Por Óscar Silva Flores * -.
Los resultados de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) realizadas el pasado domingo en la vecina República Argentina, deben necesariamente llevarnos a algunas reflexiones que, sin el afán de entrar en comparaciones que no se ajustan al caso, pueden servirnos de referencia en determinadas situaciones que atraviesa nuestro país tras la recuperación del espacio democrático en noviembre de 2020.
Alberto Fernández, en diciembre de 2019 recibió un país con una economía devastada por el gobierno macrista, con una desinstitucionalización alarmante en sectores particularmente importantes como la salud; con una deuda inimaginable otorgada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ni siquiera se había quedado en el país; y con muchísimos problemas de distinto orden que debía encarar de manera inmediata. A los pocos meses de gobierno la pandemia del Covid-19 se sumó a las ya numerosas complicaciones de la agenda gubernamental. Sin embargo, especialmente este último problema ha sido adecuadamente encarado por el Gobierno, pese a la situación económica de crisis, y también se han atendido, en la medida de lo posible, los problemas más urgentes de los sectores más vulnerables a través de bonos, mejora de las jubilaciones y del salario básico.
Empero, todo parece indicar que no fue suficiente, o quizá habría que preguntarse qué esperaba el electorado argentino en 2019 al votar por la dupla Fernández; si solo esperaba que encaren y soluciones el tema económico o si, además, abrigaban la esperanza de que se puedan vislumbrar ciertos cambios más profundos, quizá estructurales del Estado.
Cuando menos tres aspectos, al margen del tema económico que tampoco ha sido plenamente solucionado, son los que aún quedan pendientes en el electorado peronista. La reforma del poder judicial, totalmente entregado a los grandes intereses privados y antinacionales; una intervención más agresiva en la economía, que se mostró tibia con frustrados casos como el de Vicentin; y, desde luego, una actitud distinta en la pugna con las grandes corporaciones mediáticas, que son la punta de lanza de la regresión neoliberal.
Para algunos argentinos, al gobierno le faltó, en estos casi dos años, mayor firmeza, mayor convicción peronista, mayor compromiso con su electorado. Desde afuera se ve al gobierno de Fernández como progresista, incluso con cierta inclinación hacia la izquierda, pero desde adentro sus propios militantes lo juzgan como marcadamente conservador, con unos rasgos demasiado liberales.
Lo cierto es que, como diría el presidente Fernández, “algo han debido hacer mal” y el electorado se los va a cobrar. Las PASO son solo el preámbulo de lo que puede venir en las elecciones intermedias y más adelante, ante la arremetida neoliberal y fascista que surge en el horizonte político argentino. Hace algunos meses, la vicepresidenta Cristina Fernández señalaba que había funcionarios y funcionarias que no funcionaban, que la política de ajuste económico no era la adecuada y que el Gobierno se estaba alejando de su electorado. El tiempo parece haberle dado la razón. Quedan dos años para reencaminar la gestión y poder recuperar los espacios perdidos en las urnas el pasado 12 de septiembre. No se trata solo de un jalón de orejas, como con simpleza ciertos dirigentes próximos al Presidente han pretendido interpretarlo, es algo más profundo y, por eso mismo, más peligroso para el Gobierno y para el peronismo en general.
La situación en Bolivia es distinta. Un gobierno que gana las elecciones con un 55% de la votación tiene todas las condiciones para encarar la gestión y cumplir con aquello que se ofreció en campaña y lo que incluso, sin ser parte de la propuesta electoral, espera la ciudadanía que confió en el presidente Luis Arce. Sin embargo, nunca está demás una lectura de lo que sucede en el vecindario.
* Periodista y abogado.
Deja un comentario