Por Marcelo Caruso Azcárate *-.
El Paro Nacional se mantiene y debemos fortalecerlo y ampliarlo con apoyo práctico a todos los puntos y sitios de resistencia, ante la actitud guerrerista del Gobierno de Iván Duque que ha desplegado una ofensiva represiva y de muerte que ha aumentado el número de muertos, heridos y desaparecidos y atropellado los Derecho Humanos de los participantes en el paro, con sus intentos de levantamiento a la fuerza de los bloqueos y acciones de lucha que hoy expresan un ascenso en la lucha popular.
Comando Nacional de Paro, Bogotá, mayo 20 de 2021. –
Si bien ya se han comenzado a difundir por las redes sociales globales la realidad sobre sucesos del levantamiento popular indignado en Colombia, con la brutal respuesta institucional y los posibles avances en la instalación en corto tiempo de la mesa de negociaciones, persiste un debate abierto por entender su organización y conducción social y política, la cual nada tiene que ver con un supuesto complot de la izquierda mundial para avanzar en forma molecular y clandestina en la destrucción del capitalismo, como afirman neonazis que enajenan al Ejército colombiano.
Estamos en Colombia frente a un tipo de movilización colectiva de coordinación y conducción social horizontal, no plenamente orgánica pero con avances importantes en su articulación, que se desarrolla aprovechando el llamado de un Comando Nacional de Paro (CNP), conformado por las centrales sindicales, las organizaciones nacionales de pensionados, campesinos y organizaciones sociales, casi todas con un pasado histórico de heroicas luchas, pero con un presente en constante declinación de sus fuerzas y autoridad político-social. El quedarse a la espera de que el capitalismo salvaje –dispuesto a todo para asegurar su reproducción del capital– cumpliera con el pacto social de clases que les dio origen, llevó a parte importante de sus direcciones a su burocratización y alejamiento de las nuevas formas del mundo del trabajo y del desempleo estructural generados por la desregulación sistémica de la economía de mercado.
Hemos dicho que quienes hoy se movilizan dispuestos a entregar la vida frente a represiones fascistas, son la generación que nació y creció en el marco de la mundialización y financiarización del capital, la cual, parafraseando a Marx, no tiene nada que perder, más que su exclusión y desempleo. Quienes hoy los reprimen actúan de acuerdo con las órdenes que reciben, y es así que crecen las escalofriantes cifras de asesinados (51), personas desaparecidas (más de 150), decenas de torturados y mujeres abusadas y violadas por la Policía nacional. Quienes conducen estas formas salvajes son élites de la ultraderecha, acompañadas del silencio cómplice de banqueros y grandes empresas transnacionales, que están dispuestos a impedir por todas las formas posibles que se conformen poderes populares locales y se puedan articular en un proyecto nacional con formas electorales, que impongan un gobierno progresista y de izquierda para el 2022.
En esta acelerada dinámica, el CNP fue sobrepasados por la capacidad de acción de las nuevas generaciones, que se han agrupado en casi toda las regiones rurales y los barrios populares del país, creando unos puntos de resistencia en espacios abiertos, rebautizados todos ellos por sus nuevos ocupantes, en los que se reúnen diariamente y realizan debates, presentaciones artísticas y ollas comunitarias que funcionan gracias a la solidaridad de la población. Frente a sus claras demostraciones de fuerza social, las direcciones sindicales han tenido que reconocerlas y llamar a integrarse al CNP; se reconocen sus características (90% son jóvenes y en gran parte mujeres), y su gran capacidad de movilización y cohesión que, en varios aspectos, son bastante parecidas a las asambleas de barrio del 2000-2001 en Argentina y las luchas de las juventudes en Chile. El resultado de esta conflictiva relación con el CNP –inicialmente muy cuestionado– ha llevado a que este apruebe la incorporación a su espacio de dirección de delegados de estas asambleas territoriales y a aceptar la exigencia de que todo lo que negocie deba ser consultado con esa base social, algo que el documento inicialmente citado lo expresa y reconoce.
Entender estos procesos de explosiones sociales que recorren el mundo en el contexto neoliberal global, pero con diversas particularidades nacionales y territoriales, requiere de encontrar los determinantes comunes y particulares, las historias de sus resistencias y la diversidad de sujetos que la protagonizan. Algo que trabajó hace 44 años Félix Guattari, quien afirmaba:
“La crisis económica mundial nos muestra que el desempleo existente en el mundo es un problema que va más allá del mero estar al margen de la fuerza colectiva de trabajo, creándose así una nueva forma de marginación similar a la de los estudiantes de nivel superior en Italia y Francia, los que, al no poder entrar a formar parte de las élites, constituyen una especie de subproletariado” (Guattari, en Revolución molecular y lucha de clases. 1977, p. 58).
