
Por Iván Zambrana Flores *-.
Después de los recientes triunfos de la izquierda en Honduras, Chile y ahora Colombia, se sienten atisbos de esperanza en quienes creemos que el camino para el bienestar individual es el Vivir Bien colectivo. Esto es especialmente relevante cuando evidenciamos que la dimensión ecológica tuvo un espacio central en las tres campañas, y probablemente también lo tenga en la próxima elección en Brasil. Es sobresaliente que en todos los casos tanto los candidatos progresistas como los reaccionarios se presentaron como los candidatos “verdes”. Está de moda ser ambientalista, pero la historia contemporánea nos puede ayudar a comprobar si la izquierda latinoamericana debe y puede ser ecologista.
Contexto socio-ecológico colombiano
Colombia es uno de los países que mejor ha grabado la “marca” de paraíso natural turístico en la mente del codiciado turista primermundista. “El riesgo es que te quieras quedar” era el eslogan con el que el gobierno de Álvaro Uribe intentaba borrar el conflicto armado interno, las violaciones a los Derechos Humanos, la violencia paramilitar y los desplazamientos forzados, etcétera, de la mente de los potenciales visitantes.
De igual manera, los aeropuertos todavía muestran fotográficamente la biodiversidad del país, pero sin gente, seguramente para encubrir el costo ambiental que ha tenido una guerra inmisericorde contra los campesinos bajo el pretexto de las drogas, intensificada de manera exponencial durante el gobierno de Iván Duque.
A tal punto llegó el desprecio por la vida que los gobiernos de derecha aplicaban la aspersión masiva y sistemática de glifosato sobre los campos de coca, un herbicida cancerígeno que afecta a la salud de las personas y la biodiversidad, con el pretexto de la guerra contra las drogas. Lo más sorprendente es que este abuso continuaría si la Corte Suprema no hubiera determinado que el Plan de Manejo Ambiental violaba el debido proceso, el derecho a consulta y el acceso a la información de miles de familias campesinas e indígenas [1].
Por otro lado, la pobreza, la desigualdad y las masacres y asesinatos a indígenas y líderes sociales, que disminuían desde el Acuerdo de Paz, volvieron a incrementarse aceleradamente con el heredero Duque, alcanzando las tasas más altas en décadas [2]. A pesar de las evidentes, dolorosas e irreversibles consecuencias en la seguridad, calidad de vida, empleo y equidad, también una importante dimensión ecológica, misma que es escasamente explorada [2]. Por ejemplo, el desplazamiento forzado armado de comunidades indígenas y afrocolombianas va a la par de profundos impactos ecológicos en el uso de tierra, la deforestación y la degradación ecológica.
Durante el proceso de negociación del Acuerdo de Paz disminuyó la pobreza, desigualdad y violencia, y se registró una merma de la pérdida de bosque, emisiones de gases de efecto invernadero y cambio de uso de suelo. Pero a partir del ascenso de Duque esos indicadores se revirtieron.
En esa misma época, entre 2019 y 2020, Colombia fue el país en el que más defensores de la tierra y el medio ambiente fueron asesinados [3]. Así también el asesinato de indígenas llegó a ser siete veces más frecuente que para el resto de la población [2]. Estas alarmantes cifras de asesinatos a indígenas y activistas explican por qué el gobierno de derecha saliente se haya resistido a ratificar el Acuerdo de Escazú, un acuerdo multilateral que plantea asegurar el acceso a la información ambiental, así como garantizar la seguridad de los defensores ambientales [4].
Lo que estuvo en juego en la elección
La profunda relación que tienen los contextos sociopolíticos con la degradación ambiental en países como Colombia explican por qué estas elecciones pueden ser fundamentales para definir el rumbo social, económico, político y ecológico de esa nación y de la Región.
En la segunda vuelta de una inverosímil elección la diferencia de votos debía ser abismal, pero el uribismo y la oligarquía de marca blanca batalló de forma incansable. Por un lado, los medios hegemónicos etiquetaban como “exguerrillero” al economista de izquierda con amplia experiencia en gestión pública, mientras que por otro ensalzaban como “ingeniero” a un empresario multimillonario enjuiciado por corrupción [5]. Asimismo, los políticos tradicionales se enfilaron para dar al contrincante de Petro su apoyo explícito o tácito, según convenga, pero esto no fue suficiente para borrar la memoria reciente de un pueblo al que se le ha pedido que bese la mano que lo amordaza.
