
En el presente artículos haremos un apretado resumen de Resistir y retornar: avatares del proceso decisional en el MAS-IPSP, libro de Fernando Mayorga. Los prólogos de Coubert y Jaureguí señalan que el objeto central de aquel trabajo es dilucidar los pormenores de la transición del Movimiento Al Socialismo (MAS) de partido de gobierno a partido de resistencia, para, nuevamente, pasar a ser partido gobernante, aunque atravesado por una rearticulación de su núcleo organizativo. Es decir, los cambios que ha vivido el MAS desde que su líder fuera derrocado en 2019, su rearticulación en 2020 y su subsecuente reorganización hasta nuestros días. Un lapso signado por dos tendencias que identifica el segundo prólogo: ni el MAS tiene la capacidad hegemónica de antes, ni Evo Morales goza del poder que solía tener, al menos en cuanto a la toma de decisiones.
En todo este estudio, comenta Jaureguí, destacan cinco dilemas que atraviesa el MAS: 1) La relación entre el MAS y el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP) o la estructura orgánica y la estructura partidaria, que suele expresarse en la contradicción entre orgánicos e invitados, pero donde se notan otros faccionalismos dentro del mismo campo popular, como el que hoy se da entre los sectores cocaleros del Chapare y los aymaras de la región andina; 2) La rutina del liderazgo carismático de Evo Morales y la necesidad del MAS de preservarse con o sin él; 3) La tensión entre partido y Gobierno, cada día más convulsa, debido a que la coalición dominante (imaginamos que con ello se refiere a las organizaciones populares que lo sostienen) ya no es el principal nexo entre militantes y el Estado, lo que se evidencia en la asignación de candidaturas y cargos; 4) Las pulsiones generacionales y de género que, de alguna manera, enfrentan a nuevos liderazgos situacionales –como los llaman– con la vieja estructura dirigencial, en términos de valores y proyecto; y 5) La capacidad del MAS para adaptarse a los nuevos clivajes sociales que han emergido en las últimas décadas y que condicionan la identidad política de los bolivianos.
La introducción del autor remarca el objetivo central del libro: analizar qué tipo de transformaciones se han dado al interior del MAS y su proceso decisional en la actual coyuntura, para lo cual hace algunas precisiones conceptuales. Se parte de la premisa de que el conflicto es consustancial a cualquier orden social, se advierte sobre los obstáculos metodológicos del anacronismo y la inercia normativa (el primero consiste en limitarse a hechos inmediatos y de forma descriptiva, sin tomar en cuenta que existen temporalidades con lógicas propias que deben llevarnos a diferenciar unos periodos de otros; mientras que el segundo denota la influencia de filias y fobias subjetivas en la apreciación objetiva de la situación). Una vez aclarado esto se recomienda identificar actores personales y colectivos en un mapa que, junto con la delimitación temporal necesaria, permitan graficar una “coyuntura crítica” o momento de condensación de la conflictividad y el proceso político decisional. En dicho contexto, hay actores estratégicos, que son los que cuentan con recursos materiales o simbólicos que les permiten provocar o resolver problemas. Siguiendo a Panebianco, se propone dibujar un mapa de poder organizativo en el que, además de actores, se distingan las reglas de juego formales e informales en las que los participantes están obligados a circunscribir sus acciones. Dichas reglas configuran escenarios que contienen sus propias reglas, sean institucionales o no institucionales, la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), la calle, etcétera.
El primer capítulo es un exhaustivo análisis de la coyuntura crítica que le siguió a la consumación del golpe de Estado en contra de Morales, en la que se observan momentos por los que atraviesa el MAS-IPSP. Primero, un desconcierto organizativo (el autor no usa este término) que se da entre las propias organizaciones sociales que sostenían al Gobierno, entre las dirigencias de estas y sus bases y entre sus máximas instancias de decisión, entonces exiliadas, asiladas o apresadas. Un periodo intenso en el que se dan transformaciones significativas, como la expiración de la Coordinadora Nacional por el Cambio (Conalcam) como instancia de coordinación popular y una revigorización del Pacto de Unidad. Le sigue casi inmediatamente un momento de reorganización en el que emergen nuevos liderazgos tanto en el campo popular como en espacios institucionales como la ALP, con Andrónico y Eva Copa como figuras centrales, reordenando las filas del MAS y devolviéndole, hasta cierto punto, su carácter de instrumento popular, aunque sin independizarlo por completo de la cúpula dirigencial tejida en torno a Morales.
La definición de la estrategia a tomarse frente al gobierno de facto es el producto de esta reorganización, en la que se postula al actual binomio presidencial, pero donde comienzan a darse las primeras tensiones y divisiones dentro del campo popular y su representación legislativa, diferenciándose, al menos discursivamente, a conciliadores de radicales, con los últimos pidiendo el regreso de Morales y la renuncia de Áñez. Se imponen los primeros, que más bien oficializan la renuncia de Morales, pero logran fijar la realización de nuevas elecciones. La súbita aparición del Covid-19 modifica el escenario político, marcando un nuevo tiempo de debilitamiento del gobierno de Áñez y el fortalecimiento de las organizaciones sociales, incluso por encima del liderazgo de Morales, y con nuevos dirigentes como Gutiérrez y Quispe en la vanguardia de la resistencia, pidiendo la no postergación de elecciones.
En todo este proceso el autor hace varios tipos de análisis, donde destacan dos metodologías: la primera, el análisis centrado en actores, en que se identifican actores estratégicos y se describe y analiza su comportamiento, sus estrategias y las relaciones entre ellos, con la conformación del “grupo de Buenos Aires” o los “autoconvocados” y la intención de proscribir al MAS en las elecciones de 2020, por ejemplo; y una segunda metodología, no menos interesante, basada en el análisis de las reglas formales y en la influencia de las instituciones formales de la política, de donde surgen figuras como la de gobierno dividido, división horizontal del poder, control contramayoritario y control multipartidario, mediación política entre bases y dirigencia, entre otras. Una combinación atrayente entre agencia y estructura.
