Por Óscar Silva Flores * -.
“Todo lo que sube baja”, es la mejor expresión de lo que ha significado la actividad política y especialmente parlamentaria de Jeanine Áñez durante tres lustros, en los cuales su vida estuvo vinculada a la actividad pública y su economía al erario nacional. Se desconoce de algún aporte suyo dentro de la Asamblea Legislativa. Lo que puede considerarse lo más significativo de su extensa carrera de asambleísta seguramente es el haber interpretado a su gusto el Reglamento de la Cámara de Senadores, haberse autoproclamado como su presidenta, sin quórum, y, de manera inmediata, tomar al asalto la silla presidencial del Estado boliviano, con una Biblia en la mano y una tropa de ladrones por detrás.
El hecho de haberse hecho colocar la banda presidencial por un militar, asumir con el uso y el abuso de la fuerza el control del Órgano Ejecutivo, nombrar ministros, embajadores, disponer de manera dispendiosa de los recursos del Estado y utilizar los bienes destinados a la más alta autoridad del país no la hicieron Presidenta, aunque ella y sus acólitos hayan utilizado arbitraria, ilegal e ilegítimamente, ese título reservado a quienes son elegidos por decisión del soberano, del pueblo, a través de su voto libremente emitido en elecciones. No fue más que una usurpadora de la Presidencia, una asaltante –junto a su banda delincuencial– del gobierno.
La ilegalidad de su investidura es totalmente evidente, no hay dónde perderse, ningún argumento leguleyo puede sostener lo contrario. Se cometieron delitos para asaltar el gobierno y estos deben ser juzgados en la justicia ordinaria porque fueron cometidos por un grupo de ciudadanos que no gozan de ningún fuero especial, como pretenden hacer creer quienes defienden la teoría de una inexistente sucesión constitucional.
Trascurrido el tiempo, tal vez más pronto de lo que Áñez y sus cómplices habrían imaginado cuando se creían que “era ella” la elegida, la predestinada por los dioses para el logro de sus más perversos deseos, “la que subió, bajó”, y algunos de los que la empujaron en su acelerado e ilegal ascenso se fugaron del país para no rendir cuentas a la Justicia, mientras que otros, cual Simón Pedro, niegan haberla conocido no solo tres veces, como en el relato bíblico, sino hasta el cansancio para que nadie quiera vincularlos con ella.
Una celda especial en el recinto penitenciario de mujeres de la miraflorina zona paceña es su nueva residencia. Cuenta con privilegios que ninguna de las otras internas tiene. Están por diferentes delitos, seguramente ninguna con la dimensión o cantidad de los que pesan sobre ella. Se la ha liberado de las obligaciones que tiene el resto de sus acompañantes de recinto que, demás está decirlo, lamentablemente viven en condiciones muy precarias. Obligaciones como cocinar, lavar ropa, realizar la limpieza del recinto, entre otras. Ninguna de ellas puede recibir visitas familiares en cualquier momento, mucho menos que sus hijos se queden a pasar la noche en la misma celda o que tengan la atención de médicos particulares.
Áñez está en la cárcel de Miraflores por decisión de un juez, dentro de una causa que es investigada por la Fiscalía, en la cual está acusada de haber asaltado el gobierno, de haber usurpado la Presidencia, de haberse autoproclamado presidenta del Senado en una sesión inexistente. No está porque la detuvieron ilegalmente los esbirros de su Ministerio de Gobierno en la calle repartiendo comida o en una protesta pacífica o simplemente porque tenía que buscar alimentos para su familia a pesar del encierro que había ordenado su gobierno de facto, como lo hicieron cotidianamente con gente inocente. Esos centenares de bolivianos y bolivianas fueron verdaderas víctimas de la ilegalidad y del poder abusivo de ese gobierno de facto.
Jeanine Áñez no es víctima. Así como nunca fue Presidenta, sino una usurpadora del gobierno, no es víctima; es una procesada con detención preventiva en la cárcel de mujeres porque, a diferencia de decenas de otras mujeres, muchas de ellas acusadas de delitos de bagatela, ella delinquió en contra del Estado, el pueblo y la Constitución. Todo lo demás es cuento destinado a garantizar su silencio y, de esa manera, proteger a quienes la llevaron a ser la cabeza visible del grupo delincuencial, quienes hoy parece que la hubiesen abandonado. Jamás fue Presidenta ni tampoco hoy es víctima, así quieran contarnos lo contrario. La que subió, bajó.
* Periodista y abogado.
Añez es la principal perpetradora de los graves crímenes de lesa humanidad, estos crímenes son imprescriptibles, su ignorancia la hizo tomar la banda presidencial cuál si fuera la pasante de un preste y firmaba cuánto documento le ponían a la vista, al parecer sin leer ni el encabezado, como firmó aquel nefasto decreto que da paso a las masacres , por tanto la justicia sea interna o internacional la perseguirá hasta lograr una sentencia