No toda la juventud está en las filas de la oposición en Bolivia como muestra una gran parte de los medios de comunicación. Muchos jóvenes pelean por defender la reelección de Evo Morales y un proyecto político que sienten propio en el proceso de cambio de una historia de 500 años.
«Si tenemos que pasar un platito de comida toda la noche, lo hacemos; si al día siguiente tenemos que estar en vigilia toda la madrugada, lo vamos a hacer. Lo que no vamos a permitir es que la derecha rancia, neoliberal, racista, clasista quiera volver a tomar el poder para ciertas logias empresariales», dice a Sputnik Nadesdha Guevara, que habla con seguridad en época de crisis.
Nadesdha está en una actividad del Comité de Jóvenes por la Defensa del Proceso de Cambio que se realiza en la ciudad de El Alto. Han venido jóvenes de diferentes organizaciones a grabar un vídeo y planificar la hoja de ruta para los días que se viven en Bolivia, que están marcados por un intento de golpe de Estado.
La situación es compleja: la derecha ha traído grupos de choque juveniles desde Sucre y Santa Cruz para lograr un escenario de violencia en La Paz, centro político del país.
El Gobierno y los movimientos de cambio están, por su parte, en estado de alerta y movilización, con marchas, vigilias, una protección a la sede de Gobierno, llamada Casa Grande del Pueblo. Los jóvenes como Nadesdha han estado en cada una de las actividades y volverán a estarlo.
«Estamos organizándonos para llamar a la consciencia a aquellos que vienen de Sucre, Santa Cruz, para agredir a nuestras autoridades, tomar la Casa Grande del Pueblo, no lo vamos a permitir», dice, por su parte, Rubén Fernández, ejecutivo del bloque universitario de La Paz en el Movimiento al Socialismo (MAS), partido de Evo Morales.
La organización del Comité de Jóvenes es una cuestión central en el momento que se vive, no solamente para defender el Gobierno, el proceso de cambio que se promueve, o para explicar lo que se ha construido en estos años con Evo Morales en la Presidencia de Bolivia. También es central para desmontar la matriz que afirma que toda la juventud está en oposición al Gobierno y para reflexionar acerca de qué sucede con quienes se sienten identificados con un discurso anti-Morales.
Los jóvenes y la oposición en Bolivia
El cabildo realizado el 31 de octubre en La Paz reunió a una gran cantidad personas, entre las cuales se encontró mucha juventud. También en las acciones de calle de la derecha pueden verse muchos jóvenes que afirman luchar contra la «dictadura» de Evo Morales.
Nadesdha y Fernández reflexionan sobre por qué están allí. Fernández subraya la dimensión artificial de un sector de la juventud que está en las calles: «son gente pagada, son funcionarios públicos, la mayoría de la alcaldía de La Paz, gente joven, pero funcionarios», explica.
Lo mismo sucede en las universidades, en particular la Universidad Mayor de San Andrés, una institución pública que ha funcionado desde el inicio de la escalada de movilizaciones como un punto de concentración y articulación. «Lamentamos la actitud del rector, confunden a nuestros hermanos universitarios, los chantajean con notas, si no participan de la marcha les quitan notas, no les reciben los trabajos», asegura Fernández.
Existe entonces una dimensión fabricada por la estrategia golpista, pero no es todo. Nadesdha reflexiona sobre las limitaciones del proceso de cambio para interpelar a las juventudes, en particular las urbanas:
«Hemos tenido una debilidad estratégica de la memoria histórica para nuestros jóvenes, no saben cuál es el proceso histórico, las luchas de los pobres contra los ricos, de los campesinos que han venido de las provincias, cómo han emergido nuestros movimientos indígenas desde lo más profundo, cuál ha sido la lucha por tierra y territorio».
La contradicción ha sido que, aunque se haya logrado mejorar las condiciones de vida de la juventud, darles oportunidades que no tuvieron los abuelos o los padres, esa mejora no se tradujo de forma automática en acercamiento o reconocimiento a ese proceso de cambio liderado por Evo Morales.
Así muchos jóvenes, en particular de las ciudades y de las clases medias, han salido a manifestar contra el Gobierno, pidiendo la renuncia del presidente.
