abril 30, 2024

En Bolivia los Derechos de la Madre Tierra no son “Derechos de la Naturaleza”

Por Iván Zambrana Flores *-.


Abril nos brinda la oportunidad de debatir ideas en torno a la búsqueda de armonía con y en la Madre Tierra. Tanto activistas y académicos de distintos colores aprovechan el 22 de abril, día que es internacionalmente reconocido como Día de la Madre Tierra gracias a la participación de Bolivia en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para reivindicar sus propias agendas políticas. Sin embargo, rara vez el debate progresa a la discusión de fondo que merece una nueva propuesta.

En esta misma edición de La Época, se presentan temas diversos pero muy importantes que se intersectan con la discusión de la Madre Tierra, incluyendo el extractivismo, ciudades y agrobiodiversidad. Los análisis se abordan desde múltiples disciplinas, pero con un hilo conductor común, ni la conservación de la Naturaleza ni el desarrollo sostenible se pueden seguir tratando como se hacía antes del Proceso de Cambio. Por lo tanto, debemos construir entre todos una alternativa basada en los Derechos de la Madre Tierra, desde nuestra realidad.

Desde el contexto boliviano, hay tres temas fundamentales que dividen los enfoques sobre la Naturaleza/Madre Tierra: su identidad, su valor y cómo abordar sus derechos.

Identidad de la Madre Tierra, objeto o sujeto

La Naturaleza tiene concepciones múltiples, en particular cuando buscamos soluciones a los problemas que la amenazan. Cuando decidimos explotar la Naturaleza la estamos tratando como objeto, pero cuando pretendemos preservarla idílicamente como una entidad separada de quienes la habitan también. Biológicamente no existe Naturaleza prístina y tampoco grupo humano que se haya independizado de ella a la hora de cubrir sus necesidades.

Hay quienes plantean que la Naturaleza tiene “leyes” propias, pero no en el sentido científico, sino en el sentido legal. Cormac Culinan señala que la tierra tiene una jurisprudencia propia, una idea reproducida por Gudynas y otros opinadores, para supuestamente forzar un reconocimiento y respeto por parte de los gobiernos, el capital y las personas. Sin embargo, para que esa táctica funcione necesitaríamos que todos los actores involucrados compartamos un mismo sistema de prioridades y de valores.

Una Naturaleza que sea considerada como sujeto de derechos por unas cuantas personas bienintencionadas, no deja de ser un objeto de explotación y termina convirtiéndose igualmente en un objeto de conservación. Esto, además, puede peligrosamente llevar a proponer que los Derechos Humanos básicos deben subordinarse a una Naturaleza hecha individuo a partir de una ficción jurídica. No se puede superar el antropocentrismo y reemplazarlo por un biocentrismo aislado de la gente y sus contradicciones. La única manera de reconocer a la Naturaleza de forma plena como sistema viviente, es hacerlo como Madre Tierra, un sujeto colectivo de interés público. Es decir, todos defendemos la Madre Tierra porque todas y todos somos parte de ella.

Valor de la Naturaleza

Nadie podría decir que la Naturaleza carece de valor, pero ¿cuál es el origen y naturaleza de ese valor? Por un lado, el enfoque más popularizado es llamar “servicios ecosistémicos” a los beneficios que nos brindan los bosques, por ejemplo [1], y estimar en dinero dicha contribución, de una manera peligrosamente utilitaria y reduccionista [2], ya que lo que tiene precio puede comprarse y venderse. Por otro lado, hay quienes reproducen el antiguo argumento de que la Naturaleza tiene un valor en sí misma, un valor intrínseco [3]. En otras palabras, esta aproximación plantea que la Naturaleza no necesita de los humanos y de su ambición para ser valiosa, porque no tiene precio.

Si bien, es una frase bonita decir que algo no tiene “precio”, puede fácilmente malentenderse como que no tiene valor. Si el argumento es que la Naturaleza tiene un valor inconmensurable (inmedible), esto generalmente termina interpretándose como que su valor es nulo, especialmente cuando se debate con los actores que hablan (y deciden) desde ideas económicas y de desarrollo tradicionales. De este modo, termina siendo tan peligroso hablar de un valor calculable en dólares a partir del consumo humano, como hablar de un valor incalculable desde la ética, la moral o la fe.

