Por La Época -.
No hay la menor duda de que el presidente Luis Arce es alguien honesto y comprometido con el estándar de valores políticos y morales de la sociedad vigente, y particularmente militante de los valores del tipo de sociedad que pretende superar, de manera efectiva y no testimonial, el orden capitalista de la vida social.
Las muestras reales y no discursivas de su rechazo a la hipocresía capitalista es altamente conocida por el equipo de ministros y autoridades de Estado que acompañaron a las distintas gestiones del gobierno del presidente Evo Morales (2006-1019). Arce no era de los que se encandilaba por las llamadas telefónicas de empresarios extranjeros y bolivianos para solicitar una reunión de información o para presentar algún proyecto de carácter técnico para implementar en el Estado Plurinacional. Eso lo saben hasta los empresarios.
La actitud del entonces ministro de Economía de Evo Morales y actual presidente del Estado Plurinacional es la misma, no ha variado. Arce sabe que el capitalismo se mueve en base a la fetichización de la mercancía y, en el mundo actual, todo, incluida las relaciones personales, se han fetichizado. Ya el filósofo de Tréveris nos alertó sobre las consecuencias de ese tipo de “cualidades” de la mercancía en el comportamiento de las clases sociales y los individuos.
Esa posición, que la mantiene desde su militancia en el socialismo boliviano según se sabe, incluso se distanciaba mucho, con razón o no, de las acciones abiertas que otras altas autoridades tuvieron en catorce años al asistir a fiestas sociales o jugarse partidos de futbol con sectores hegemónicos de la burguesía boliviana, quienes, a pesar de eso, no dudaron en financiar el golpe de estado de 2019.
El problema de Arce, entonces, no es su posición de irrenunciable condena a los “negocios” abiertos o encubiertos con sectores empresariales o su rechazo al uso del poder para beneficio personal. Que haya preferido quedarse en su pequeño departamento en la popular zona de Miraflores antes que gozar de las comodidades de la Residencia Presidencial de San Jorge, es algo que dice mucho y para bien del tipo de personalidad del actual presidente.
Entonces, son estupideces de marca cañón o lecturas absolutamente interesadas de quienes usan la donación de dos vehículos, robados en Chile, a una organización social y a la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), para tratar de construir un manto de sospecha sobre el actual Jefe de Estado.
El problema del presidente Arce no es ético-moral, es de obviar la consideración de los tiempos políticos en la toma de decisiones. Y los tiempos políticos tienen múltiples determinaciones, entre ellas la de relación de fuerza de un determinado momento. El actual presidente tarda en tomar decisiones, esa es una verdad, pero eso no implica que su comportamiento cotidiano esté alejado de los principios ético-políticos aprehendidos e internalizados en su práctica política desde su concepción filosófica distinta a la capitalista.
El presidente boliviano debe saber que está enfrentando una guerra híbrida cuyos operadores están dispuesta a utilizar cualquier decisión tardía para molerlo en una trituradora humana. Un ministro, no vale un gobierno.
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