marzo 29, 2024

Cuba y el “poder blando”

El cientista político estadounidense Joseph Nye es quien, durante las últimas tres décadas, ha desarrollado con mayor precisión la doctrina del “poder blando”, en contraposición del “poder duro”.

El “poder duro” procede mediante formas matonescas y no se esfuerza por persuadir siquiera un poquito a su eventual víctima. Es el golpe directo y sin contemplación. Un ejemplo: el discurso y política guerrerista de George W. Bush que luego del 11-S arremete con toda ferocidad contra la humanidad toda, a punta de bombardeos, masacres y televisadas torturas en cárceles públicas y otras clandestinas. En síntesis, el terrorismo descarado.

El “poder blando”, en cambio, abre paso a la “guerra inteligente”, a la conflagración solapada en la arena de los sentidos –y los sin sentidos–, de lo simbólico, de las sonrisas fingidas que velan un propósito estratégico similar al de su par “duro”: liquidar al enemigo irreconciliable.

El primer presidente negro de EE.UU., Barack Obama, ha decidido optar por la doctrina del “poder blando” para hacer desaparecer de una vez por todas la Revolución Cubana.

Con arrogancia sublime y convencido que el pueblo de Martí es tonto, Obama cree poder seducirles al señalar, en breves segundos, que durante décadas su país se ha equivocado en maltratar tanto a una isla tan pequeña.

Además, ha instruido para que con inusitada sonrisa, su Secretario de Estado, John Kerry, al tiempo de dar apertura a la Embajada de Estados Unidos en Cuba, pasee por La Habana Vieja, visite el bar Floridita donde acostumbraba tomar daiquiris Hemingway, bromee con que desea manejar un Chevrolet del 57, para terminar afirmando que con Cuba “ya no somos enemigos ni rivales, sino vecinos”.

Como lo hizo notar la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde, en esta nueva “guerra de sentidos y de símbolos” que recién comienza, el detalle de los tres autos Chevrolet del 57, estacionados en el Malecón, como parte del escenario del discurso de Kerry, dejó entrever la maledicencia del supuesto “vecino” que quiso mostrar al mundo una Revolución detenida en el tiempo, anclada en los “maravillosos e inolvidables” años cincuenta que empiezan a regresar. Por fortuna, en Cuba ya nadie confía nadita en Washington y con lucidez son capaz de entender que el “poder blando” no es otra cosa que una nueva táctica de una invariable estrategia: la muerte del socialismo.

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