Me encontré con un librazo, en realidad fue un regalo inesperado de mi amigo de lectura, creo que me vio un poco ansioso en mi búsqueda de releer al Vico, “La del Estribo se llama”, es la obra completa de la editorial 3600, en la introducción, Manuel Vargas Severiche nos muestra diferentes apuntes en diferentes temporalidades, unidos hicieron 6 retratos, le pone el Cherry sobre la torta, en una de esas dice “se presenta por primera vez una edición de su obra completa. Legal y oficial, para pena y jolgorio de los piratas”.
Seguido de un comentario de Marco Basualdo, “El antropólogo”… “¿antropólogo?”. “Sí. Es que conozco todos los antros”. Marco dice que el Vico nunca abandonaba su sarcasmo ni en las peores depresiones provocadas por el alcohol, muestra muchas anécdotas más, rebusca en algunos pasajes y lo sintetiza para contarnos hermosos pasajes a su lado.
Este 24 de mayo se recuerdan 17 años de la muerte de Vico Viscarra. Su obra es muy pequeña pero extensa, en el sentido de mostrar el desamparo del hombre moderno, hace una radiografía de la ciudad de La Paz mostrándonos sus calles, sus bares, sus crímenes, sus secretos y su frío, prácticamente congelada en sus recuerdos.
Son seis pequeños textos con cuentos cortitos, «Coba: lenguaje secreto del hampa boliviano» (1981), «Relatos de Víctor Hugo» (1996), «Alcoholatum y otros drinks – Crónicas para gatos y pelagatos» (2001), «Borracho estaba, pero me acuerdo» (2002), «Avisos necrológicos» (2005), «Ch’aqui fulero – Los cuadernos perdidos de Víctor Hugo Viscarra» (2007, póstumo).
Viscarra nos relata la marginalidad de La Paz, la muchedumbre solitaria, fuera de la racionalidad citadina, la embriaguez y esa falta de claridad a la que llamamos el “ch’aquí”, hay un dicho popular “el ch’aquí es un estado de gracia” pero puede convertirse en ideas oscuras. Por eso su literatura llego a un público con un nivel de cultura diferente, un escritor debe colocar su obra a un lenguaje metafórico adecuado, Viscarra escribe desde su cotidianidad y sin pelos en la lengua, por es su primer texto es Coba: “lenguaje secreto del hampa boliviano».
El mismo Viscarra dice, “Coba”, palabra que no halla cabida en diccionarios ni enciclopedias puesto que su cuna es humilde”, el lumpemproletariado creo su propia narrativa, omnipresente en los submundos de las ciudades.
De pronto se convierte en una especie de Oliver Twist del genio novelista Charles Dickens en la manera de detallar la atmosfera social, de salir de su casa y convertirse en un niño huérfano, pero valerse por sí mismo. Marx decía: que en sus libros se proclaman más verdades que en todos los discursos de los políticos y los moralistas de su época juntos.
En “La muerte de Ivan Ilyitch” de León Tolstói, recuerda que todos los seres humanos hasta los más productivos están destinados a la muerte y que en su lecho de muerte toman conciencia de su vida y sus potencialidades desperdiciadas. Algo así es lo que le pasa a Vico, al final del camino nos dejó un legado, una fracción de desarrollo de su existencia.
Los cuentos de Víco narran su propia existencia, lo consciente e inconsciente de su realidad, donde no existe una línea divisora entre su niñez y su adultez, el mismo narra “Nací viejo, mi vida ha sido un tránsito brusco de la niñez a la vejez, sin términos medios”. No tuve tiempo de ser niño. Hay una pelota nuevita, guardada en algún rincón de mis recuerdos. Lo más lógico ha de ser que yo sea un verdadero niño cuando me llegue la vejez.
En esos momentos al leer su existencia, se me erizo la piel, sentí su dolor, un alma partida, desde niño estuvo orillado a la marginación, al hambre, al frío y al abandono, pareciera que la obra de Marx y del Vico caminaron juntos, “La historia de todas las sociedades, hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”, un retrato de los hombres, de las injusticias que enfrenta el hombre moderno.
En su obra no existe una línea divisora entre la lucidez y la embriaguez, no existen las barreras psicológicas y sociales entre el pensamiento y la acción, es precisamente donde se construye el mundo mítico de la subalternidad donde hombres y mujeres son realmente iguales, y cuando están en pie de la igualdad simplemente tienen para compartir su mera humanidad.
Hay momentos desesperados en la vida de una sociedad, “la tiranía de los impotentes” que persiste hasta hoy, que es una tensión necesaria e inevitable entre la vida y la muerte. Viscarra se vuelve inmoral al mostrarnos habitantes dentro de su propio margen, personas con su propia subjetividad dentro de su identidad y que esta fuera de ellos, un escritor que viaja por muchas generaciones.
Nunca le intereso ser un escritor popular, sin embargo, se convirtió en un referente de la literatura paceña, eso lo convirtió en un escritor estoico y austero, soñador y humilde, y altanero como todos los fanáticos. Una persona irreverente.
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