus cabelleras bien tratadas en excelentes salones de belleza. Los padres y parientes, con trajes confeccionados en finas telas por eximios sastres. Corbatas italianas, hacían juego. Las damas, con sofisticados trajes, calzados elegantes que hacían juego con sus carteras. Maquillajes a la moda, resaltando su lozana tez. Era una típica representación de nuestra pequeña burguesía, nuestra clase media en ascenso, a la que le gusta el detalle, el la buena mesa y el buen vivir, que es distinto al principio del vivir bien.

Las mesas fueron dispuestas en el amplio salón, perfectamente identificadas con números, cuyas colas fueron entregadas a los invitados con los tickets de ingreso: “cuidado con perderlos, sin ellos no podrán ingresar. No falten por favor, el cubierto tiene alto precio”. No podía ser de otra manera, pues la fiesta fue amenizada por el grupo musical de moda, “Los Tigres”, matizado con la maestría de un disck jokey que dispuso su equipo de amplificación, de tal manera que literalmente hablando, los alegres invitados en ningún momento quedaron sin música. Era impresionante verlos a los jóvenes integrantes de “Los Tigres”, ganándose más que el pan del día, el favor de los potenciales clientes. Interpretaron músicas de moda, durante una hora íntegra sin parar un minuto. Los jóvenes están en su mejor momento, tanto físico como comercial. No los vi beber, sino agua pura. Eso si, se sirvieron, al igual que el millar de gentes, el clásico platillo buffet, atendidos con solicitud por un pequeño ejército de garzones, atentos a cualquier gesto de los clientes. Aquí la calidez del servicio es tan importante como la calidad, pues nuestra pequeña burguesía es bastante exigente, y eso sí, paga lo que se le pide. No repara en gastos, mejor si supera en atención al amigo que pasó una fiesta. El espíritu de competitividad está intacto en este grupo social con alta capacidad de gasto.

Pregunté a mi sobrina si el gobierno les entregó sus Diplomas de Bachiller. La respuesta fue afirmativa.

Reflexiones finales

Dos mundos diametralmente opuestos, al que los separa un abismo social, cultural y sobre todo económico. Obreros, artesanos, gremiales, aymaras migrantes, cuentapropistas, por un lado. Altos empleados de la banca y el comercio, gerentes y funcionarios medios de la Administración Pública, lo propio en la empresa privada; entre estos un grupo de empleados de menor rango que hacen esfuerzos inconmensurables para ascender en la escala social, a cualquier precio. Los une, circunstancialmente, la ocasión de graduación de sus hijos bachilleres, ambos están orgullosos.

Los primeros observan con impotencia el futuro inmediato. Lo más seguro es que el propio bachiller deba costear sus gastos de estudios superiores, pero éste como parte de ese ejército industrial de reserva, se halla reatado a su trabajo en el que es generalmente sobreexplotado, con un mezquino salario, sin derecho a la pensión (AFP’s), ni el seguro de corto plazo (servicio de salud). Un puñado podrá apoyar a sus hijos con sacrificios inmensos, pues no es el único en la familia; mas aun, si es el mayor, tiene la obligación de colaborar con la economía familiar.

Parte del segundo grupo, no pierde el tiempo en enviar a sus vástagos a las universidades públicas, prefieren Harvard, MIT, Yale, Oxford; otros miran las universidades francesas y europeas; aunque sean públicas, por supuesto, el hecho es que están fuera del país. Otro sector, busca plaza en la Universidad Católica y la Universidad del Valle. Un tercer grupo, selecciona con afán a la UMSA, señalando que “es la mejor del país en el sector fiscal” [yo dirían también en el sector particular], pero para ello deben vencer satisfactoriamente el curso vestibular y el examen de suficiencia. Si sus hijos anhelan ser médicos, abogados o ingenieros, las opciones son mínimas. Bueno, siempre tendrán la opción de universidades de nivel intermedio, y en caso desesperado las que han pululado como hongos: universidades de bajo nivel. Lo importante es que al menor plazo posible, sus hijos culminen sus estudios. No hay incertidumbre en ese sentido. Hay becas, eso si, y sus hijos se esforzarán para acceder a una de ellas, aunque siempre será observado al interior de esas casas superiores de estudio como ‘pobre becado’.

La clase social se reproduce, esa es una ley natural, pues de ello depende garantizar su supervivencia. La burguesía fue desplazada del control del aparato real del Estado, pero el sector títpicamente clasemediano ligado a la administración estatal ha demostrado su habilidad para mimetizarse en este proceso de cambio y continúa incrustado en el corazón de la administración estatal, a la que consideran como su caja chica que más allá del salario, sacan de ella todo lo necesario para gozar de los encantos de la pequeña burguesía.

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