Por La Época -.
El Estado Plurinacional fue fundado hace 13 años, tras la aprobación de una nueva Constitución Política del Estado (CPE). Pero, como un acto de justicia, el presidente Luis Arce, en su mensaje formulado en la Casa Grande del Pueblo, se encargó de recordar que ello no habría sido posible sin que tres años antes, en 2006, Evo Morales hubiera asumido la conducción de Bolivia luego una histórica victoria electoral en diciembre de 2005.
El mensaje presidencial, que por nada es ni pretendía ser un informe de gestión –ya entregado al pueblo el pasado 8 de noviembre en la Asamblea Legislativa Plurinacional–, se dividió en tres partes que permiten hacer un balance objetivo de los avances y retrocesos, pero también de las tareas y los desafíos venideros, sobre todo de cara a la celebración del Bicentenario en 2025.
Una primera parte, imprescindible, fue destacar que el Estado Plurinacional es el resultado no solo de la victoria ante el neoliberalismo –memoria corta–, sino producto de una larga lucha que va desde la resistencia de los pueblos indígenas a la ocupación europea, las gestas libertarias contra la Corona española y las luchas contra la discriminación y la explotación durante la República; en síntesis, un nuevo Estado fruto de la lucha contra el imperialismo, el capitalismo y el colonialismo, en la que no solo participaron indígenas campesinos, sino igualmente la clase obrera y los patriotas de las ciudades, y en las que no se puede dejar de mencionar a revolucionarios como Ernesto Che Guevara y Marcelo Quiroga Santa Cruz. Es decir, la lucha como continuidad histórica.
Una segunda parte es para tener la certidumbre de que vamos por buen camino. Y, como sostuvo el primer mandatario, los buenos resultados en economía no se deben solo a efectos rebote, piloto automático y precios de las materias primas, argumentos bastante recurrentes en los políticos y analistas de la oposición de derecha para descalificar lo logros del gobierno, sino que se deben a una buena conducción. Arce recibió el país sumido en una crisis económica muy profunda producto de la combinación de los efectos de la pandemia y de las medidas destructivas adoptadas por el gobierno de facto, que no tenía otro fin que sentar las bases para la privatización de las empresas estatales.
No es fácil volver a poner en marcha una maquinaría. El Gobierno lo está logrando y los resultados hablan por sí mismos: la economía boliviana se ubicó en tercer lugar en crecimiento en América Latina y el Caribe en 2021 y este año se espera un crecimiento del 6% en el PIB, casi dos puntos por arriba de lo proyectado por el Banco Mundial (BM); y los índices de pobreza disminuyeron en 2021, después de un preocupante ascenso con el gobierno de facto, incluso respecto a 2019. Pero, si hay algo presente en la tradición del pensamiento antihegemónico latinoamericanista del jefe de Estado es la afirmación de que hay que avanzar hacia la industrialización para la sustitución de importaciones, lo que constituye una efectiva liberación nacional.
Finalmente, su convocatoria a la unidad. No pudo ser más oportuno, luego de varias semanas en las que el Movimiento Al Socialismo (MAS) se encargó de copar los titulares de los medios de comunicación con espectáculos cuyos protagonistas han sido sus dirigentes en todos los niveles. En definitiva, lo que hizo el Presidente fue recordar que los procesos políticos y las revoluciones son actos colectivos, incompatibles con los apetitos personales y el divisionismo.
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