Por Ariana Campero Nava * -.
Lucía, mi hija, cumplirá tres años de vida y un año sin lactancia materna (LM). Extraño ese acto de amor, pero reconozco que combato menos prejuicios de la familia y sociedad, como también disminuyeron los dolores de espalda y las trasnochadas. En esta columna leerán sobre el papel que cumple el entorno de la madre, el cual determina la continuidad o el abandono de la lactancia.
Es contradictorio que un acto tan natural deba merecer una semana mundial para su promoción, pero la realidad es que nuestros senos libran una batalla contra multinacionales de fórmula y sus patrocinadores. Mas me di cuenta que las mamás soberanas, atrevidas y rebeldes que decidimos amamantar, no solo combatimos contra las transnacionales, sino contra una sociedad machista y prejuiciosa que obstaculiza la LM.
¿Esta semana debemos dirigir la promoción a las mujeres en edad fértil, embarazadas, madres o a la sociedad en su conjunto? El mensaje debe llegar a las familias, la pareja, lxs compañerxs de trabajo, las amistades, el Estado y, por qué no decirlo, a ciertos profesionales de salud que se rinden ante la leche de fórmula. Culpar únicamente a la mujer por la disminución de indicadores de LM resulta una injusticia patriarcal.
Como ejemplo, expondré algunos comentarios que recibí y recibió mi pareja durante la lactancia prolongada que di a nuestra hija, que además justifican mi planteamiento: “La LM prolongada es para pobres del África”; “Oye, compadre, no más de cuatro meses, se caen”; “Tu leche es agua”; “Luci está flaca”; “Te vas a quedar sin huesos por la osteoporosis”, etcétera. A pesar del ruido, seguí dando de lactar a mi beba –una niña con crecimiento y desarrollo normal para su edad–, continué por necedad, porque tenía la posibilidad de hacerlo y sobre todo porque soy médica y conozco las ventajas de la LM, que van desde lo económico hasta lo psicológico, tiene nutrientes necesarios, inmunoglobulinas, una temperatura ideal, entre otras ventajas. Otros estudios en madres con Covid-19 han demostrado anticuerpos contra el virus en leche materna. Para su producción solo se necesita la succión de la wawa y la ingesta de abundantes líquidos. ¡Cuántas mujeres habrán abandonado la LM por influencia u hostigamiento de su entorno!
¿Qué hacer? Empatía y respeto a la decisión de la mujer. Si la madre que da de lactar es tu nuera, hermana, esposa o hija, apóyala y escúchala. Si el inconveniente es el trabajo, una opción es el extractor de leche y ayudar a la mamá en ese proceso. Si el problema es tu prejuicio, lee más. Si el problema es tu amargura, apártate porque ese o esa bebé te lo agradecerá.
Si somos profesionales de salud y atendemos a una mamá que quiere dar LM, pero refiere que “no tiene suficiente leche” o diagnosticamos una depresión postparto, la primera solución no debe ser indicar fórmula; una anamnesis amplia y correcta nos brindará la información suficiente para orientar a la paciente, mejorar la técnica y garantizar una lactancia armoniosa para la madre y la wawita.
La licencia debe ampliarse por lo menos a seis meses a fin de garantizar la LM exclusiva, esta es una tarea del Estado, además de brindar espacios cómodos y bioseguros en las fuentes laborales que incentivan la LM prolongada; es su obligación legislar el fomento y la defensa de la LM, como también regular a comercializadores de sucedáneos. En Bolivia contamos con la Ley 3460, les invito a leerla y analizarla u modificarla si el caso amerita.
¿Cuánto ahorrarían los Estados con una buena política de fomento y protección? Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la lactancia materna exclusiva disminuye la morbilidad por infecciones respiratorias y enfermedades diarreicas; así también, un menor de seis meses tiene 14 veces menos probabilidades de morir que un bebé que no recibe lactancia.
Si quieres ayudar a una mamá decidida, ofrécele agua, un masaje o capaz el más sabio de los apoyos: el silencio.
¡Que la semana de fomento se convierta en 365 días de sororidad y solidaridad con el binomio madre-niñx!
* Exministra de Salud.
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