abril 19, 2024

Ingeniero colaborador del Che Guevara llega a Bolivia para presentar libro: “El Che daba su confianza a todo aquel que quisiera entregar sus esfuerzos a la Revolución´”

Por  Editorial Inti -.


Tirso W. Sáenz es Ingeniero Químico y Doctor en Ciencias. Fue director de Investigaciones de Productos en la filial en Cuba de la Procter & Gamble, pasando a trabajar, al poco andar de la Revolución cubana, en el Ministerio de Industrias, junto a Ernesto Che Guevara.

Invitado a Bolivia por Editorial Inti, donde presentará su libro El Che ministro. Testimonio de un colaborador, le comunicamos para hablar acerca de su relación con el Che, así como de los detalles de la publicación, que puede ser adquirida contactándose con la propia editorial: https://editorialinti.wixsite.com/libros

Editorial Inti (EI).- Ud. se incorporó al proceso de la Revolución cubana trabajando bajo las órdenes de Ernesto Che Guevara, entonces ministro de Industrias. Fue director del Instituto Cubano del Petróleo, viceministro para la Industria Básica y viceministro para el Desarrollo Técnico. ¿Cuál es el origen y objetivo de El Che ministro. Testimonio de un colaborador?

Tirso W. Sáenz (TW).- Durante mucho tiempo estuve leyendo varias biografías escritas sobre el Che; algunas buenas, otras despreciables. En casi todas se narra cómo fue su vida familiar en la Argentina, sus viajes por la América Latina, su lucha guerrillera tanto en la Sierra Maestra como en el Congo y Bolivia; algunas se detenían a analizar su pensamiento político y económico. Sin embargo, hasta finales de los 90 no había encontrado un análisis serio de su labor al frente del Ministerio de Industrias, una de sus mayores contribuciones a la construcción del socialismo en Cuba. Como por cinco años yo había participado personalmente en diferentes responsabilidades en las tareas del Ministerio, por tanto decidí escribir un libro en el que, usando mi experiencia personal, tratase de mostrar la enorme y difícil tarea que el Che asumió como ministro de Industrias.

La primera edición se publicó en español, portugués y catalán. Después de revisarla, sentí que le faltaban aspectos importantes, por ejemplo, cómo su pensamiento político, ideológico y económico guiaba las acciones prácticas y estratégicas que se acometieron en el Ministerio. Esto dio origen a la redacción de esta segunda edición, que la Editora Inti ahora les presenta en Bolivia.

EI.- ¿Cómo está estructurado El Che ministro…?

TW.- El libro está estructurado en 13 capítulos. En el primero muestro quién es el autor y cómo conocí al Che; en el segundo se describe cómo era la industria cubana antes de la Revolución; en el tercero los desafíos técnicos y políticos que el Che, al frente del Ministerio, tuvo que enfrentar en sus inicios.

Ya en el cuarto se muestra, con mi experiencia personal, cómo esos desafíos estuvieron presentes y se enfrentaron en la Industria del Petróleo; en el quinto se describe la forma en que se organizó el Ministerio de Industrias para impulsar la producción frente a todas las dificultades presentes: el criminal bloqueo impuesto a Cuba por el Gobierno norteamericano, la falta de personal calificado estimulada por la fuga de cerebros alentada por Washington, así como la falta de experiencia y calificación de prácticamente todos los que tuvimos que asumir responsabilidades en el Ministerio.

El sexto muestra la visión estratégica trazada bajo la dirección del Che para sentar las bases del sistema industrial con visiones a mediano y largo plazos; el séptimo capítulo se refiere a la creación de una infraestructura científica y tecnológica en el Ministerio para sustentar las estrategias trazadas.

Los capítulos ocho y nueve están relacionados con el hombre –en sentido general– como actor central en el desarrollo industrial cubano; en el primero de ellos se trata la formación de los recursos humanos y en el segundo la política seguida con los cuadros de dirección.

El capítulo 10 versa sobre el pensamiento político y económico del Che, cómo este estaba estrechamente imbricado en las acciones del Ministerio y cómo surgió el llamado Sistema Presupuestario de Financiamiento, que iba más allá de un mecanismo económico, ya que tenía un profundo sustrato político e ideológico.

El capítulo 11 analiza los métodos y estilos de trabajo, así como las características personales del Che; mientras que el capítulo 12 muestra mis últimos momentos de contacto y de relación con el Che. Finalmente, en el capítulo 13, hago algunas reflexiones.