Ojalá todos valoráramos a la Naturaleza integralmente, independientemente de cuánto nos beneficia, pero ese argumento es insuficiente a la hora de discutir con tomadores de decisión que se supone que deben priorizar el bienestar de la población. Necesitamos, por lo tanto, encontrar un lenguaje común que supere los límites disciplinares. La flora, la fauna y las funciones de los ecosistemas tienen un valor de uso, algunos productos tienen valor de cambio, y otros, como los espirituales y culturales, también tiene valores que van más allá de estos conceptos. Es decir, si aceptamos la premisa de que la Madre Tierra es un sujeto colectivo, y además es un actor productivo que, más allá de los valores abstractos y concretos que tiene, genera valor. Así, la Madre Tierra se constituye en una fuente de valores múltiples que emergen de nuestra interdependencia con el resto de la Madre Tierra.

Derechos de Una o derechos de Todos

El desarrollismo ha sido justificadamente criticado por el ambientalismo desde hace tiempo. Pero recientemente se ha popularizado la reivindicación de los derechos de la Naturaleza (o de la Madre Tierra, según sea el caso), como panacea, para solucionar la crisis ecológica. En este contexto, no se puede embanderar los Derechos de la Naturaleza y Derechos de la Madre Tierra, de manera indistinta.

De acuerdo a lo anterior, los derechos de “una” Naturaleza que no se conectan con nuestros derechos pueden ser útiles para la protesta y para la denuncia, pero no para encontrar soluciones reales. Por ejemplo, el enfoque ecuatoriano de Derechos de la Naturaleza no solo reproduce la lógica occidental y colonial que separa a la Naturaleza de la especie humana, o lo humano de lo no humano [4], sino que genera un conflicto entre derechos. Si bien se dice que los Derechos Humanos y de la Naturaleza no se oponen y que son paralelos, en la práctica no ha sido posible ponderarlos entre sí. Por ejemplo, en el caso de que una comunidad indígena necesite servicios básicos como alcantarillado o electricidad, implicando un impacto en el ecosistema, se produce lo que se denomina “colisión” entre los derechos de las comunidades y el derecho de la “Naturaleza” y, consecuentemente, al final uno de los dos debe prevalecer.

En este sentido, diferentes voces van a oponerse. Por ejemplo, organizaciones ambientalistas podrían hablar en nombre de la Naturaleza y afirmar que esta entidad tiene derecho a no ser tocada. Por otra parte, las comunidades indígenas reivindicarían, con toda razón, su derecho a buscar su bienestar, que puede incluir transformaciones en su territorio. ¿Cómo se resuelven estos conflictos? Y más importante, ¿qué voces son válidas para hablar en nombre de la Naturaleza? En una entrevista reciente, Gudynas sentenció: “La montaña no quiere minería”, pero, ¿cómo se compara su opinión con las que puedan tener las personas que viven en el lugar?

En contraste, cuando hablamos de Derechos de la Madre Tierra, lo fundamental no es hablar en nombre de una otredad, sino expresarnos y actuar en nombre de nosotros mismos, y de nuestro sistema de vida, que debe considerar a los demás seres y sus interrelaciones. Todavía se podrán generar tensiones entre derechos individuales y otros derechos colectivos, pero ya se podrían resolver en base a priorizar los derechos fundamentales por encima de los derechos económicos; los derechos colectivos por encima de los individuales; y los derechos de la Madre Tierra como derechos colectivos, como base para asegurar el derecho a un desarrollo integral y sustentable de todos.


  • Especialista en ecología política y cambio climático.

1       Ver Gustavo Rey Ortiz. “¿Cómo se entienden las funciones ambientales?”. La Época. Edición impresa 896, del domingo 31 de enero al sábado 6 de febrero de 2021.

2       Muradian, R., & Gómez-Baggethun, E. (2021). “Beyond ecosystem services and nature’s contributions: Is it time to leave utilitarian environmentalism behind?” Ecological Economics, 185, 107038.

3       de Soulé, M. E. (1985). “What is conservation biology?” BioScience, 35 (11), 727-734.

4       Ver Rafaela M. Molina Vargas. “La colonialidad de la ruptura humano/naturaleza”. La Época. Edición impresa 895, del domingo 24 de enero al sábado 30 de enero de 2021.

 

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