Canciones del mar (Intiedit, 2023) de Silvio Rodríguez es un libro obligatorio para cualquier fanático del trovador cubano, quien en septiembre de 1969 se sube a un motopesquero “Playa Girón”, junto a unos 100 hombres veinteañeros, pioneros de la incipiente Flota Cubana de Pesca, rumbo a las costas occidentales de África. Su amigo Francisco León, que trabaja en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), le regaló una grabadora para que pudiera grabar sus canciones, ya que algunas de ellas se habían extraviado.
En esos largos cuatro meses de viaje escribió 62 canciones, de las cuales hasta el día de hoy solo 14 salieron a la luz, entre ellas están “Ojalá”, “Resumen de noticias”, “Cierta historia de amor”, “El Rey de las flores”, “Al final de este viaje”. Además de eso, el libro trae dos cosas muy importantes: la primera son las partituras de muchas de las canciones; y la segunda, el sistema QR que te direcciona a las canciones en Youtube.
La boliviana editorial IntiEdit, en su Colección Música, hizo todo el esfuerzo para traernos este libro publicado por primera vez en 1996 por Ediciones Ojalá y la segunda por la Editorial José Martí, del Instituto Cubano del Libro, así que para la fanaticada de Silvio nos debiera enorgullecer producir un libro de semejante envergadura.
En la nota editorial del libro, “Silvio Rodríguez y Bolivia”, hecha por Karina Acuña Nogales, Javier Larraín y Boris Ríos Brito, dan a conocer la llegada del trovador a nuestro país, acompañado de Vicente Feliú, el año 1983. Entre los pormenores de esa visita nos cuentan que la gira fue organizada por la Central Obrera Boliviana (COB) a cargo de su secretario de Cultura, Nilo Soruco, quien contactó a César Junaro de Savia Nueva para que se encargara del sonido; en la organización también estuvieron la Confederación Universitaria Boliviana (CUB), la Confederación de Estudiantes de Secundaria de Bolivia (CESB), el Instituto Boliviano de Cultura (IBC), la Defensa Civil, entre otras instituciones.
Esta gira fue en solidaridad con las zonas de Bolivia que sufrían de una sequía que afectaba sembradíos, y además las inundaciones en otras zonas. Los conciertos fueron en el Coliseo de la Coronilla de Cochabamba, en la plaza principal de Siglo XX y en el Teatro al Aire Libre Jaime Laredo en la ciudad de La Paz.
Igualmente nos describen la segunda llegada de Silvio Rodríguez a la ciudad de Santa Cruz, el año 2013, que inició con el dúo de trova Negro y Blanco, de Christian Benítez y Mario Ramírez Ballivián. Además, un dato importante que me contó Mario, en palaras concretas: “fue muy importante para nosotros, primero por el hecho de que Silvio nos haya invitado para abrir el concierto acá en Bolivia, había una lista de posibles personas que podían abrirlo; al final nos escribieron desde Cuba para hacernos partícipes. Años antes, en 2007, nos conocimos con Silvio en Lima, fuimos a dar unos conciertos, nuestra amiga Miryam Quiñones organizó un encuentro con trovadores, nos presentamos como Negro y Blanco, un grupo de Bolivia, Silvio nos dijo que nos conocía, nos sorprendió mucho, un amigo nuestro le había hablado de nosotros, el gran Vicente Feliú”.
Por mi parte, ese 2013 en el periódico chileno “El Ciudadano” publiqué un artículo llamado: “Silvio Rodríguez le canta a Bolivia”, me quedé con una frase que la repitió en el concierto: “Me siento deudor del pueblo boliviano y del ejemplo de su presidente, este país está dando una lección de dignidad al continente”, hablando de Evo Morales.
Algo que me llamó muchísimo la atención fue la nota editorial y el pasaje de Silvio Rodríguez y Vicente Feliú por Bolivia. Haciendo memoria, unos años antes, en mayo de 1980, Vicente vino para Bolivia al Evento de la Organización Continental Latinoamericana de Estudiantes (Oclae), además de tocar en diferentes colegios en la ciudad de La Paz, en uno de ellos para despedirse del público cantaron “Hasta Siempre Comandante”, de Carlos Puebla. Después se trasladaron a una casa particular, estaba acompañado de Augusto Blanca, Lázaro García, Sareskita Pantoja Escalona, y en eso comenzaron a escuchar disparos y bombas, esto pasó antes de efectuarse el golpe de Estado encabezado por dictador Luis García Meza, entonces los detuvieron, los golpearon y los interrogaron. Todo este arresto fue organizado por las tropas del coronel Luis Arce Gómez, jefe del G-2 del Ejército.
En palabras de Feliú: “estábamos en una dependencia del Ejército boliviano, tras la golpiza nos interrogaron un cubano y un argentino, posibles ‘camaradas’ de la Operación Cóndor. Pensamos: ‘Bueno, hasta aquí llegamos’”.
Al día siguiente los presentaron como un comando terrorista que había puesto bombas en la ciudad de La Paz, que también fue un chivo expiatorio, culpando al gobierno civil de Lidia Gueiler, gran pretexto para derrocarlo.
En todo eso tengo que alegar que mi tía Sonia Salazar Ordoñez, la cual me dio el empujonazo a la izquierda desde que tengo uso de razón, junto a Julio Tumiri Javier, el fundador de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (Apdhb), fueron a la cárcel a pedir la liberación de los trovadores, hecho que le significó la persecución por la dictadura que meses después se impuso.
Acorde a eso, Feliú cuenta que “juntos a dos jóvenes bolivianas que nos acompañaban y sin que pudiéramos decir ni una palabra nos presentaron ante la prensa internacional, fue que se supo públicamente que estábamos detenidos en La Paz”.
Después se generó una movilización, encabezada por Luis Rico y Jenny Cárdenas, entre muchas personas, incluyendo estudiantes, obreros y otros sectores populares.
En síntesis, un libro que no pasa desapercibo, una nota editorial plagada de historia… Tres años después Feliú regresó con Silvio Rodríguez a Bolivia, en democracia, en el gobierno Hernán Siles Suazo.
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