La Paz.- Las alianzas para enfrentar en las urnas al presidente Evo Morales cocían el lunes a fuego lento y puerta cerrada en el término del plazo para que los partidos bolivianos se formalicen de cara a las elecciones primarias, pautadas para enero y en la perspectiva de las generales de octubre de 2019, en arreglo a la nueva Ley de Partidos.
El sistema boliviano recorría a placer el continuo ideológico y a contrapelo de la convicción de la oposición criolla y transnacional al presidente indígena de izquierdas, hasta 6 y 7 partidos y agrupaciones políticas, entre nuevos, antiguos y resurrectos se hallaban la noche del lunes al martes en liza para someterse a las elecciones primarias.
Dice la novísima Ley de Partidos que las alianzas, si las hubiere, deben fraguar hasta la medianoche del martes, como plazo perentorio.
Las alianzas en Bolivia, todas sin excepción para enfrentar a Morales y su Movimiento Al Socialismo (MAS) el partido más importante de la historia política del país, habían entrado en el terreno de la especulación y trajinaban en un laberinto y hasta el Minotauro estaba mareado lo mismo que ansioso.
Morales -y el vicepresidente Alvaro García Linera o, lo que es lo mismo, el MAS, Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos- que pese al desgaste natural que podrían ocasionar 13 años ininterrumpidos en el ejercicio del poder y el gobierno, encabeza las encuestas con una basa de entre 31 y 35% de nicho electoral.
Un día después que Morales fuera proclamado candidato a la Presidencia en el área rural del departamento andino de Potosí, sus opositores. escindidos hasta en 7 fórmulas, trataban de resolver la ecuación de la candidatura única de oposición en base de fórmulas de interés compuesto.
Por un lado el expresidente liberal, Carlos Mesa (2003-05), el más cercano a Morales en los estudios de percepción política a poco menos de un año de las elecciones bolivianas, viene de aliarse con la agrupación del alcalde de La Paz, Luis Revilla y agregar a 4 decenas de plataformas ciudadanas, todas acicateadas por la decisión del mandatario indígena de postularse a los comicios del 27 de octubre venidero, y en su entorno parecen revolotear candidatos a todo, a discreción.
El abanico abierto sin retaceos electoral boliviano muestra, a 4 semanas de que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) homologue a los candidatos a presidente y vicepresidente de Bolivia, al gobernador derechista de Santa Cruz, Rubén Costas, enfrascado en una hoguera de conversaciones con el empresario Samuel Doria Medina para refreír una alianza Legislativa que funcionó los últimos 3 años y medio en el bicameral Legislativo.
Costas y Doria Medina vienen de resucitar al otrora gobernador conservador del departamento amazónico de Beni, Ernesto Suárez, alejado de su cargo bajo 33 cargos de corrupción y que ha reaparecido en los medios bolivianos, declarándose «perseguido político».
La amplia lista de adversarios de Morales y que por su cantidad parece haber puesto en una encrucijada la posibilidad de que Morales se enfrente a un candidato único de la oposición conservadora en octubre de 2019, involucra también al exvicepresidente ultraliberal Víctor Hugo Cárdenas que, según los observadores, pendula como opción de aliado a Mesa lo mismo que a Costas y Doria Medina.
Aunque ha dicho y mandado a decir que irá solo a las presidenciales de 2019, el gobernador indígena de La Paz, Félix Patzy, también adversario de Morales, implica una incógnita, pues no se conoce a ciencia cierta si cumplirá su advertencia o si buscará cobijo en una alianza, de ésas insospechadas.
Lo mismo firmó el expresidente socialdemócrata, Jaime Paz Zamora (1989-93) que debió adquirir la sigla de los democristianos bolivianos para proponer su candidatura.
Ostrado en su natal Tarija, desde 2003 cuando una insurrección popular tumbó a la antítesis de Morales, el ultraliberal Gonzalo Sánchez de Lozada, la sombra de cuya sangrienta represión estigmatiza aún a quienes cogobernaron con él entre 1993-97 y 2002-03, este casi octogenario político boliviano parece haber vuelto del más allá de la política criolla, siempre impredecible.
Tanto así que el Movimiento Nacionalista Revolucionario, promotor de la revolución popular de mediados del siglo XX, que Sánchez de Lozada enterró con las matanzas de octubre de 2003, en las postrimerías de su segunda administración, ha hecho saber que interpondrá un candidato para los comicios de finales del año que viene.
El TSE receptará hasta las 24h00 del martes los trámites de las alianzas que, dicta la Ley de Partidos, no podrán retroceder bajo argumento alguno.
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