Por Carlos Echazú Cortéz-.
Realmente es un absurdo de proporciones mayores la reacción adoptada por los pititas más fascistas en relación a los resultados de las elecciones del 18 de octubre. Pretender que fue un fraude orquestado no solo por el partido ganador, sino también por los perdedores, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y hasta el Gobierno, no tiene ninguna lógica que pueda ser mínimamente considerada. El segundo absurdo es pretender ser creíbles en su narrativa del fraude sin presentar el mínimo indicio al respecto y, como explicación de eso, sostener que fue un fraude ejecutado de modo muy sofisticado. El tercer absurdo es pretender que las Fuerzas Armadas y la Policía tomen el poder, desconociendo el resultado electoral, y que eso sería constitucional y, por lo tanto, democrático. En conjunto, los tres absurdos configuran la peor aberración que se ha planteado en la historia política de Bolivia.
Obviamente, quienes han expuesto estos absurdos de modo público son pequeños grupos minoritarios paramilitarizados y sectas religiosas ultraconservadoras. Sin embargo, se cometería un grave error si se piensa que detrás de estas manifestaciones del absurdo no están los sectores más fascistas y aberrantes de las fuerzas sociales y políticas que el año pasado ejecutaron el golpe contra Evo. El hecho de que tanto la autoproclamada Áñez como el candidato perdedor Mesa hayan reconocido públicamente el triunfo transparente del Movimiento Al Socialismo (MAS) en las elecciones del pasado 18 de octubre, no implica que en su fuero interno no estén considerando alternativas para actuar de tal modo que se evite finalmente la posesión de Luis Arce y David Choquehuanca en el gobierno. No es que crean que hubo fraude (saben que no lo hubo), más bien se encuentran considerando opciones de posicionamiento político. En este sentido, las manifestaciones del absurdo serían globos de ensayo para apreciar cómo se reacciona ante ellas, tanto en el país como internacionalmente.
La primera prueba que se tiene en ese sentido es la presencia de la esposa del ministro de Defensa, Luis Fernando López, en una concentración que estos grupos realizaron en las puertas de una guarnición militar en Santa Cruz. Esto implica necesariamente que por lo menos la fracción más conservadora y fascista del Gobierno está impulsando estas movilizaciones. Por el momento, pretendiendo no ser parte de esta conjura, tratan desde la sombra estimular a que otras instancias y facciones de las fuerzas sociales golpistas del año pasado se sumen a lo que sería un nuevo golpe. El problema radica obviamente en cómo darle un poco de racionalidad al planteamiento subversivo. En este sentido se formulan distintas opciones. Una de ellas, formulada en portada del periódico Página 7, en estos días, dice que «5 hechos revelan la influencia de Evo en el gobierno de Arce», pretendiendo denotar que el que gobernará realmente será Evo, en lugar de Arce. La intención es más que obvia. El contenido discursivo de la nueva subversión sería evitar que Evo gobierne Bolivia, sin haber sido el triunfador de las elecciones. Sin necesidad de entrar en el detalle de esa «noticia» de primera plana (que por honestidad, debió ser presentado como un artículo de opinión), baste decir que los cinco hechos referidos por Página 7 no prueban en absoluto nada, más que la obvia coordinación que tienen integrantes del mismo partido político.
Otra alternativa es generar un ambiente de convulsión para que, finalmente, las Fuerzas Armadas intervengan para «precautelar la seguridad y bienestar de la ciudadanía», un argumento ya utilizado en el pasado por golpistas en toda nuestra América morena. La prueba más evidente en este sentido es la proporcionada por el youtuber más relevante de la derecha, Carlos Valverde. Inicialmente hizo circular un video en el que incluso se burlaba de los pititas movilizados que denuncian fraude y piden la intervención de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, y por sorprendente que parezca, con posterioridad a esa publicación audiovisual se filtró otro video que obviamente no estaba destinado al público en general, en el que este personaje recomienda que las movilizaciones que están gestando los pititas del absurdo las realicen tres días antes de la posesión, cuando todos los invitados se encuentren ya en el país. Independientemente de que la propuesta de Valverde tenga o no racionalidad (yo creo que no la tiene), aparece demostrado que los que dicen no apoyar a los movilizados del absurdo en realidad lo hacen desde la sombra.
Una tercera alternativa consiste en generar protestas a raíz de la aprobación en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa de reglamentos de debates en los que se elimina la condición de dos tercios en varias de sus resoluciones. Aunque no hay nada de ilegal en lo aprobado, y tampoco se refieren (ni podrían hacerlo) a los casos de determinaciones por dos tercios que estipula la Constitución Política del Estado (CPE), se hace gran alboroto por el atribuido «carácter dictatorial» de esas determinaciones pues, según se dice, «aplasta a las minorías y evita el consenso con ellas». Aunque este tema no tiene nada que ver con el denunciado fraude en las elecciones del 18 de octubre, los manifestantes ligan ambos aspectos simplemente presentándolos como dos puntos de un mismo pliego reivindicatorio: anulación de las elecciones y reversión de los reglamentos que eliminan los dos tercios.
Ahora bien, los intentos por dotar de racionalidad al renovado movimiento subversivo, son bastante limitados en cuanto a discurso político se refiere. Sin embargo, no deben ser subestimados, pues es obvio que las mismas fuerzas golpistas de 2019 actúan detrás de bastidores. Obviamente las condiciones son muy distintas ahora y eso mismo determinaría que una aventura de esta naturaleza tendría necesariamente patas cortas. Pese a eso, de desarrollarse, podría dejar nuevamente víctimas entre la población más humilde y más revolucionaria de nuestro país.
* Militante de la izquierda boliviana
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