abril 17, 2024

De la vía chilena al socialismo a la Revolución Bolivariana


Por Julio A. Muriente Pérez *-.


Escribo estas líneas el día en que se cumplen 45 años del golpe militar fascista contra el gobierno encabezado por el presidente constitucional de Chile, Salvador Allende. Adquiere pertinencia la consideración y estudio de aquella experiencia, a la vez terrible y gloriosa, que nos ofrece importantes lecciones casi medio siglo después.

Como sabemos, la alianza denominada Unidad Popular (PC, PS, MAPU, API, IC, PSD, PR) logró aglutinar votos suficientes en las elecciones presidenciales chilenas celebradas en 1970, como para alcanzar la victoria y lograr lo nunca antes visto, que un marxista llegara a la presidencia de un país por la vía electoral.

Aquel evento sin precedente se dio apenas tres años después de la muerte en combate del comandante Ernesto Che Guevara. El fracaso del foco guerrillero en tierra boliviana podría haber generado interrogantes sobre las tácticas y estrategias apropiadas para adelantar la lucha revolucionaria. La experiencia cubana de 1959 podría haberse visto como un caso excepcional e irrepetible. Quizá se hubiera llegado a considerar que la teoría leninista sobre la toma del poder proveía de rutas alternas que podrían conducir al mismo destino que la lucha armada: sacársele el poder de las manos a la burguesía y sus aliados sin disparar un solo tiro; más bien “a voto limpio”.

Desde la victoria electoral del 4 de noviembre de 1970, el gobierno de Allende y la Unidad Popular se planteó avanzar en lo que se conoció entonces como la vía chilena al socialismo. El planteamiento era muy sencillo: ganar unas o varias elecciones, transformar progresivamente la sociedad, desmantelar el sistema económico-político-social del capitalismo y construir el socialismo; todo ello por la vía “legal”, en la confianza de que los poderosos y privilegiados, y el imperialismo mundial, entregarían privilegios y poder mansamente, respetuosos de la constitución y las leyes.

La vía chilena al socialismo colapsó casi tres años después, el 11 de septiembre de 1973. La burguesía nacional, las fuerzas armadas y Washington no tuvieron empacho en volcar toda su violencia destructiva contra el gobierno de un presidente electo constitucionalmente. No titubearon al encarcelar, torturar y asesinar a diestra y siniestra. No les quitó el sueño imponer un régimen espantoso que duró largos diez y siete años.

La lección ha sido contundente. La burguesía privilegiada, las fuerzas armadas que estén a su servicio y los imperialistas que se sienten dueños de nuestros países, van a aplicar tolerancia cero cuando vean que sus intereses son amenazados. No les importará cuánta violencia o violación de leyes impongan. A sangre y fuego, es la consigna.

Paradójicamente, veinticinco años después del golpe de Estado en Chile—en diciembre de 1998—el comandante Hugo Chávez Frías ganó las elecciones, dando paso a lo que se conoce como la Revolución Bolivariana de Venezuela. Ello ocurrió pocos años después de la desaparición de la Unión Soviética y el desplome del campo socialista este-europeo.

Dentro de unas semanas la Revolución Bolivariana de Venezuela cumple veinte años. Ha sido un proceso legitimado por la vía electoral, no por la lucha armada. Pero han estado presentes otros componentes que le distinguen de la fallida experiencia chilena. El primero ha sido el respaldo de las fuerzas armadas, protagonista principal del proceso revolucionario. Asimismo, ha sido decisivo el apoyo militante de millones de ciudadanos.

Hasta dónde la vía electoral-parlamentaria ha de ser la ruta estratégica para que el socialismo prevalezca en Venezuela, y en otros países nuestroamericanos, está por verse. Interesantemente, en diciembre celebraremos dos décadas de Bolivarianismo. Y pocos días después, el primero de enero, celebraremos el 60 aniversario de la Revolución Cubana.


*         Catedrático Universidad de Puerto Rico y dirigente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) de Puerto Rico.


 

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