EI.- ¿En qué circunstancias conoció al Che?

TW.- Yo provengo de una familia muy humilde. Gracias al esfuerzo de mis padres pude estudiar y ganar una beca para cursar Ingeniería Química en los Estados Unidos. Cuando me gradué fui contratado para trabajar en la filial de una conocida transnacional norteamericana en Cuba. Al triunfo de la Revolución la empresa me ofreció ir a los Estados Unidos. Al gestionar mi visa en el consulado norteamericano fui tan maltratado que me retiré ofendido y decidí continuar trabajando en mi país.

La continuación de labores en mi antigua empresa, ya nacionalizada, se dedicó a tratar de resolver principalmente la sustitución de materias primas ocasionada por el bloqueo. La tarea que realicé fue evaluada como muy positiva y llegaron a considerarme como un ingeniero revolucionario. Fui entonces nombrado como vicedirector de la Industria del Petróleo. Ante esa responsabilidad, pensé que muchas personas me considerarían un oportunista y solicité una entrevista con el Che.

EI.- ¿Y cómo fue esa entrevista?

TW.- Fue una entrevista muy breve, a las dos de la madrugada, en la que me hizo dos preguntas: si yo me iba del país –le respondí que “no”; y si yo quería trabajar en mi cargo –le respondí que “sí”. Entonces me dijo: “Pues, vamos a trabajar”. Me dio la mano y terminó la entrevista.

Comprendí cómo el Che daba su confianza a todo aquel que quisiera entregar sus esfuerzos a la Revolución. Claro que esa confianza había que seguirla ganando con el tiempo, el trabajo y el esfuerzo personal.

EI.- ¿Cómo fue la experiencia de trabajar junto al Che?

TW.- Trabajar cerca del Che durante casi cinco años fue una experiencia que marcó mi vida profundamente, sentí el impacto de su ejemplo personal, su profundo espíritu crítico y autocrítico, su exigencia, su austeridad, su dedicación por entero al trabajo. Aprendí junto a él a ser un mejor revolucionario y aprendí con él cómo discutir mis ideas, a veces fuertemente –dentro de todo un respeto mutuo–, hasta llegar a una solución conjunta satisfactoria; su dedicación al estudio y su énfasis a que todos estudiáramos; aprendí con él a dirigir mejor.

Recuerdo una experiencia sobre su visión estratégica. No comprendí la razón por la que en 1964 él había indicado incluir un becario a estudiar física nuclear en la URSS. Mi criterio era que debíamos concentrarnos en enviar becarios al extranjero para formarse en especialidades sobre las que teníamos grandes necesidades actuales, por tanto fui a verlo. Cuando le expresé mi criterio, me dijo que teníamos que tener los pies en la tierra sin abandonar la visión estratégica, ya que era evidente que la energía nuclear era una solución de futuro y que el futuro había que irlo creando desde ahora.

EI.- ¿Puede contarnos alguna otra anécdota con él?

TW.- El Che tenía un fino sentido del humor. Recuerdo una visita que hizo a Cuba Anastás Mikoyán, legendaria figura del PCUS, para discutir con nuestras autoridades las fuertes discrepancias surgidas cuando la llamada Crisis de los Misiles. El Che lo convidó a almorzar en el Ministerio e invitó a los viceministros a participar en el mismo. Para mí resultaba claro que para un almuerzo con personas de ese nivel yo debía ir vestido adecuadamente; así que mandé a buscar ropa a mi casa. Cuando subí al salón para el almuerzo, me encontré que mis otros compañeros estaban vestidos de cualquier forma y comenzaron a bromear sobre mi elegante atuendo. En eso entró el Che al salón con Mikoyán, quien vestía una simple camisa de mangas cortas. El Che, al verme, se sonrió pícaramente y al presentar a los demás viceministros me dejó a mí para el final y me presentó de esta forma: “Le presento a Tirso Sáenz, representante de la burguesía nacional”. Así me di cuenta que ese tipo de bromas el Che solo la utilizaría con alguien que consideraba ser su amigo.

EI.- Uno de los capítulos finales ha sido sugerentemente titulado: “Métodos, estilo de trabajo y características personales del Che”. ¿Puede adelantar a las lectoras y los lectores algo al respecto?

TW.- Los métodos de trabajo utilizados por el Che como ministro deben ser conocidos y estudiados por actuales y futuros dirigentes de instituciones dentro de un sistema que trata de construir una sociedad socialista eficiente.

