abril 19, 2024

— Parte II — ¡El enemigo a vencer es el capitalismo!

Beneficiarios de la política económica y la disputa del gobierno por diferentes fracciones de las clases dominantes

Precisamente a propósito de la soberanía, o si se quiere, a la falta de soberanía, es que pueden identificarse los mayores beneficiarios de la política económica luego de la convertibilidad, lo que involucra a los gobiernos de Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y dos periodos de Cristina Fernández, claro que con matices, pese a su origen en el Partido Justicialista, el PJ.

Consideramos al puntano, pues sin la declaración de cesación de pagos del 2001 no hay posibilidad de liberación de importantes recursos públicos para atender otras demandas del proceso de recuperación económica iniciado a mediados del 2002. Del mismo modo, es Duhalde y su devaluación en enero del 2002 el que otorga la condición de posibilidad para la competitividad de la producción local, y con ello la promoción de la producción y las exportaciones locales, claro que asociado a la coyuntura mundial de precios en alza de las “comodities”, entre ellas y principalmente de la soja, aunque antes de la insuficiencia energética, también válido para las exportaciones de petróleo y gas.

La revolución productiva, propuesta electoral de Duhalde en 1999 se materializa con la ruptura de la paridad en 1 de la divisa estadounidense con la moneda local. Los que demandaban esa medida eran los grandes dueños de la producción local, las corporaciones transnacionales y los grandes grupos económicos que nutren la Encuesta de Grandes Empresas en la Argentina. A ellos debe sumarse la banca privada extranjera y local, mayoritaria en el sistema financiero y principal actividad a la hora de explicar las mayores ganancias de los últimos años, cuando habían sido principales exponentes de la crisis en el 2001.

Si los beneficiarios de la convertibilidad entre 1991 y 2001 eran las empresas privatizadas de servicios públicos, los acreedores de la deuda pública y las grandes empresas transnacionales, a la salida de la convertibilidad ganaron presencia y liderazgo el sector industrial y agrario, especialmente aquellos asociados al comercio exterior.

En un sentido accesorio y subordinado, se beneficiaron sectores pequeños y medianos de la economía local, vía mejoras en el funcionamiento del mercado interno. Así, fueron incluidos como beneficiarios en la apropiación de la renta socialmente producida en el país, algo que se pone en discusión con la desaceleración entre 2012 y la actualidad, como con la merma de la capacidad de consumo de la mayoría de la población.

Fue base de disputa del consenso entre los llamados sectores medios que ahora se corren y buscan nuevas representaciones, aun cuando su situación mejoró notablemente respecto de los años 90’, los de la convertibilidad, la desindustrialización y de la dominación de la importación. Es cierto que son sectores de corta memoria y solo buscan el rédito inmediato, y en esta coyuntura pretenden mantener volúmenes de ingresos de renta del periodo de ascenso del nivel de actividad y de sus recursos. Si eso puede lograrse cambiando el gobierno cambian su voto sin problema, aunque nadie les asegure que eso pueda ocurrir. Existe una identidad ideológica que solo se rinde ante la realidad de ganancias efectivas de estos sectores medios, oscilantes en la adhesión a cualquier proyecto que no atienda directamente sus intereses.

Conviene señalar que el modelo productivo y de desarrollo surgido luego del 2001 está sustentado en la institucionalidad económica y política gestada desde 1975/76, es decir, la última parte del gobierno peronista de María Estela Martínez de Perón (junio del 76 a marzo 76) y especialmente la dictadura (marzo del 76 a diciembre del 83), que abrió las puertas a una mayor inserción subordinada de la Argentina a la división internacional del trabajo en el orden capitalista. Claro que en los 90’, el proceso se consolidó, con buena parte de sectores que hoy militan la posición oficial del kirchnerismo en el gobierno.

Iniciativas políticas contrapuestas definen el momento actual de la lucha de clases en la Argentina

La lucha de clases hoy se expresa en la iniciativa de las clases dominantes por la devaluación para hacer competitivas a las empresas que producen en el país, sea para el mercado interno o el mercado mundial, y en ese marco disputan la renta con acreedores externos, especialmente los fondos buitres, que pretenden una parte mayor de esa misma renta. El 2015 es escenario probable de negociación y acuerdo con estos buitres, restando capacidad de gasto en otras demandas de los trabajadores y sectores populares.

La agenda asumida por el gobierno desde las elecciones del 2011 (sintonía fina insuficientemente ejecutada) y más precisamente, luego del resultado electoral negativo del 2013, se acerca a las propuestas de los principales referentes de la oposición política y las demandas de las clases dominantes.

Por eso interesa la iniciativa de la clase obrera y el conjunto de los sectores populares para enfrentar en la lucha de clases contemporánea la iniciativa hegemónica de los que dominan y gobiernan. Resulta imprescindible extender el conflicto social, algo que está claro en la CTA Autónoma y variadas expresiones políticas del movimiento obrero en fábricas y empresas, como en los territorios de la precariedad, lideradas por la izquierda política y un activismo militante que en la experiencia consolida una propuesta clasista, anticapitalista y antiimperialista, crecientemente anti patriarcal y contra el racismo. Estas son las bases de un programa necesario, alternativo a la propuesta gubernamental y de la oposición sistémica.

La forma para hacerlo realidad supone una gran articulación de propuestas políticas en la lucha cotidiana, que incluyen el momento electoral, con algunas candidaturas lanzadas e incluso ámbitos del movimiento popular que mantienen una posición distante del proceso electoral. Una propuesta articulada de sectores populares que se reconocen en el clasismo, el anticapitalismo, antiimperialismo, el anticolonialismo, en la lucha contra el racismo y el patriarcado, necesitan expresarse unidos en la perspectiva electoral del 2015 y constituir una base para disputar consenso social en una prédica contra el orden del capital, esencia de nuestros problemas.

Es en esas condiciones que Argentina puede sumar su experiencia a otras que en la región y en el mundo aspiran a la lucha por la emancipación social y el socialismo.

Buenos Aires, 16 de noviembre de 2014


* Julio es Doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de Economía Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario.

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