«Hay muchos elementos, uno es el desclasamiento y la penetración de la globalización, hay muchos jóvenes que la asumen como cultura e ideología, ya no se sienten parte de su comunidad, una historia, ya no ven su ascendencia social, se van separando de una realidad social que pueden haber vivido su mamá, sus abuelos o antepasados», reflexiona Nadesdha.
Junto con eso sucede el impacto del rol de los medios de comunicación, «tienen la mente maleada por los medios, redes» así como, de forma articulada, los mensajes transmitidos por los dirigentes opositores y amplificados por esos grandes medios. De esa manera muchos están convencidos que en Bolivia se vive en una dictadura, lo que se explica por la falta de memoria y la manipulación de las palabras por parte de la dirigencia opositora.
Nadesdha insiste en la importancia de trabajar estos puntos en los colegios, de enseñar para «descolonizar y despatriarcalizar»:
«Los jóvenes deben entender por qué nace el Estado plurinacional, cómo era la república de antes, clasista, racista, discriminadora, donde nuestros abuelos no podían entrar a la Plaza Murillo y nuestras abuelas de pollera eran permanentemente insultadas o golpeadas por reivindicarse aimaras o quechuas», cuenta.
En estos días de intento de golpe de Estado han vuelto a verse y multiplicarse imágenes de racismo en las calles de La Paz y del país: insultos, golpes, un rebrote de un desprecio histórico colonial que había estado callado en gran parte durante los últimos años.
Orgullo aimara
Barbara Lucía Calderón Plata tiene 23 años, egresada de la carrera de derecho, electa diputada suplente por el MAS en las elecciones del 20 de octubre. «Soy aimara, muy orgullosa de mis raíces» dice al presentarse.
Calderón Plata creció con el llamado proceso de cambio, «somos la generación que ha visto al presidente entrar», explica. Sus primeros pasos en la política comenzaron cuando tenía siete años en El Alto, de donde es, y donde se dio el levantamiento contra las políticas privatizadoras del Gobierno de los expresidentes Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997, 2002-2003) y Carlos Mesa (2003-2005), el mismo que resultó segundo en las elecciones del pasado 20 de octubre.
«Te tocaban la puerta los vecinos y te decían ‘ven, tenemos que defender nuestros recursos naturales’, y mi mamá fue a las marchas, y la invitan al MAS, y yo pequeña, me llevaba; he crecido con eso», cuenta Barbara, que a los 16 años fue electa secretaria de juventud en el distrito seis de El Alto.
Ahora está en las actividades para enfrentar el intento de golpe de Estado. Sabe, como muchos, que el proceso no es solamente una cuestión de gobernar, sino de involucramiento, de participación, de continuidad y lucha por una historia larga de la cual viene y que continúa:
«Ves una historia donde nuestra gente ha sido maltratada, marginada y hecha a un lado, y nosotros somos parte de eso, creo que lo más importante es tener en claro qué somos, yo soy aimara muy orgullosa de mis raíces», dice. Y agrega como todos los jóvenes que están reunidos: «Estamos dispuestos a defender este proceso de cambio, que es un proyecto político que es más que eso, como nos han dicho nuestros padres, es una lucha de 500 años».
La crisis y el proyecto
Son días de crisis, de asedio golpista, de intentos de generar confrontaciones violentas por parte de una derecha que abandonó las vías democráticas. Ante eso, los jóvenes están organizados y han puesto en marcha, junto con otras organizaciones, la Coordinadora Antigolpista.
Saben que es tiempo de estar en las calles, de movilizar, de convencer, de defender un proceso político único en la historia de Bolivia.
«Estamos en defensa del proceso, en emergencia, en lucha por nuestro proyecto político, podemos entender un conjunto de contradicciones y podemos resolverlas dentro del pueblo, la derecha nunca va a dar la solución a las contradicciones que tengamos», evalúa Nadesdha.
Las contradicciones deben ser resueltas al interior del proceso de cambio, de eso están seguros quienes están reunidos. Y para eso resulta central el rol de la juventud, las nuevas generaciones que emergen dentro de un proceso que lleva 13 años en el Gobierno y que por lo tanto tiene dificultades, limitaciones, contradicciones, como insiste Nadesdha.
«Ningún proceso es perfecto porque está hecho por seres humanos y los seres humanos no somos perfectos, somos perfectibles con el tiempo y las nuevas generaciones tenemos que asumir los objetivos estratégicos del proceso de cambio», remarca la joven.
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