Por Daniel Hinojosa Pimentel * -.
El colapso económico y moral en los países derrotados en la Primera Guerra Mundial permitió que en estos surjan regímenes totalitarios basados en terror y violencia. Estos se caracterizaban, dentro de un nacionalismo, por ser antidemocráticos, clasistas y racistas; anularon libertades como la de expresión, de prensa, de afiliación, entre otras. El fascismo clásico tuvo como base un partido político: un conglomerado de clases sociales caídas en desgracia que propiciaron grupos paramilitares con el objetivo de mermar cualquier movimiento de resistencia o de vanguardia como el obrero.
Cuando la idea del “fascio” llegó a Bolivia, alienó a ciertos grupos de excombatientes y de clase media que creyeron que era buena idea aplicar tal corriente en un país que no entendían. Un texto de un tal Johnson enaltecía la filosofía del fascismo que supuestamente era la filosofía de la acción o la violencia disciplinada. Es posible que los textos de este autor, difundidos por la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), y el marco bélico de la época, sirvieran de inspiración a los miembros de ciertos grupos: Cehga, militares que se pasaban haciendo grafitis antisemitas; Estrella de Hierro, oficiales en reserva cuyo integrante, un tal Roberto Prudencio, según Tristán Maroff, se declaró nazi en pleno Parlamento y llevaba un bigote al estilo de Hitler, características que compartía con un tal Carlos Puente, diputado por Cochabamba y fundador de Acción Nacionalista Boliviana, un grupo oriundo de Cala Cala que imitaba en todo a las Camisas Pardas. La existencia de estos grupos fue efímera y algunos de sus miembros terminaron en la Falange Socialista Boliviana (FSB).
El ascenso del fascismo clásico coincidió con el socialismo militar y llegó al clímax con Villarroel. Estos gobiernos fueron acusados de fascistas por la violencia aplicada. En los hechos, la oligarquía se opuso a los cambios en la estructura socioeconómica: se reconoció los derechos civiles de la mujer; se nacionalizó por primera vez recursos naturales y se creó YPFB; se promulgo la Ley General de Trabajo y el ministerio correspondiente. Villarroel fue más allá y dio voz a los que no la tenían; a nivel subnacional reconoció el derecho político femenino; abolió el pongueaje y organizó el Primer Congreso Indígena. Pero estas políticas fueron rechazadas por la izquierda y por la derecha que tras varios intentos de golpe de Estado, y a un episodio específico al que Lechín se refirió como la “primera vez en la historia boliviana los muertos no son del lado de los pobres”, conformaron el Frente Democrático Antifascista que colgó al Presidente.
El dogmatismo de los partidos de izquierda de esa época podría explicar su desorientación y afán de adaptar la realidad del país a las corrientes que seguían, de ahí su fracaso y alianza con la derecha. Esto debe servir de lección: se está saliendo adelante, las discrepancias deben ser resueltas sin retrocesos, sin olvidar por qué y para qué se lucha.
* Economista político.
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