“La primera de estas contradicciones es la de que, al lado de las luchas obreras en los países capitalistas desarrollados, aparecen nuevas luchas que generalmente son mal entendidas por el estado mayor de los partidos y los sindicatos. Estas luchas comprenden, entre otras muchas, las luchas de emancipación femenina, las de los desempleados; las de los jóvenes que rechazan el trabajo como lo conocen, por ejemplo la de los jóvenes trabajadores italianos por un nuevo modo de vida; las luchas antinucleares y contra la contaminación ambiental; contra un cierto modelo centralista económico y cultural; las que surgen de regiones completamente anegadas ecológicamente, y las luchas de las ‘minorías’ sexuales que culminan en la ilegalidad. Con altas y bajas, se está gestando un nuevo panorama político, donde este tipo de luchas no constituyen ya una vanguardia –una minoría–” (Ídem. Pp. 60 y 61).
Continuando su pensamiento podemos decir que el neoliberalismo agudizó esa exclusión de amplias capas de jóvenes y personas mayores del mundo del trabajo, lo que llevó a estos levantamientos sociales con una gran diversidad de sujetos territoriales, los cuales realizan sus procesos de formación en asambleas territoriales que se extienden por todo el país, con métodos que combinan la acción con la formación política. Y lo sostienen después de un mes de iniciada la protesta, a pesar de la continuidad de las brutales represiones focalizadas sobre esos puntos.
Su accionar cuestiona las clásicas autoasignaciones de los partidos de izquierda de considerarse como vanguardia revolucionaria, a los que le cuesta mucho pensar y concretar procesos de unidad colectiva que lleven a construir un Frente Programático para la Acción. Y si bien recientemente se ha llamado a concretar un Pacto Histórico alrededor de la candidatura presidencial de Gustavo Petro, el esfuerzo no pasa aún de ser exclusivamente electoral.
¿Será entonces ese Pacto Histórico la nueva vanguardia, o son, al menos transitoriamente, estos jóvenes y mujeres que lideran la suma de partes que componen esta protesta indignada, los que, como integrantes de la “primera línea” de la resistencia, están generando fuertes derrotas del Gobierno y de los sectores empresariales que lo apoyan? Se les crítica sus motores subjetivos y emocionales, olvidando que estos fueron los sustentos de las grandes revoluciones; se les reclama la falta de una estrategia a largo plazo, como si realmente las fuerzas de izquierda tuvieran claridad en esa perspectiva, que evidentemente no es fácil de reconstruir.
Partiendo de la irrupción de estos nuevos sujetos sociales que recorren el mundo, y considerando la reducción cuantitativa y cualitativa de la acción de clase obrera como sujeto histórico único de las luchas transformadoras y revolucionarias, se preguntaban Laclau y Mouffe sobre la necesidad de “determinar cuál es la lógica específica de la contingencia” como objeto central de su obra Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia.
Hoy implica preguntarse sobre cuáles son los determinantes que generan interacciones articuladas entre las asambleas que se realizan en los puntos de encuentros de los manifestantes, y las realimentaciones que llevan a trasladar sus acciones a los territorios menos esperados. Al mismo tiempo, reflexionar junto con ellos, y en el desorden ordenado de sus acciones, sobre cuál puede ser su capacidad de resistencia y persistencia para convertirse en dobles poderes que se sostengan en el tiempo. Y si bien no existe aún la posibilidad de encontrar una respuesta estratégica clara, corresponde a los sindicatos, partidos y agrupaciones de izquierda el consultar a estos nuevos actores de la lucha de clases, sobre cómo apoyar sus esfuerzos para fortalecer las estructuras en construcción y, en conjunto, reflexionar sobre las salidas transformadoras de la crisis sistémica.
Mientras tanto, las interrupciones de vías estratégicas tienen paralizado el funcionamiento de la economía, y no hay nada más doloroso para el capital, inclusive el financiero. Se anuncian medidas de recortes de derechos y libertades, con la justificación de que estos bloqueos violan los Derechos Humanos, aun cuando permiten corredores humanitarios.
“Se reconoce que todos los seres humanos sin discriminación son titulares de iguales derecho, si bien la norma explica que también obra al distingo favorable, ya que unos son prevalentes cuando se trata de personas en condición de vulnerabilidad o situación discriminatoria”, ha señalado Carlos Perdomo, lo cual sucede con los participantes en estas acciones de protesta en Colombia. El aumento de la represión y violación de derechos implicará echarle más combustible a la hoguera social.
- Filósofo.
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