noviembre 30, 2023

Revertir la degradación de la política


Por La Época-.


Cuanto más grande es una organización política y, de la misma manera, cuanto mayor visibilidad y responsabilidad pública tiene alguna autoridad o líder, nacional o regional, es cuanto mayor cuidado ético y político se debe tener para no sustituir el debate por las acusaciones y el uso desenfrenado de los adjetivos.

Lastimosamente nada de eso está ocurriendo en el Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido más grande del país en lo que va del presente siglo y al que gran parte de la población le ha entregado su confianza para gobernar en función de los intereses más altos de la patria y los sectores sociales subalternos que, en parte, se han elevado a su condición de bloque dominante desde 2005, cuando por vez primera se obtuvo una victoria político-electoral contundente.

Cuando se escriba la historia larga, de aquí a varias décadas, el paso del MAS por el gobierno quedará registrado en la historiografía por haber sido el gran protagonista de transformaciones profundas que si bien no remataron, por diversas causas, en una revolución social, marcaron el inicio de una nueva etapa histórica: recuperación de los recursos naturales, estabilidad económica con crecimiento y justicia social, una política exterior soberana, la recuperación de la democracia luego de un golpe de Estado, el inicio de la industrialización del litio, la más baja inflación en un contexto de una recesión económica mundial y otra serie de hitos demostrativos de la aplicación de un modelo económico exitoso.

Lo que pasará como una gran mancha negra es el desarrollo de una práctica cotidiana que degrada la política. Asambleístas y un par de exautoridades vinculadas a la llamada facción evista, de las que uno no tiene su origen en la izquierda, que impulsan, incluso en los cursos de “(des) formación”, el uso desmedido de adjetivos calificativos como forma predominante de hacer política, conduce a extrañar a esos dirigentes de izquierda que seducían con sus palabras y que se ganaron el respeto hasta de la derecha. Del lado opuesto, un diputado y un exviceministro, a quienes se vincula a la denominada facción choquehuanquista, hacen exactamente lo mismo: descalificar al conductor del proceso político por 14 años y con eso su propia historia. El líder del MAS se ha ganado, con lucha, un lugar en la historia, aunque la mayor parte de sus intervenciones actuales van carcomiendo su imagen. Sin embargo, no es con irrespeto ni desconociendo su papel en 14 años que se va a reorientar la perspectiva.

Dos grandes causas, de las otras varias que existen, parecen explicar lo que sucede. Primero, que el proceso boliviano no tuvo nada de cambio profundo en la cultura política y que los cambios registrados en la economía y el “desarrollo” no modificaron la ideología colonial enquistada desde antes de la fundación de la República. Segundo, que la ideología neoliberal, que desarmó globalmente el rico y amplio arsenal popular construido durante décadas de lucha anticapitalista, no fue desmontado y prevalece con fuerza en las ideas y la práctica social y política cotidianas.

No es mala la existencia de corrientes o facciones. De hecho el Instrumento Político nació como expresión de pluralidad y eso le permitió volverse hegemónico. Experiencias regionales como la del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil y del Frente Amplio (FA) del Uruguay demuestran que es saludable la presencia de posiciones distintas dentro de la izquierda y el progresismo. Lo reprochable es que se quiera eliminar al “otro”, de adentro, con acusaciones infundadas, con críticas públicas que no se ejercieron antes y con desconocimiento de todo lo bueno que se hizo. Sería injusto no decir que hace bien el actual Presidente en no formar parte de esa degeneración de la política.

No se puede sustituir la autocrítica por la degradación de la política, ni se puede rectificar errores del pasado con armas de la antipolítica. Eso no conduce a nada y solo se convierte en tierra fértil para una derecha que mira con marcada alegría lo que ocurre en el partido más grande de la Bolivia de hoy.

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