Por Edmundo Juan Nogales Arancibia (Abogado)-.
El pasado miércoles 12 de julio fue publicada una columna de opinión en el periódico El Deber con el título: “En esto termina el populismo SS XXI”. Allí se exponen varios argumentos que se pueden demostrar que son inválidos respecto a la realidad de Bolivia, y que es necesario desmentirlos para dar a la población la posibilidad de contrastar enfoques, ya que el espacio de la opinión pública debe llegar con datos y al menos un mínimo de objetividad para ser presentados.
Evaluemos sus cinco principales argumentos, contrastando algunos datos –porque las cifras no mienten–, que nos mostrarán cuánta carga subjetiva sin sustento tiene ese artículo:
- “Los 16 años del populismo masista, dirigidos desde Cuba, han dejado trágicas secuelas en Bolivia”.
La vertiente que ha llamado a los gobiernos de izquierdas o progresistas en América Latina desde hace varios años, como gobiernos sometidos a las “dictaduras de Cuba y Venezuela”, tiene origen en la política anticomunista impulsada desde los Estados Unidos luego de la Revolución cubana.
En aquel entonces, Estados Unidos financió desde su política exterior todo un movimiento para “frenar la amenaza comunista”, que podía extenderse en la Región en el contexto de Guerra Fría, frente al bloque soviético; y continúa haciéndolo hasta hoy con su política de intervencionismo con el disfraz de “apoyo a la democracia”.
- “El rasgo más trágico es la destrucción de la verdadera democracia que el pueblo de Bolivia recuperó de las sangrientas garras del Plan Cóndor en 1982. La Carta Democrática Interamericana de la OEA”.
El autor omite señalar que esa política anticomunista norteamericana organizó y financió la ejecución del Plan Cóndor. Como señala este fragmento publicado en el New York Times el 12 de abril de 2019 por Ernesto Londoño: “Estados Unidos apoyó en distintos niveles las juntas militares que tomaron el poder en América Latina durante la Guerra Fría. Los oficiales militares latinoamericanos recibieron capacitación en técnicas violentas de contrainsurgencia en la Escuela de las Américas, mientras Washington acudía a esos gobiernos aliados para detener el paso de movimientos comunistas en la Región”.
- “Hoy existen más de 250 presos, perseguidos y refugiados políticos, que luchan por la libertad de la patria”.
Un rasgo de ese tinte anticomunista es llamar “héroes” a quienes perpetraron los crímenes y masacres cometidos el año 2019 por parte del gobierno de facto del que fueron autores gente como Luis Fernando Camacho. Para corroborar esto basta ver el informe final de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), presentado en 2021, que concluye que hubo ejecuciones sumarias y masacres. Por lo tanto, estas deben ser sancionadas y los autores procesados. No es menor argumento el que señaló Luis Fernando Camacho al confesar públicamente que su padre negoció con el Ejército el amotinamiento para pedir la renuncia del Presidente del Estado en aquel momento.
- “Bolivia es un país al borde de la bancarrota, como lo demuestran las diferentes calificadoras internacionales de riesgo”.
Ninguna de las calificadoras de riesgo que emitieron criterios respecto a la economía boliviana señalaron que el país estuviera cerca a la bancarrota. Lo que señalaron fue el bloqueo interno a la gestión económica. Sin embargo, un elemento que demuestra la solvencia económica del país son las evaluaciones de organismos internacionales que viabilizan los créditos, entre ellos el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento (CAF).
Si nuestro país estuviera al borde de la bancarrota, la respuesta a la gestión de créditos sería negativa. Otro dato importante para hacer una evaluación es el de la deuda externa, que en este momento representa el 29,2% del Producto Interno Bruto (PIB), instalada por debajo de los márgenes recomendados por organismos internacionales, en contraste a 2020 cuando llegó al 31,1%. Esta reducción en porcentaje responde al crecimiento del PIB, ya que la deuda se mide en proporción al tamaño de ese indicador.
- “En lo social tenemos el segundo país más pobre de Sudamérica”.
Es penoso ver este tipo de evaluaciones cuando en los hechos Bolivia es el país en América Latina que más ha reducido la pobreza extrema y moderada. En 2005 el índice de pobreza llegaba al 39,6%, y la pobreza extrema al 22%. En 2021 esos indicadores bajaron al 10,2% de pobreza y 3,9% de pobreza externa, convirtiéndonos en el país que más rápido redujo sus niveles de pobreza en la Región. Y estos son datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), abiertos a libre consulta en su página oficial.
Otro indicador muy ilustrativo para evaluar la pobreza en un país lo expone Vaclav Smil, profesor emérito en la Universidad de Manitoba de Canadá, en su texto Los números no mienten, donde señala que la mortalidad infantil es un indicador importante para evaluar el nivel de pobreza y calidad de vida, porque reúne varias condiciones críticas. Por ejemplo, atención sanitaria, atención prenatal, perinatal y neonatal adecuadas, nutrición de la madre e hijo, condiciones de vida y sanitarias y el acceso a asistencia social en un periodo crítico de la vida en el primer año. En este indicador Bolivia refleja la mayor reducción de mortalidad infantil en la Región. El año 2005 la tasa de mortalidad de bebés era de 43 por cada mil nacidos vivos. En 2021 bajó a 20 por cada mil nacidos vivos.
Estos cinco elementos conducen a conclusiones distintas de las señaladas por el autor del artículo. Primero, que el movimiento antiprogresista que representa el autor no expresa ideales democráticos, sino ultraconservadores que no reconocen los avances y transformaciones de nuestro país. Y segundo, su lectura sesgada de la realidad le lleva a interpretar una situación de crisis que les es útil a ese tipo de movimientos, para tratar de implementar una agenda neoliberal que la presentan con el rótulo de liberal.
Bolivia ha cambiado mucho en estos años, y sigue cambiando en un contexto crítico para la economía mundial. Eso también debe ser enfocado hacia la población.
Deja un comentario