abril 24, 2024

Feminismo se llama el cambio


Por Canela Crespo Sánchez -.


La lucha feminista tuvo avances muy visibles en las últimas décadas, quizás más incluso que otras luchas estructurales como el anticapitalismo o el antiimperialismo por sí solos. Es bastante claro que, en general en el mundo y en América Latina, las movilizaciones de mujeres cada 8 de marzo o 25 de noviembre, o las movilizaciones por el aborto legal y demandando justicia por las víctimas de violencias y feminicidios, tienen más convocatoria y discusión que cualquier espacio que demande, por ejemplo, redistribución de la riqueza, nacionalizaciones, derechos de las y los trabajadores, o un alto a la invasión inglesa del territorio de las Malvinas argentinas.

Algunos dicen que ser feminista es una moda, y “no” es la respuesta legítima y real de miles de mujeres que sentimos un sistema de opresiones construido sobre nuestros cuerpos. Es una respuesta que surge también de la necesidad de acuerparnos y de tener una lucha colectiva. Y, ¿qué creen? Al organizarnos y al encontrarnos con y en la otra logramos cosas y hasta acorralamos a algunos, aunque, claro está, hay mucho que avanzar todavía.

Definitivamente los feminismos tienen una gran capacidad transformadora. Hoy, desde la consciencia feminista estamos leyendo, analizando y librando las grandes batallas en el mundo entero. Todavía algunas izquierdas anacrónicas insisten en que el único gran sistema de dominación es el capitalismo y muchas veces no entienden que una de las mejores maneras de desmantelarlo es desde los feminismos. Por su parte, y con gran fuerza en Bolivia, los gurús indigenistas –todos hombres– hablan con nostalgia de la época precolonial y maldicen las formas coloniales sin entender que la descolonización solo es posible con la despatriarcalización.

Es desde el ser mujer y desde los feminismos que estamos cuestionando el mundo en la actualidad; las formas de dominación sobre nuestros cuerpos, la apropiación de nuestra fuerza de trabajo, el racismo, las discriminaciones coloniales y también las guerras, las miles de bombas y misiles en distintas latitudes, la sumisión del sur mundial y los constantes abusos a la madre, hermana y compañera Tierra.

Esto no es solo algo abstracto, al contrario, los feminismos se enfrentan a los grandes procesos conservadores de la historia con herramientas muy complejas y completas. Por ejemplo, habría que estudiar lo mucho que la consciencia feminista ha influido en el hecho de que hoy en su Convención Constitucional (CC) Chile esté definiéndose plurinacional. No es casualidad que el estallido de octubre de 2019 allí lo haya iniciado un grupo de jóvenes mujeres estudiantes de secundaria que tomaron el Metro por el alza del precio del pasaje. Tampoco es casualidad que uno de los pilares de esa CC sea el valor de la paridad y que la presidencia de ese órgano haya pasado de una mujer mapuche a una mujer joven.

Otro ejemplo importante que podemos tomar es el de Argentina, ya que en el seno del movimiento antineoliberal que derrocó a Mauricio Macri en las urnas se encontraban las miles de mujeres que se habían organizado para demandar la legalización del aborto y que finalmente lograron su cometido en el gobierno de Fernández y Fernández.

Estas resistencias tienen espejos en otros países. La gran victoria de las mujeres colombianas por despenalizar el aborto es igualmente una muestra del desgaste del uribismo y de que, más pronto que tarde, sucederán cambios importantes.

En Bolivia las mujeres estamos en la primera fila de una de las demandas centrales de la agenda popular: la reforma de la Justicia y el alto a la impunidad. Por eso este 8 de marzo las mujeres organizadas, a convocatoria de las organizaciones sociales de mujeres trabajadoras, marchamos con la esperanza de profundizar un Proceso de Cambio gestado por nuestras madres y abuelas y que necesita un empujón, otra vez, para generar cambios reales.

Nosotras apostamos a que los sueños necesitan del feminismo para cumplirse.

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