Por Hugo Moldiz Mercado-.
El resultado de las elecciones subnacionales del domingo 7 de marzo en Bolivia ha alentado a que los medios de comunicación convencionales y hegemónicos traten de posicionar en el imaginario colectivo la idea de una victoria de las fuerzas opositoras al gobierno de izquierda del presidente Luis Arce, mientras que, por contrapartida, dentro del Movimiento Al Socialismo (MAS) hay corrientes que dicen que no pasó absolutamente nada. La realidad es mucho más compleja, aunque el balance final es que el impulso de lo nacional-popular-comunitario está plenamente vigente.
Aún cuando todavía no hay datos oficiales del Tribunal Supremo Electoral (TSE), cuyo recuento se ha demorado por el asalto de mesas y quema de ánforas en algunos lugares del país por parte de sectores de la ultraderecha, es posible afirmar que el mayor porcentaje de la votación se ha inclinado por los candidatos que se registraron en las listas del MAS y de agrupaciones ciudadanas que están lejos de estar identificadas con cualquiera de los partidos de la derecha. Esto no quita, empero, el riesgo, siempre permanente, de la presencia de la derecha radical en varios territorios del país.
El 7 de marzo no hubo plebiscito en Bolivia sobre el respaldo o no al gobierno de Arce-Choquehuanca. Insistir en eso es desconocer el comportamiento distinto que acompaña a la gente en las elecciones nacionales y al momento de las elecciones subnacionales, lo que no deja de ser expresivo, sin embargo, del predominio de la democracia como representación formal sobre la democracia como autodeterminación.
Por eso, el balance más en detalle a nivel departamental y municipal está aún pendiente, pero se hace más que necesario adelantar algunos elementos que contribuyan a esclarecer al panorama, a definir los límites de la reflexión política desde la perspectiva de los intereses del bloque indígena campesino, obrero y popular, y anticipar los riesgos que acechan.
En primer lugar, se repite una vez más el hecho de que el MAS es la única fuerza política de presencia nacional. No hay lugar en que este partido no haya tenido candidatos ni haya dejado de tener votación. Los partidos de la derecha que participaron de las elecciones generales de octubre de 2020 se han reducido, como es el caso de Comunidad Ciudadana (CC) de Carlos Mesa, o se han atrincherado en territorios donde era previsible que les iba a ir bien, como es el caso de Creemos de Luis Fernando Camacho, quien fue el actor principal del golpe de Estado de noviembre de 2019. Los demás prácticamente han desaparecido, como es el caso de Sol.bo del hasta ahora alcalde Luis Revilla, o Unidad Nacional (UN) del empresario Samuel Doria Medina.
Segundo, se constata, una vez más, la gran dificultad que tiene el MAS de “bajar” su hegemonía en lo nacional a los campos de las gobernaciones y alcaldías de las capitales de departamento. Es más, salvo las ciudades de Sucre y Oruro, el partido de gobierno ha tenido que resignarse en las otras siete ciudades, a las que se debe sumar la aguerrida ciudad de El Alto.
Sin embargo, es preciso apuntar que en las restantes siete capitales de departamento y la ciudad de El Alto, la derecha, en cualquiera de sus expresiones, solo ha triunfado en Santa Cruz, La Paz, Tarija, Potosí y Cochabamba. De las cinco ciudades mencionadas, el MAS se ha resignado a perder el gobierno de las dos últimas.
En las otras ciudades (El Alto, Cobija, Trinidad) se ha registrado el triunfo de candidatos que se alejaron de las filas del MAS, pero que forman parte del campo de lo nacional-popular. Ese es un matiz que no se puede perder de vista.
A nivel departamental, el MAS ha triunfado en primera vuelta en Potosí y Oruro, y probablemente La Paz, y va a segunda vuelta en Pando, Chuquisaca y Tarija. En los dos primeros el balotaje se definirá dentro del campo de lo nacional-popular y solo en el último será entre izquierda y derecha.
Tercero, se constata, también una vez más, la gran dificultad, que ya es estructural desde 2010, que enfrenta la derecha en todos sus matices para “subir” de su control de algunos territorios a una presencia nacional, lo cual refleja la ausencia de un proyecto político que cautive el interés de la gente y que sea distinto al que se desarrolla en Bolivia desde enero de 2006 a través del MAS, con la sola excepción de noviembre de 2019 a noviembre de 2020, donde el gobierno surgió de la ruptura del orden democrático.
Descrito el resultado de las elecciones subnacionales y el tablero político, es posible anticipar algunos escenarios que, como es obvio, contienen potencialidades, riesgos y desafíos.
Un primer escenario es la articulación de lo nacional-popular-comunitario diversificado y plural entre el gobierno nacional, el MAS –como única fuerza nacional– y las autoridades electas a través de otras fuerzas populares de menor tamaño. Evo Morales lo hizo en el pasado y los resultados fueron muy buenos.
Esto implica, sin embargo, no regalarle a la oposición de derecha esos espacios donde ganaron otras agrupaciones ciudadanas de contenido popular, y más bien exige poner en marcha una estrategia de alianzas y coordinaciones que aseguren trabajo y resultados para beneficio de la población.
El gobierno de izquierda y el MAS no ganan negando la naturaleza nacional-popular de las autoridades electas por medio de agrupaciones ciudadanas que no tienen ninguna posibilidad de proyección nacional. Por el contrario, se consolidan incorporando y coordinando a todo lo que es realmente ajeno a un proyecto de derecha. Eso es construir e irradiar hegemonía.
Un segundo escenario es que las autoridades electas, de militancia de extrema derecha, en los departamentos y ciudades ya identificadas, lejos de coordinar trabajo con el gobierno nacional, en el marco de sus competencias definidas constitucionalmente, más bien lleven adelante la reedición de una estrategia de desestabilización del gobierno de izquierda a través de métodos no democráticos. La victoria de Camacho en el departamento de Santa Cruz y respectivamente de Manfred Reyes Villa e Iván Arias en las ciudades de Cochabamba y La Paz, no es un dato menor que haya que subestimar, dada su participación en la desestabilización del gobierno del presidente Morales y el golpe de Estado de 2019.
En síntesis, el balance no debe reducirse a la relación MAS y otras fuerzas y agrupaciones políticas que no tienen idéntico carácter. Si se hace eso, es verdad que hay razones para no estar contentos y se debe empujar al único partido de presencia nacional a tener una mirada crítica de las causas que explican el por qué retrocedió en unos territorios que eran suyos y en los que pudo ganar pero no lo hizo, debido a la combinación de una mala selección de candidatos y de estrategias electorales equivocadas.
- Periodista y escritor.
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