Por La Época-.
Lo que está atravesando el movimiento político más grande del país es para preocuparse, pero también es una oportunidad para salir de la discusión burocrática y recuperar la política. Si se queda en lo primero, la fractura es inevitable y la suerte será la misma que acompañó al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Si opta por lo segundo, avanzará a un proceso de refortalecimiento que lo hará casi imbatible en todos los campos. Todo está en dependencia de cómo se procesen las diferencias y que el debate no se contamine por preconceptos o prejuicios. Hay que superar el falso dilema de si renovación o statu quo. Hay renovación revolucionaria y hay renovación reaccionaria, pero igualmente aferrarse al pasado puede ser una señal de conservadurismo que impide profundizar procesos. Evo Morales debe demostrar que está por encima de las diferencias en la militancia, debe ser parte de la solución y no el problema. Su experiencia sindical y política debe ayudarlo.
Así, el discurso de la renovación no puede justificar la realización de ambiciones personales a costa de un partido que se define por la construcción de metas comunes, que distingue los intereses de las clases nacionales vis a vis de los del imperialismo y las clases privilegiadas de Bolivia. Cualquier tendencia que cuestione tal carácter irreconciliable entre la Bolivia popular y la de las élites ciertamente no merece tener la dirección del partido y, tal vez, ni siquiera formar parte de este. Por lo que podemos estar a favor de tal o cual figura como cabeza dirigente del instrumento de las organizaciones sociales, pero nunca olvidar que el verdadero enemigo se encuentra ligado a los intereses del imperialismo y la oligarquía local, sujetos hacia los que deben dirigirse las energías del partido.
Innegablemente existen rivalidades dentro del Movimiento Al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos, en casi todos sus niveles, así como entre sus sectores urbanos y rurales, las que muchas veces no van más allá de la competencia por espacios de poder y muy pocas veces tienen un carácter antagónico. De hecho, es cuestionable afirmar si alguna vez hubo algo así como una cohesión monolítica dentro de un partido que logró sintetizar los intereses de todas las clases populares de la diversa y abigarrada sociedad boliviana. Pero las discrepancias y las rivalidades no son malas en la medida que respeten ciertas reglas de juego y, sobre todo, que antepongan la unidad ante todo.
La expulsión de ningún militante resuelve el problema de fondo, que es la necesidad de establecer espacios de diálogo entre las corrientes que conforman el MAS-IPSP para la construcción de un proyecto común al cual puedan enfocarse las energías populares de Bolivia. La vieja izquierda se fracturó en varios grupos que se expulsaban los unos a los otros. El aporte del Instrumento Político fue el pluralismo en el marco del anticapitalismo, antiimperialismo y anticolonialismo.
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