Al gobierno no le pudo haber ido mejor. Con algunas escaramuzas que le ayudaron a resolver algunas contradicciones y despejar el camino, 2013 termina en Bolivia con una revolución que se irradia con firmeza y a paso acelerado, tanto en extensión como en profundidad, por todo el territorio plurinacional.
La irradiación de la fuerza del proceso de cambio se ha desarrollado en todos los niveles (sectoriales y territoriales) y aporta a la comprensión teórica y práctica de que el movimiento de todo el aparato político y estatal no es para el reconocimiento de la igualdad formal ante los derechos sino para el reconocimiento de la igualdad sustantiva ante la materialización de los derechos consagrados en la Constitución Política del Estado. Ya no se trata de una democracia formal, sino de una democracia sustantiva.
Pero algo más, se desmonta la idea de que un proyecto alternativo al capitalismo, como el expresado en el socialismo comunitario para el Vivir Bien, sea sinónimo de retroceso. Nunca antes el país había sido, parafraseando al vicepresidente Álvaro García Linera, tan potente como ahora.
Desde que Evo llegó al gobierno, en enero de 2006, con un triunfo electoral que le dio un 54% de ventaja, y con su primera elección victoriosa dentro del Estado Plurinacional con un 64% de respaldo, no sin antes haber superado fácilmente el referéndum revocatorio en agosto de 2008 con un 67%, quizá 2013 sea el año que mejor le ha ido en todos los terrenos.
En el frente de la economía, Bolivia ha registrado un nivel de crecimiento que supera lo previsto por el propio gobierno, cerca del 5.5%, y se ha situado en más del 6,5%, con lo cual se ubica en la tercera economía de la región, y según anticipa la CEPAL en 2014 se colocará en el segundo lugar después de Panamá, con un 5.5%, en medio de algunas señales de ralentización de la economía latinoamericana como resultado de una ligera desaceleración de la locomotora de la economía mundial, China.
Pero además de mostrar por octavo año consecutivo una capacidad de gestión económica exitosa al lograr un equilibrio entre crecimiento y nivel de inflación, una de las expresiones más importantes del rumbo de la economía es el ingreso a la era de la industrialización del gas con la inauguración de la Planta Separadora de Líquidos en Río Grande. Con esta medida se agota la Agenda de Octubre, aunque su vigencia seguirá siendo importante en el plano de los imaginarios, y se abre camino a la Agenda Patriótica 2025.
A este hecho, que marca el principio de separación en la historia económica de Bolivia, hay que sumar dos hechos adicionales de importancia: primero, la aprobación de una Ley de Servicios Financieros orientada a colocar la banca al servicio del proyecto de desarrollo económico y social del país en términos de apoyo al sector productivo y para asegurar el acceso de la población a planes de vivienda. No nacionaliza la banca, pero la ley le asigna al estado un papel de control bastante fuerte y sienta las bases para eliminar el carácter especulativo del sistema financiero. Segundo, abre un momento de buenas relaciones con el empresariado privado en general y particularmente con el asentado en el departamento oriental de Santa Cruz bajo la premisa de que hagan negocios y no política. Estos dos hechos, en realidad, ponen de manifiesto el liderazgo del Estado Plurinacional en manos del bloque indígena campesino-popular y asegura el movimiento de los empresarios como actores económicos y no en su condición de actores políticos (burguesía).
El gran salto se ha dado en el frente tecnológico. Realmente histórico. Bolivia ingresa de la mano de un presidente indígena a la era espacial con el lanzamiento del satélite Tupac Katari el viernes 20 de diciembre, con lo que el acceso a las comunicaciones, como derecho humano, dejará de ser una mera formulación. El acceso a la telefonía celular y fija, al internet y a la televisión digital bañarán todo el territorio plurinacional.
En el frente social ha sucedido tanto como en la economía. La vigencia de un modelo económico que genera excedentes, se apropia de ellos y los redistribuye a toda la población de distintas maneras, se ha ratificado con varias medidas: primero, con la aprobación de una nueva ley de pensiones que incrementa la renta de los jubilados de manera significativa, particularmente de los que con la vigencia del sistema de reparto y/o el sistema individual recibirían ingresos muy bajos a fines de mes. Para citar un ejemplo, si una persona ha tenido un promedio salarial de 3.176 durante sus 35 años de trabajo, con el viejo sistema iba a recibir Bs 1.560, pero con la pensión solidaria de vejez percibirá Bs 2.800, incluido en ese monto la renta dignidad (Bs 200). Segundo, el pago del doble aguinaldo cuando el país tenga un crecimiento superior al 5.5%. Esto implica un incentivo a la producción y una señal de que el estado apuesta por el crecimiento de la actividad empresarial pero que también se le debe devolver a los trabajadores una parte del plusvalor creado por ellos. El estado, que está construyendo su condición de productor eficiente, salvo algunas actividades que las deberá rediseñar para que al menos no den pérdidas, le devuelve a la población el plusvalor del que se apropia con inversiones y políticas sociales que no tienen precedente en los últimos 40 años en el país. Al sector privado le toca sumarse a esa línea.
En el frente político los avances son bastante buenos, aunque no se deberá bajar la guardia. En primer lugar, en el plano de la gestión, la aprobación del presidente Evo Morales y del vicepresidente Álvaro García Linera se ha movido entre el 50 y el 60 por ciento, ratificando un nivel de aceptación bastante alto desde enero de 2006, a excepción de cuando se intentó una nivelación del precio de los carburantes a estándares internacionales y se intervino policialmente en Chaparina. En esos dos momentos (2010 y 2011, respectivamente), el respaldo a Morales bajó a cerca del 40 por ciento, de todas maneras alto respecto de sus predecesores, quienes jamás superaron el porcentaje de voto con el que se hicieron del gobierno (no más del 33 por ciento). En segundo lugar, en miras a las elecciones de 2014, la intención de voto medida por varias empresas especializadas alcanza a favor del binomio Morales-García Linera a un 40 por ciento en ciudades (más allá del eje central y de capitales de departamento), con lo que sumando el promedio de respaldo en las zonas rurales, fácilmente se estaría moviendo entre el 55 y el 60 por ciento. En el bando opositor la situación es desalentadora por la fragmentación, pero aún con la conformación de un frente único (Samuel, Juan Del Granado y Rubén Costas) no hay nada que anticipe un peligro real para la reelección de Evo Morales. La ausencia de un liderazgo nacional y su atrincheramiento en posiciones reactivas –muchas veces colocando el riesgo la estabilidad que la gente quiere en su activa movilidad social- antes que en proponerle algo distinto y mejor de lo que hace el gobierno revolucionario, representan factores que incidirán en el electorado al momento de la votación. Es más, al gobierno le vendría bien tener un solo candidato opositor al frente. En tercer lugar, si hay algo que consolida la irradiación en profundidad de la revolución boliviana es la histórica decisión tomada por la Central Obrera Boliviana (COB) de sumarse al proceso de cambio, de hacer una alianza estratégica con el gobierno y de formar parte del sujeto histórico que está haciendo posible avanzar hacia la emancipación. La unidad estratégica campesina originaria-obrera y popular le dota al proceso de cambio de una potencialidad que ni los propios actores la imaginan en su dimensión real.
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