El Che estimulaba la discusión colectiva como una forma de confrontar criterios, de crear un clima abierto a la expresión de opiniones, de aprender, de evaluar propuestas y proponentes, de desarrollar a los cuadros, de provocar para conocer si una propuesta estaba bien fundamentada, de conocer mejor a las personas. Esta forma de discusión marcaba las reuniones en los Consejos de Dirección, las reuniones bimestrales, las discusiones de los informes de las empresas, así como en las reuniones personales.

El Che libró una gran batalla contra el burocratismo, trataba que los funcionarios ganaran conciencia de lo que representaba de esfuerzo inútil, pérdida de tiempo, demora en la solución –o en la no solución– de un problema y la consiguiente frustración y perjuicios causados.

EI.- Mucho se suele hablar del “trabajo voluntario”, ¿cómo lo concebía el Che?

TW.- El trabajo voluntario formaba parte de la concepción del Che sobre la construcción de la sociedad socialista y comunista. Uno de los temas centrales de sus reflexiones y dedicaciones prácticas fue la definición del trabajo en la nueva sociedad, la búsqueda de las vías para superar su carácter mercantil. Su aporte de haber generado en Cuba el trabajo voluntario iba encaminado precisamente a favorecer la tendencia a la desajenación del trabajo creador de una nueva conciencia. El mismo Che era un líder y ejemplo de esfuerzo personal en las jornadas de trabajo voluntario.

EI.- ¿Hay algún otro rasgo personal del Che que quisiera destacar?

TW.- Una de sus características más distintivas era su austeridad, que no solo la exigía de los funcionarios del Ministerio, sino que la practicaba personalmente. Él insistía en el deber que teníamos en aplicar una política de austeridad presidida por nosotros mismos.

El Che era muy exigente en el cumplimiento de las tareas. Al mismo tiempo, estaba dotado de una gran sensibilidad humana, cuestión esta que, además de su acción personal e individual, predicaba al resto de sus colaboradores.

Muchas personas que no conocieron al Che, principalmente en el extranjero, tienen la imagen –posiblemente transmitida por esa formidable foto de Korda durante el entierro de las víctimas de la explosión del barco La Coubre– de un hombre serio, casi impenetrable, con poco sentido del humor. Mas no era así, él tenía un finísimo sentido del humor, no como el del cubano, que es más expansivo, sino más argentino. Gustaba, sobre todo, de usar la ironía en forma amistosa.

Él dijo en una ocasión que un revolucionario estaba guiado por “sentimientos de amor”. O sea, que en la lucha por la liberación de los pueblos o en el bregar de la construcción del socialismo había que endurecerse, pero sin perder la ternura jamás.

EI.- En las últimas décadas se ha vuelto a mirar con interés el gran debate económico cubano de la primera mitad de la década del 60, protagonizado, entre otros, por el propio Che. A grandes rasgos ¿cuáles eran sus ideas económicas en cuanto al tránsito socialista? ¿Cuál es el valor de ese debate y por qué sería útil estudiarlo? Y ¿cuán actual, para los comunistas de este siglo, son aquellas ideas económicas guevarianas?

TW.- Debo aclarar algo que considero esencial en esta cuestión. El llamado pensamiento económico del Che, de profunda fundamentación marxista y que coloca al hombre –“el hombre nuevo”, como le llamaba– en uno de los focos principales de atención, trascendía la esfera de la economía y se interrelacionaba estrechamente con ideas renovadoras en la esfera ideológica. Su análisis no se puede circunscribir solamente a los mecanismos económicos y financieros del mismo.

Para el Che la conciencia era el medio de contrarrestar los aspectos del capitalismo heredados por el socialismo. Era una fuerza real y creciente que se reproducía con el trabajo revolucionario eficiente. Él insistía en la necesidad y urgencia de encontrar y aplicar las reglas que propiciaran un crecimiento y aplicación de las fuerzas de la conciencia, y en que, mediante ella, es que se produciría el desarrollo seguro de las fuerzas productivas. Consideraba que la tarea de un país socialista era no hacer uso y ni siquiera controlar la ley del valor, sino definir de manera muy precisa la esfera de funcionamiento de la ley y, en consecuencia, lograr avances en dichas esferas para trabajar en pos de su abolición. Para liquidar las condiciones que provocaban su existencia era necesario elevar la capacidad productiva, creando la abundancia material necesaria. El reto era lograrlo sin usar las herramientas melladas del capitalismo en la producción.

