
Por Sonia Victoria Avilés Loayza -.
Un modelo económico es una representación de la administración de una sociedad, sea en campo macro o microeconómico, en un sistema capitalista, socialista o de economía mixta, siendo este último el caso de Bolivia.
El Modelo Económico Social Comunitario Productivo, con Sustitución de Importaciones, enfocado ahora en la industrialización para generar valor agregado a productos estratégicos, es el modelo generalizado que se ha implementado en todo el país, gracias al proceso de cambio liderado en principio por Evo Morales y hoy por Luis Arce, incrementando productividad y apoyo al productor, diversificación industrial y manufacturera, distribución
de ingresos y consolidación del modelo.
Sus cuatro pilares son: 1) Crecimiento y desarrollo en base al aprovechamiento de los recursos naturales, 2) Apropiación del excedente económico, 3) Redistribución del ingreso y 4) Reducción de desigualdad y pobreza.
La sustitución de importaciones permite incentivar la producción nacional, genera fuentes de empleo y reactiva la economía, evita la fuga de divisas y fortalece mercado y demanda interna. Esta estrategia fomenta el desarrollo de industrias locales que producen bienes que están siendo importados, imponiendo métodos de política económica tales como los incentivos fiscales y crediticios o la protección comercial.
Santa Cruz, que en época neoliberal se encontraba como todo el país en recesión, hoy se beneficia del modelo nacional, por cuanto quienes producen en su mayoría son inmigrantes de occidente “collas” y quienes consumen los bienes y servicios son también las poblaciones de occidente en su mayor parte, pues, antes de importar productos de Argentina, Colombia o Perú -por citar algunos de los países cuya producción está en nuestro mercado-, consume lo
producido en Santa Cruz.
Por lo tanto, la substitución de importaciones que se traduce en algo tan sencillo y lógico como consumir lo nuestro es una de las claves importantísimas del modelo nacional.
Uno de los puntos débiles del modelo nacional es la subvención de combustibles. Se trata nada más ni nada menos que de 1.000.000.000 (mil millones) de dólares americanos anuales que el Estado –o sea todos nosotros, todo el pueblo boliviano- consigna a la actividad agropecuaria. Es un talón de Aquiles, por cuanto de la gran recaudación del trabajo de todos, una importante suma se destina a la producción industrial cruceña, la cual nunca piensa en el
bien común y se lleva la mejor tajada del pastel. Santa Cruz es el departamento más beneficiado, especialmente para el tema diesel. Si tuvieran que pagar “ellos” el precio internacional del combustible no tendrían las utilidades que actualmente tienen.
Antes que un modelo, Santa Cruz, lamentablemente lo que tiene es un proyecto siniestro que esperemos nunca cuaje. Se trata de consolidar una producción industrial que busca el mayor beneficio al menor coste en detrimento de lo social o familiar.
No podemos ignorar a las logias cruceñas cuyos garfios todo lo cogen y corrompen. Son éstas las que abanderan constantemente al neoliberalismo, a la empresa privada, al libre mercado, atacando al crecimiento del Estado y de las empresas públicas y a las familias de “collas” que emigran a deshabitadas tierras.
Estas logias manipulan a la opinión pública, en particular en Santa Cruz, obscurando el hecho de que son las familias las que sacan adelante al territorio a través de un modelo de producción y consumo sostenible, pues desarrollan una ganadería extensiva que genera arraigo al territorio –en un país por demás despoblado y con necesidad urgente de migración masiva- y que además cumple la función de protección frente a los incendios, crea puestos de trabajo, es sotenible ecológicamente –utiliza productos naturales, pasto y hierba-, pastea el ganado libre en amplios espacios –lo que repercute en un animal sano que provee productos nobles de mayor calidad y saludables- y respeta a la naturaleza.
Por ello, el odio que las logias inyectan en la sociedad hacia las familias “collas” que se desplazan hacia el campo, solo pretexta la depredación de la selva, pues en realidad son “ellos”, quienes con su proyecto agroindustrial impactan a la producción tradicional de las familias desencadenando una crisis ecosocial (deforestación, incendios, erosión, monocultivo e infertilidad), cuya cara, quizás la más dramática, es la pérdida de la biodiversidad.
El proyecto de las logias cruceñas y/o grandes lobbis impulsa una producción de procesos industriales masiva, rápida y al menor coste posible, busca solo sus intereses, pues antes que satisfacer el mercado interno pretende exportar sin pensar en las consecuencias que el desabastecimiento causaría en la sociedad. Utilizan una excesiva cantidad de fertilizantes químicos que se traducen un un impacto ecológico funesto. Contaminan el medio con
demasiados nitratos, infectan el suelo, el agua y contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero.
Ocasionan desempleo, porque desplazan a la ganadería tradicional. Caen en el maltrato animal pues engordan con fertilizantes químicos y exageran con medicamentos y antibióticos, hacinan en espacios mínimos a los animales. Dejan los lugares casi sin agua y con aproximadamente la mitad de sus suelos y acuíferos contaminados. Ofrecen una carne de menor y mala calidad.
Consecuentemente, los ganaderos y agricultores industriales promovidos por las logias se constituyen en un grupo de presión político para lograr que las normas beneficien sus propios intereses, aprovechando su poder económico.
No nos confundamos, estamos frente a un proyecto neoliberal de corte capitalista brutal, no frente a un modelo propio, innovador, ni mucho menos exitoso. Es la ganadería extensiva, local, ecológica, social, comunitaria y familiar la que debemos promover y proteger porque está dentro del modelo de producción y consumo agroecológico sostenible, en el marco de la filosofía del Vivir Bien con alimentos de calidad. Hay que facilitar la inmigración interna hacia las extensas tierras deshabitadas que tiene nuestro país, otorgándoles créditos y parcelas
para que puedan en principio subsistir y luego competir con la producción industrial que
como un cáncer lo arrasa todo.
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