Bogotá-. En lo que va de año han muerto 232 menores de cinco años de edad por desnutrición en Colombia, un país donde una de cada tres toneladas de alimentos que se produce va directo a la basura.
Según el Instituto Nacional de Salud, otro centenar de niños murió por diarreas agudas, debido a la ausencia de agua potable con la calidad requerida.
En total, la ausencia de condiciones higiénicas, aparejada al hambre, ha dejado un saldo de más de 300 infantes fallecidos este 2018.
Datos oficiales recogen que entre 2012 y el 2017 murieron mil 562 niños en todo el territorio nacional por desnutrición.
Pese a que el más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sostiene que la desnutrición ha disminuido en Colombia desde 2014, aún uno de cada 10 niños sufre desnutrición crónica.
La desnutrición crónica, que se diagnostica cuando la talla y el peso no corresponden a la edad de la persona, está asociada a situaciones de pobreza y tiene un enorme impacto en el desarrollo, describió el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
De acuerdo con la reconocida pediatra Griselda Vargas, de la Universidad Autónoma de México, una mala nutrición afecta el desarrollo del sistema nervioso central y periférico del niño, el crecimiento del tejido cerebral, las funciones motrices y el desarrollo psicomotor.
Todo ello, añade, puede llevar a consecuencias nefastas como el retraso mental, la reducción de la mineralización ósea y la alteración o insuficiencia renal y cardiaca, además de afectaciones serias del sistema inmunológico que conducen a infecciones repetitivas y una alta mortalidad.
En Colombia la zona del país donde ese cuadro es más aterrador es el nororiental departamento La Guajira, el lugar más seco y árido del país y cuya población es mayoritariamente indígena, con predominio de la etnia wayuú.
Falta de agua y de alimentos, deficiencias de la atención en salud y problemas de acceso a las comunidades más dispersas propician las fatales estadísticas en La Guajira colombiana, donde todos los meses mueren niños y niñas wayuú por hambre.
Por siglos las diferentes generaciones de wayuú prepararon sus alimentos con una base importante en el maíz, la yuca, la carne de chivo, legumbres y frutas, pero la escasez de agua en La Guajira ha conducido a la pérdida de tales tradiciones y a la irrupción del hambre.
Al vivir alejadas de los centros asistenciales, las comunidades indígenas aseguran que la única alternativa que tienen es acudir a la medicina alternativa practicada por los chamanes para evitar más muertes en sus resguardos.
Los enfermos y las muertes por causa del hambre, la insalubridad y la desnutrición en Colombia tienen cara indígena, subrayó Santiago Mazo, asesor de la FAO.
En junio pasado la Corte Constitucional de Colombia dictaminó que no es suficiente que las comunidades originarias tengan a su disposición pozos o jagüeyes, si el agua que se obtiene de ellos no es apta para el consumo humano.
Ante la crítica situación de La Guajira, el presidente de Colombia, Iván Duque, lanzó a comienzos de octubre pasado un plan gubernamental para enfrentar la histórica y grave carencia de agua en el departamento.
Duque, quien encabezó un Consejo de Seguridad en esa zona del Caribe colombiano, admitió que el acceso al agua en La Guajira solo llega al cuatro por ciento y prometió que el programa de su gobierno es llevar ese índice en los próximos cuatro años al 70 por ciento.
Gloria Amparo Alonso, directora del Departamento Nacional de Planeación, precisó que más del 50 por ciento de la extrema pobreza en Colombia se concentra en las regiones del Caribe y en el departamento del Chocó, región del Pacífico colombiano.
Pero también, alertan políticos y especialistas, son altas las tasas de pobreza y niños desnutridos en César, Magdalena, Valle del Cauca, Bolívar, Vichada, Atlántico, Norte de Santander, Antioquia, Huila, Meta, Risaralda, Córdoba y Nariño.
En opinión de Sara del Castillo, coordinadora del Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia, la pobreza y la desnutrición tienen relación y eso lo demuestra cualquier estudio histórico.
La terrible paradoja de esa dura realidad es que ocurra en un país donde se desperdician unos 10 millones de toneladas de alimentos al año, según reveló el Departamento Nacional de Planeación.
Ilustró esa instancia gubernamental cómo por cada tres toneladas de comida disponible en el país, una va directo a la basura.
Tal información contrasta con datos de la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional, según la cual más el 54 por ciento de los hogares colombianos viven en inseguridad alimentaria.
Acota Ángel Obando, consultor de la FAO, que el 8,3 por ciento de esas familias padecen inseguridad alimentaria grave; es decir, se pasan varios días sin comer.
Con la persistencia de la abismal desigualdad que hay en Colombia difícilmente mejorarán las alarmantes cifras sobre desnutrición, sentencia el experto en salud pública Mario Hernández, del Centro Histórico de Medicina de la Universidad Nacional.
En Colombia, dijo Fernando Carrillo, procurador general de la Nación, ‘somos campeones en indicadores de desigualdad’.
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