Hace unos días el multimillonario Bill Gates ha señalado que, como marcha la tendencia en América Latina, Bolivia alcanzaría el nivel de desarrollo que actualmente tienen México y Brasil.
El anuncio de uno de los ricos más poderosos del planeta da para la polémica pues la situación de uno de los países que coloca como ejemplo, México, no es precisamente un buen parámetro. Si algo ha logrado el modelo neoliberal en el país norteamericano es acrecentar los niveles de desigualdad social, destruir la industria nacional como consecuencia del Tratado de Libre Comercio que tiene con los Estados Unidos y disminuir drásticamente su tasa de crecimiento.
De hecho, una cosa es crecimiento a secas y otra crecimiento con redistribución de la riqueza para la mayor parte de la población. Esto último es el caso boliviano, donde la aplicación de un modelo económico que genera excedentes y los redistribuye a través de distintos mecanismos para beneficio de los sectores más vulnerables de la población marca la diferencia con otros gobiernos subordinados a los dictámenes del capital.
Bolivia está dejando de ser el país condenado por la dependencia y el atraso. Pero la fortaleza económica que va adquiriendo no es para el provecho de unos cuantos, como ocurrió en el pasado histórico. Sus niveles de crecimiento, que se explican por el carácter del gobierno, no están orientados a la acumulación a costa de ampliar las desigualdades sociales sino más bien para ir avanzando hacia un socialismo comunitario para vivir bien.
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