El Che elaboró, en discusión con varios compañeros del Ministerio, el Sistema Presupuestario de Financiamiento. Este sistema se constituyó como un fondo único de entradas financieras de diversas unidades productivas que era administrado de forma centralizada. En esencia, las finanzas debían estar controladas centralmente; las empresas operarían con un presupuesto y no mantenían fondos independientes; no había créditos ni intereses, solo inversiones planificadas. No existían relaciones financieras o intercambio de mercancías entre empresas estatales, porque no se realizaba un cambio de propiedad cuando los productos se transferían entre ellas. El plan debía ser formulado democráticamente por los trabajadores, pero su cumplimiento se trataba de asegurar mediante un sistema de supervisión, inspección y análisis económicos.

En este sistema, la reducción de los costos de producción, no la motivación por lucros, es el elemento clave para aumentar la productividad, la cual debía verificarse por controles de calidad. Se establece una relación dialéctica entre conciencia y producción. Los incentivos son las llaves para aumentar la producción y la eficiencia. Los incentivos materiales debían ser reemplazados gradualmente por incentivos morales y el concepto de trabajo como un deber social reemplazar la alienación y el antagonismo generado por la lucha de clases sustituido por la integración y la solidaridad.

En síntesis, ese nuevo sistema negaba la posibilidad del uso consciente de la ley del valor dentro del sector estatal; negaba la existencia de la categoría mercancía en la relación entre empresas estatales al considerar todas las entidades productivas o de servicios como parte de una gran empresa.

El inicio del llamado “gran debate” de los años 60 se originó entre el Che y los defensores de ese Sistema de Financiamiento Presupuestario, propuesto y utilizado en el Ministerio de Industrias: y los del Sistema de Cálculo Económico o de autogestión financiera, utilizado en la URSS y demás países socialistas europeos. La salida del Che a la lucha guerrillera interrumpió ese debate.

Sus ideas necesitaban de mayor experimentación en la práctica. El sistema durante el tiempo que se utilizó en el Ministerio de Industrias fue sujeto a sistemáticas evaluaciones y ajustes y daba muestras de poder funcionar adecuadamente, tanto desde el punto de vista económico y financiero, como en el de la participación consciente y entusiasta de los trabajadores en el impulso a la producción. El propio Che indicaba que si se demostraba, en algún momento, que el sistema no funcionaba, habría que desestimarlo. No se llegó a demostrar.

Pienso que sería de gran importancia para todos los revolucionarios que aspiran y luchan por un mundo mejor estudiar el pensamiento económico, político e ideológico del Che de los años 60 de forma integral, tomando en consideración dialécticamente las situaciones internas de cada país, así como las internacionales.

EI.- ¿Por qué las lectoras y los lectores en Bolivia y el Cono Sur debieran leer El Che ministro…? ¿Con qué se encontrarán en sus páginas?

TW.- En El Che ministro. Testimonio de un colaborador, como expresé, trato de presentar posiblemente el aspecto menos divulgado de la actividad del Che como constructor del socialismo en Cuba, tomando mis experiencias de trabajo junto a él.

Estimo que en esas experiencias se puede apreciar de forma más cercana la excepcional dimensión de una figura revolucionaria, de un hombre que asumió con total dedicación, esfuerzo y ejemplaridad sus responsabilidades como ministro, además de sus otras responsabilidades políticas y militares; de un profundo pensador y creador marxista que une su pensamiento a una acción consecuente; de un formador de cuadros, de un compañero exigente y, al mismo tiempo, de gran sensibilidad humana, de un amigo; de un internacionalista que ofreció su propia vida por la liberación de otros pueblos.

EI.- Finalmente, en una dimensión más personal e íntima… ¿cuál cree que son los aportes fundamentales del Che a la emancipación de “los condenados de la tierra”? ¿Por qué conocer a profundidad su pensamiento?

TW.- El Che está presente en todos los rincones de la tierra después de más de 50 años de su desaparición física. Es un símbolo y una inspiración para los hombres y mujeres que luchan por vencer la dominación imperialista, por alcanzar un mundo mejor, por dejar de ser “condenados de la tierra”, por construir un futuro socialista y comunista.

Este símbolo, esta aspiración, no puede quedar solamente en fotos, banderas y camisetas con su figura. Hay que estudiar y conocer a profundidad su obra y su pensamiento para emplearlas como armas de combate en la lucha emancipadora. Este libro aspira a ser una modesta contribución en este empeño.

 

 

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