Por Julio C. Gambina *-.
Se armó la discusión a propósito de la deuda pública. El macrismo comunica que el Gobierno deja una bomba al próximo periodo, en el que imaginan serán gobierno. Desde el oficialismo les responden que la bomba la dejaron ellos con el muerto de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La realidad es que las bombas del macrismo y del Gobierno le estallan al pueblo empobrecido.
Más allá de las bombas, la discusión suscitada entre oposición macrista y oficialismo requiere de algunas precisiones.
Por un lado, la denuncia de la cúpula de Juntos por el Cambio (JxC) remite a la herencia que deja el Gobierno a fines de este año, por una deuda acrecida e impagable. La respuesta del secretario de Política Económica, Gabriel Rubinstein, sustenta el privilegio al financiamiento en pesos de la actual gestión. Diferencia así, el endeudamiento en moneda externa de la gestión macrista, especialmente con el FMI, lo que arguye sí que fue un bombazo.
Son discursos y polémicas en año electoral, con la oposición instalando un balance de gestión de empeoramiento de la situación respecto del periodo macrista (2015-2019), omitiendo la propia responsabilidad en la contratación de una deuda odiosa e impagable con acreedores privados (bono a 100 años, por ejemplo) y con el FMI, que debió ser denunciada el 10 de diciembre de 2019.
La estrategia discursiva de Rubinstein se asienta en la “exitosa” renegociación de esa impagable deuda, que además de cancelarla confirma la hipoteca por el endeudamiento hasta el año 2034, lo que augura nuevas “renegociaciones” para potenciar la dependencia local con los acreedores externos y la dinámica del capital transnacional.
Agrega el funcionario que la nueva deuda se asume mayoritariamente en pesos, lo que sería más beneficioso que hacerlo en divisas, tal como ocurrió en tiempos del macrismo.
En rigor, sea en moneda extranjera o local, en los dos casos se requiere del esfuerzo del trabajo social para generar un excedente económico destinado a pagar ambas cuentas. Queda claro que la deuda en pesos remite a la capacidad del propio Estado-nación por la emisión de pesos, pero ello no debe hacernos olvidar que cualquier renegociación de esas deudas al vencimiento supone un enorme costo en intereses que limitan la expansión de otros gastos públicos, caso de los gastos sociales o la propia inversión pública.
Resulta evidente que la deuda en divisas recrudece el problema del país por la restricción externa y la recurrente dependencia de los préstamos externos o la radicación de inversiones extranjeras, incluso para la especulación, tal como nos muestra la historia reciente.
El PBI se cuenta en pesos
Vale la pena explicar que el PBI, que es una cuenta nacional registrada por el Ministerio de Economía, se contabiliza en pesos y se referencia en divisas al tipo de cambio oficial.
Con ello, el porcentaje de la deuda pública con relación al PBI varía según sea el tipo de cambio con el que se valorice el PBI y la propia deuda en moneda local.
Es probable que JxC devalúe la moneda en un eventual próximo gobierno, tal como hizo al comienzo de la gestión Macri a fines de 2015. En ese caso habrá una menor valorización en dólares del PBI y crecerá la relación entre la deuda dolarizada y el PBI. La relación deuda sobre PBI aumentará y nos explicarán que es la bomba de Alberto y Cristina.
Se trata de cuestiones distintas. Una cosa es valorizar un bien a 180 pesos por dólar que a 360/370, según sea la cotización, el “oficial” o alguno de los “paralelos” o “financieros”. Tengo un auto que vale dos mil dólares, sí, pero: ¿A qué tipo de cambio?
No es lo mismo valorizar la producción local medida en pesos al tipo de cambio oficial actual, que a uno devaluado según la opción de política económica. Desde el arribo al Ministerio, Sergio Massa asegura que no devaluará la moneda, y en todo caso lo que existe diferente de la gestión Guzmán son las devaluaciones regulares acompañando la inflación y tipos de cambio especiales, caso de la soja.
Si se observan los datos oficiales relativos a la evolución del PBI a través del tiempo, que se mide en miles de millones de pesos a precios de 2004, según el Indec, quien sustenta su información con datos de la Dirección Nacional de Cuentas Nacionales del Ministerio de Economía, verificamos que el nivel de PBI alcanzado es levemente superior en el tercer trimestre de 2022 sobre el mismo periodo de 2019. Es cierto que en el medio existió la pandemia y ahora la guerra en Europa, pero siempre habrán factores externos impensados que intervienen en la consideración de la realidad.
Este ciclo de evolución del PBI explicita una tendencia que destaca en el segundo trimestre de 2022 un pico de crecimiento del PBI similar al de fines de 2017.
La serie de evolución del PBI, según estos datos oficiales, destacan en el ciclo 2004-2022 una expansión desde 2004 en adelante, frenado y a la baja entre la segunda parte de 2008 y la primera de 2010, tiempos de la crisis mundial de 2007/09. Desde esa disminución se retoma una tendencia al crecimiento del PBI, que con alzas y bajas se sostiene hasta mediados de 2019, con un pico a mediados de 2015.
Así, la tendencia posterior al pico de 2019 es declinante, con piso en la recesión “pandémica” de 2020, con un repunte en 2021 y, luego, una tendencia desacelerada, aun en crecimiento, para la primera mitad de 2022, seguido de una declinación hasta el último dato oficial del tercer trimestre de 2022.
La economía del capitalismo local está estancada
Puede parecer muy técnico, pero lo que pretendemos señalar es que el PBI a valores constantes presenta una situación de “relativo estancamiento” en una década. La evolución del PBI es en torno a los 700 mil millones y los 800 mil millones de pesos (en rigor, nunca se llega a esa cifra) entre comienzos de 2011 y mediados de 2019.
Es importante la caída en 2020 y solo retoma los valores anteriores entre 700/800 mil millones a fines de 2021.
La Argentina sufre un estancamiento estructural de su economía.
Son datos oficiales que remiten a la evolución del PBI desde 2004 y sabemos la profunda recesión habida previamente, entre 1998 y 2002, los tiempos de la crisis de la convertibilidad.
La convertibilidad (1991-2001) fue una estrategia sostenida con enajenación del capital público y fuerte endeudamiento.
Una deuda impagable hacia 2001 y que se renegoció en 2005 y 2010 y que del máximo relativo (recordemos que el PBI se mide en pesos y la deuda era mayoritariamente en divisas) del 118% en 2004 se redujo al 38,9% en 2011, para luego crecer año tras año a un nuevo máximo del 103,8% en 2020, y descender al 79,8% del tercer trimestre de 2022. Buena parte del periodo el tipo de cambio se corrigió por debajo de la evolución de los precios.
En síntesis, el debate entre oposición y oficialismo escamotea la cuestión de fondo que remite al tipo de orden económico local, a la encerrona del capitalismo local, a un estancamiento que puede explicar el porqué de la inflación. Es que, ante la escasa expansión productiva, la disputa por el excedente económico favorece la lógica del capital concentrado que apropia mayor ganancia en contra de los ingresos fijos por el trabajo, las jubilaciones y los beneficios sociales.
La deuda, dolarizada o en pesos, constituye una hipoteca que debe ser discutida y auditada para definir su legalidad, legitimidad y, en definitiva, decidir si la deuda a cumplir es con la sociedad por otro orden de prioridades en la economía local o por la reproducción de los límites y condicionantes del endeudamiento. Claro, todo ello supone la anulación del acuerdo con el FMI y la inmediata suspensión de los pagos a los acreedores de la deuda.
- Economista.
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