noviembre 3, 2024

Empeño continuista de presidenta de facto genera crisis en Bolivia

La Paz-. Una crisis ministerial ha provocado la presidenta de facto de Bolivia, Jeanine Áñez, por su afán de permanecer en el cargo pese a que solo fue colocada en él hasta la elección de un nuevo gobernante.

Conocida por su fanatismo religioso y extremo conservadurismo político, Áñez pidió la renuncia de todos los ministros, a poco más de dos meses de instalado su gabinete, y hará cambios en este ‘para dar continuidad a los objetivos de su gestión’, según un comunicado de la secretaría de la presidencia.

Fuentes gubernamentales, sin embargo, señalan que el anuncio fue precipitado por la previa renuncia, ayer, de la ministra de Comunicación, Roxana Lizárraga, en discrepancia con el lanzamiento de la candidatura de Áñez, según argumentó.

‘Es claro que nuestro gobierno transitorio ha perdido sus objetivos’ que eran llevar adelante el proceso electoral, señaló la carta de renuncia de Lizárraga, quien manifestó su desacuerdo con el uso de la televisión estatal para transmitir el anuncio de la candidatura de Añez, el pasado viernes.

Los trascendidos señalan que tras la dimisión de Lizárraga era inminente una serie de renuncias de ministros ligados al candidato presidencial derechista Luis Camacho, como el ministro de Defensa, Fernando López, y otros que no apoyan el continuismo de Áñez.

La recomposición, por otra parte, tendría para al gobernante el objetivo de contar con un gabinete funcional a su candidatura para las nuevas elecciones generales del 3 de mayo próximo, postulación que abona a la división y dispersión de fuerzas del bloque derechista que llevó delante el golpe contra Evo Morales.

Las ambiciones de Áñez, según trascendió, ha desatado pugnas e intrigas en ese sector, entre las que figura la versión de que la renunciante Lizárraga está políticamente ligada al no menos derechista candidato Jorge Quiroga, y que este le habría dicho que renuncie proclamando su rechazo al continuismo.

Quiroga criticó ayer la candidatura de Áñez, a quien acusó de utilizar la presidencia como un trampolín electoral y dejar de lado la misión de un gobierno de transición, no electo, de convocar a comicios y entregar el poder a quien sea elegido.

El conflicto desatado por Áñez confirma el contraste de la dispersión y división de las fuerzas políticas derechistas y la persistente fuerza electoral del Movimiento al Socialismo (MAS), unido para afrontar las elecciones de mayo.

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