Por Sara Valentina Enriquez Moldez -.
Estos últimos días se popularizó una noticia bastante controversial. Y es que el gobierno de Corea del Sur empezó a ofrecer bonos económicos para que los jóvenes construyan lazos interpersonales. Esto con el fin de luchar contra un fenómeno social en el que el individuo se recluye en el hogar y evita todo contacto con las demás personas.
El bono, para la gente que se inscriba y califique al programa, será de 650 mil wones mensuales (490 dólares). Según las fuentes oficiales del país asiático 350 mil personas de entre 19 y 39 años se conciben a sí mismas como solitarias o aislada. Por lo general provienen de “entornos desfavorecidos”. como diría la prensa internacional.
Pues, en realidad, no son “entornos desfavorecidos”, sino que son la mayoría explotada. Lo que nos enseña la Historia es que las desgracias se multiplican en la clase trabajadora que, como siempre, los pobres, son los que más la sufren. Por supuesto, este caso no es la excepción.
Los aduladores del libre mercado, que se están poniendo de moda nuevamente, ponen a Corea del Sur como ejemplo de restauración económica y éxito en el mercado. Sin embargo, hoy nos encontramos con este tipo de noticias relacionadas al aislamiento social, depresión, ansiedad y, fundamentalmente, explotación. Por obvios motivos estas son palabras que omiten.
El capitalismo se ve y se vive en Corea del Sur. Cuando observamos las brechas de clase hay quienes viven en pocos metros cuadrados en el subsuelo de Seúl, y otros que viven en mansiones de última tecnología. Si queremos comprobarlo nos remitimos a los datos que proporcionó el “Informe del Banco de Corea” en 2020, el cual señala que el 10% más rico de los hogares surcoreanos posee el 66% de la riqueza financiera neta total del país.
Estamos hablando de desigualdades importantes, que juegan un rol crucial en la configuración de sociedades. Otro dato ilustrativo es que los trabajadores del mencionado país están entre los que más horas extras hacen en todo el mundo. Si de por si el trabajo formal conlleva una generación de plusvalor, con las horas extras acontece un aumento del excedente, que será apropiado por el dueño de la empresa.
Por lo tanto, es coherente con esa realidad que la sociedad surcoreana sea una sociedad deprimida. Sobre todo cuando observamos sus tasas de suicidio, las cuales son de las más altas del mundo. En definitiva, los suicidios, o estos fenómenos de aislamiento mencionados, son repercusiones directas del capitalismo y todo lo que implica sobrevivir en este sistema.
Cualquiera, desde la lejanía, se preguntaría porqué los surcoreanos no se relacionan. La respuesta radica en la estructura capitalista que nos impone un conjunto de lógicas de competencia que median la realidad. Esto lo vemos desde que los niños ingresan al sistema educativo, desde que se hace imperante el miedo al fracaso, desde que vemos día a día la existencia de “los exitosos y los fracasados”. Lo que el sistema le llama a eso, desde que nos damos cuenta, que es más probable ser un “fracasado” que un “exitoso”. ¿Cómo la gente no se va a deprimir y aislar?
Es interesante analizar la carente hermenéutica de relacionamiento entre seres humanos en sociedades capitalistas avanzadas, como lo es la surcoreana. Porque para que el Gobierno de este país incentive a tal escala la interacción social quiere decir que algo está pasando con el “otro” en la sociedad; y es el resultado obvio y esperado en este sistema.
El capitalismo contamina en niveles inconmensurables, incluso, nuestra forma de pensar y vivir. Los hijos de este sistema no entienden que se pueda establecer una relación entre humanos que no sea una relación de explotación del otro sobre uno. Por eso los sectores empobrecidos de Corea del Sur padecen de este fenómeno de aislamiento y soledad.
Si en todos los lugares por poco gritan que todo es competencia, que el otro es un limitante y no un compañero. Si todos los días vamos a trabajar y el otro se sirve de nuestro trabajo. Obviamente este conjunto de lógicas impuestas por el capital hace que la gente deje de creer en la Humanidad, y, consecuentemente, que no quiera relacionarse con el otro. El capitalismo genera que se deje de creer en el otro.
Estos bonos que ofrecerá el gobierno de Corea del Sur, enfocados a la interacción social, a primera instancia nos puede parecer una buena y divertida política. Pero si analizamos un poco más podemos decir que es una medida de emergencia y contención del sistema ante un resultado creado por el propio sistema.
Ciertamente un bono no basta, porque el problema es estructural y se debe al resultado de la acumulación de las lógicas impuestas por el sistema. De igual forma, debemos cuestionarnos los motivos por los cuales ese gobierno, que lógicamente responde al sistema capitalista, ofrece un bono de esta categoría. En ese sentido, debemos tener ciertas certezas. Entre ellas, es que el sistema es despiadado, que existen injusticias enormes, que al capitalismo no le importa la gente, le interesamos únicamente como creadores de valor para que los poderosos se enriquezcan a costa de nuestra felicidad, o como simples entes de consumo. Lo que nos lleva a una conclusión parcial: Pensamos que el Estado capitalista de Corea del Sur gastará esa cantidad de dinero no porque los integrantes de la cúpula sean buenas gentes, sino porque el sistema tiene que seguir funcionando para garantizar los intereses de los poderosos. Por lo tanto, esta medida es paliativa, ya que tiene el objetivo de que la sociedad no explote en depresión y que las personas continúen siendo entes de consumo.
Es verdad que el capitalismo conduce a la degradación de todos los espacios, que el mundo está muy mal, pero entonces ¿cómo resistimos? Deprimidos, lo dudo. Es cierto que para ser completamente optimista y tener una actitud positiva todo el tiempo en la vida se tiene que ser muy insensible ante las tantas injusticias que acontecen en el mundo. Pero es cierto que tampoco podemos luchar deprimidos ni ser completamente pesimistas, de lo contrario la lucha deja de tener sentido. A los que resistimos y luchamos contra las injusticias se nos asocia generalmente como pesimistas. Y puede que seamos un poco, pero somos más optimistas que pesimistas, creemos que el mundo no puede ser eternamente fatal como lo es hoy, creemos que debe ser mejor.
El joven José Carlos Mariátegui hace una conceptualización y clasificación de pesimistas y optimistas. Menciona y critica un tipo de pesimismo profundamente negativo que se limita a la impotencia y desesperanza: “Es un nihilista que espera melancólicamente su última desilusión”.
Las actitudes negativas en absoluto son estériles. La acción se construye con negaciones, pero también con afirmaciones. En un primer momento negamos y repudiamos la realidad actual, pero después afirmamos que el mundo tenga que cambiar, que la vida es otra cosa. En estos tiempos es necesaria la rebeldía de soñar un mundo mejor.
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