mayo 30, 2023

¿Abuso de Poder? ¿Mecanismos de Corrupción? Violaciones a los derechos humanos..?

Las revoluciones no son guiones de hierro, catecismo ortodoxo ni un conjunto de anécdotas.

Las revoluciones o más bien, los procesos políticos que pueden convertirse en revoluciones tampoco son anchas carreteras pavimentadas, iluminadas y señalizadas. Al contrario, son muchas veces rutas que antes no fueron transitadas, que obligan tener el ojo y el reflejo alerta, manteniendo en vilo todos los sentidos.

Los procesos políticos que pueden convertirse en revoluciones, siendo procesos electorales o definidos por la toma del poder por las armas, implican claroscuros casi siempre sublimados por la euforia del triunfo.

Estos claroscuros son precisamente el reino de los excesos.

La naturaleza humana es fácil presa del abuso en el ejercicio de poder. Más, si se entiende al poder como esa fascinante máquina que así como permite a un toque de timbre cumplir los antojos más sublimes o más perversos (como dirían Les Luthiers), puede también transformarse en una moledora de carne humana, en la que si se cae, con toda certeza, se saldrá triturado. Y quienes lo ejercen, deben saber que eso puede ocurrir.

Y eso pasa en cualquier gobierno, sea de izquierda o de derecha, sea revolucionario o conservador, sea reaccionario o restaurador. Ningún gobernante en la historia de la humanidad, se libró de los excesos, a veces cometidos en primera persona y muchas, pero muchísimas veces, por los aúlicos entornos de poder, que en resumen, son quienes siempre lo disfrutaron y generaron la francachela, las fanfarrias y la ostentación.

Reitero, eso ocurre y ocurrió en toda forma de gobierno a lo largo y ancho del planeta tierra.

Y nuestra historia también está plagada de estos hechos, antes de la colonia, en la colonia y por supuesto, también en la República. Y hasta se podría pensar en elaborar una enciclopedia especializada en ejemplos de abuso de poder altoperuano.

Si esto es así, entonces, porque exigimos que en el actual Estado Plurinacional no ocurra aquello?

Que hace diferentes a los actuales gobernantes y sus séquitos? Es que han trascendido la naturaleza humana y se han convertido en seres angelicales? Por supuesto que no y tampoco tendrían que haberlo hecho y por supuesto tampoco lo harán.

Entonces como es parte de la naturaleza humana la ambición del poder, y parte de la naturaleza del poder el exceso, es también parte de este conjunto la corrupción y la afectación de los derechos del otro. Reiteramos, eso es inherente a la naturaleza humana y la naturaleza no posee ideología.

Y no es cinismo plantear esta realidad.

Lo importante es reconocer que esta realidad existe, que se vive y convive con ella y que suele pasar costosas facturas políticas.

Por eso, de lo que se trata no es de que las autoridades la oculten, miren al costado, pongan cara de yo no fui, o se hagan dar ataques de histeria tratando de demostrar la transparencia de sus actos. Eso es negar la realidad.

Y peor aún, eso ayuda a convertir cotidianos temas inherentes al ejercicio del poder y sus excesos en temas de agenda política de quienes quieren destruir, desviar, desbarrancar el proceso. Y el encapsular la dolorosa realidad, puede peligrosamente contribuir a estos fines.

La lucha contra el abuso del poder, la corrupción o las violaciones a los derechos humanos, deben ser temas de agenda de gobierno hasta convertirlos en política pública primero y después en política de Estado.

Quien ejerce poder y todos los servidores públicos acompañando a la autoridad, son potenciales corruptores, abusadores y violadores de derechos humanos. Y no hay que espantarse por eso. Lo importante es que esa potencia no se convierta en acto u omisión permisiva que permita que eso ocurra.

Y si ocurre, es imperativo actuar en consecuencia, desde lo administrativo hasta lo político con quienes no supieron hacer un uso debido y correcto del mandato del pueblo. Hacer esto no sólo es un deber moral de las autoridades, sino también es el mejor mecanismo para hacer sostenible el proceso de transición hacia una revolución socialista. Es hora de devolverle la ética a la política, sino de que revolución hablamos.

Los movimientos sociales pidieron investigación profunda y sanción a los culpables, el Presidente dijo caiga quien caiga. Está bien, eso es mandar obedeciendo. Lo grave sería decirlo y no hacerlo por las consecuencias políticas que desataría.

*          frodriguezu@yahoo.com

*          Fernando Rodríguez Ureña es zoociologo, con maestría en quimeras. Hizo su doctorado en la pluriversidad de Los Sauces en Lian Ma He Nan Lu. Alguna vez fingió como diplomático.

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