Como en la última elección de Bolivia, en la de Colombia también primó el voto visceral. La gente no votó a favor de Hernández, sino en contra de Petro. Las élites, la pequeña burguesía y una parte reducida de la clase trabajadora, manipulada por fantasías aspiracionales, rechazaron un proyecto de justicia social sin interesarse en una alternativa real. Es así que en Colombia estuvo cerca de ganar una nueva encarnación protofascista de la estirpe de Bolsonaro y Trump.
Con todo ello, parece lógico afirmar que los cambios políticos y sus consecuencias socioeconómicas tienen importantes consecuencias ecológicas. Esto fue evidente durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez en Bolivia, en el que las masacres y violaciones a los Derechos Humanos coincidieron con graves retrocesos en temas ambientales y de uso de la tierra [6]. Eso nos tiene que hacer reflexionar a los ecosocialistas que creemos en la democracia profunda, más aun comprendiendo el inextricable vínculo entre bienestar social y la armonía con la Madre Tierra.
Desafíos para una Colombia de izquierda
Ahora Petro tiene que ser gobierno. A pesar de tener un programa económico y socialmente progresista, sus propuestas ambientales son más complejas de evaluar. Por un lado, ha propuesto tomar acciones ambiciosas para dejar de depender de los combustibles fósiles, conservación de la Amazonía y la universalización del derecho al agua, entre otras. Pero el presidente electo plantea lograr todo esto con medidas de mercado convencionales, que no han funcionado en el pasado.
A pesar de todo esto ganó la esperanza, usando las palabras de la primera vicepresidenta afrocolombiana electa, Francia Márquez: “ahora toca a los nadies demostrar que pueden (re) construir una Colombia diferente”. Y el terreno más en disputa es el ecológico. Un verdadero “gobierno de la gente de manos callosas” sabrá entender que la conservación de la naturaleza no se logra a expensas de los más pobres, y que el camino para erradicar el patriarcado y avanzar hacia los derechos de la Madre Tierra requiere un golpe de timón drástico, para Colombia y para todos los gobiernos populares de Latinoamérica.
Una lucha común por la justicia social y ecológica requiere el apoyo mutuo para consolidar las postergadas transformaciones socioecológicas, que son hoy más urgentes y necesarias que nunca. La revolución ecosocialista desde los movimientos de izquierda, que vamos ganando terreno, es indispensable para una mayor integración latinoamericana, y un paso fundamental hacia la construcción de una América Plurinacional.
- Especialista en ecología política y cambio climático, miembro del Comando Madre Tierra.
1 https://www.elespectador.com/judicial/corte-dejo-sin-efecto-el-plan-de-manejo-ambiental-de-la-anla-sobre-glifosato/
2 Salazar, A., Sanchez, A., Dukes, J.S., Salazar, J.F., Clerici, N., Lasso, E., …& Arias, P.A. (2022)., “Peace and the environment at the crossroads: Elections in a conflict-troubled biodiversity hotspot”. Environmental Science & Policy, 135, 77-85.
3 Global Witness (2021). “Last line of defense”. Revisa January 6, 2022, from https://www.globalwitness.org/en/campaigns/environmental-activists/last-line-defence/
4 Ver Zambrana Flores, Iván. “El Acuerdo de Escazú y la búsqueda de justicia ecológica”. La Época. (semana del 13 al 19 de junio de 2021). https://www.la-epoca.com.bo/2021/06/18/el-acuerdo-de-escazu-y-la-busqueda-de-justicia-ecologica/
5 https://elpais.com/america-colombia/elecciones-presidenciales/2022-05-31/los-lios-judiciales-que-persiguen-a-rodolfo-hernandez.html
6 Ver Rafaela M. Molina Vargas. “La gestión ambiental del 2019: una lección de la catástrofe”. La Época. (16 de diciembre de 2020). https://www.la-epoca.com.bo/2020/12/16/la-gestion-ambiental-del-2019-una-leccion-de-la-catastrofe/
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