El segundo capítulo, El camino a la victoria electoral, examina la recomposición del MAS en la definición de los candidatos para el binomio presidencial como un proceso sumamente contencioso que incluso puso en peligro la continuidad de la sigla, debido a las tensiones entre la cúpula de Buenos Aires y las bases sociales en el país, que tampoco eran un actor compacto, sino uno escindido principalmente entre las organizaciones del Trópico, los sindicatos campesinos de la región andina y el sector obrero organizado en la Central Obrera Boliviana (COB), donde destacaban, antes que nada, las figuras de Choquehuanca, Andrónico y Gutiérrez. Lo sorprendente es que, a pesar de que se impuso la decisión de Morales de postular a Arce, los esfuerzos del campo popular terminaron por impulsar al MAS no solo gracias a los efectos de la pandemia y la terrible gestión de Áñez, sino por la convicción de los actores en la democracia como espacio de disputa política, con la COB y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb), cada una por su lado, presionando para que no se posterguen elecciones en julio y agosto, incluso a pesar y en contra de Morales, lo que lleva a Mayorga a advertir sobre las miradas simplistas como las de “confianza en las instituciones” que, de ser ciertos, deberían anticipar poca participación electoral o incluso apatía.
En todo caso, el campo popular, desde la ALP hasta los sindicatos, actuaron con un solo fin en la campaña: dándose espacios de cooperación entre Copa y Arce, entre Choquehuanca y Rodríguez, sin que por ello se dé una división del partido, a pesar, y esto es lo central, de que el binomio presidencial no era el inicialmente propuesto por las bases. Por otro lado, el estudio de la campaña da cuenta de que se trató de una donde los centros decisorios eran varios y no coordinados, dándose distintas instrucciones, a veces contradictorias, pero que terminaron convergiendo. La unificación del campo popular es el dato central de esta coyuntura.
El tercer capítulo es el más rico del libro, tanto en información como en valoraciones teóricas sobre el estado de situación del partido más grande en la historia del país. En principio, se centra en la última etapa del MAS-IPSP desde que recuperara su condición de partido oficialista, a través de los siguientes hitos: la asunción del binomio presidencial al mando del Estado y el retorno de Morales al país, las elecciones subnacionales de abril de 2021 y el Congreso Ordinario de agosto de ese año. Tres episodios a los que se suman la inmediata campaña de reposicionamiento orgánico del expresidente a partir de su condición de máxima autoridad del partido y cabeza de la principal organización social dentro del Pacto de Unidad, la selección de candidatos impuesta por la Dirección Nacional alineada a su liderazgo y la elaboración del Manifiesto de Lauca Ñ, también centrado en torno a su figura.
El autor aquí pasa a analizar el propio funcionamiento del MAS-IPSP y su organización tanto normativa como propiamente orgánica. Se revisan los tres estatutos orgánicos de 1999, 2012 y 2021, y los cambios en la manera de funcionar del partido que aglutina a una gran parte del mundo popular, pero de forma particular. Después de revisar el funcionamiento del partido, se analiza a una de las organizaciones centrales que lo componen: los cocaleros del Chapare. A todo esto, debe añadirse un estudio de la ideología masista a partir de un análisis discursivo de esos documentos, todo sin perder de vista el rol del liderazgo de Morales en la estructuración de ese armazón orgánico, pero tampoco limitándose a él.
Pero no solo se habla de Morales, sino también de la forma en la que se han ido tejiendo relaciones y estableciendo estructuras jerárquicas entre los sujetos colectivos que conforman el MAS, donde los cocaleros del Chapare son centrales, pero no los únicos, siendo relevantes otras organizaciones campesinas de base territorial, sobre todo en Cochabamba, y a veces, pero de forma subordinada, los “bloques”, que incluyen organizaciones al estilo Columna Sur, de mayor impronta urbana.
A mi juicio, el mayor aporte de este capítulo consiste en posicionar al MAS-IPSP no como la expresión de lo nacional popular en Bolivia, sino como un sujeto que ocupa un lugar central en este campo (pues lo nacional popular es eso, un campo, no un sujeto), y donde la capacidad de irradiación de dicho campo dependen de algo más que la capacidad de lectura de los dirigentes del MAS, en este caso de Morales, por ejemplo de las disyuntivas y convergencias de los actores que se mueven en este campo, quienes determinan la fortaleza o debilidad del MAS. Un campo que hoy tiene su centro neurálgico en el Chapare, pero que pierde su valor sin El Alto, la región andina, los liderazgos emergentes del mundo sindical y donde la COB podría volver a ser central en algún momento. En todo caso, un capítulo que debemos revisar varias veces en orden de entender bien la coyuntura actual.
Se puede adelantar que si bien Morales no ha dejado de asumir una postura hiperactiva en el centro del partido, este sufre de la rutina de su carisma, como apunta Mayorga, pero además de un problema todavía peor como es la incapacidad de entender el campo en el que se solía mover naturalmente: lo nacional popular.
El colofón advierte que la crisis respecto a la redefinición del modelo decisional dentro del MAS no se ha resuelto, sino que se ha agudizado desde el retorno de Morales, quien a partir de su condición de presidente del MAS ha emprendido un proceso de fortalecimiento del partido alrededor de su figura vía disciplinamiento de la corrupción y la traición. Aquello se podría entender en el marco de una reforma moral e intelectual que debe ser seguida por otra programática, aunque no brinda un criterio sobre los derroteros que podría tomar este proceso. Una de las cosas que advierte es que su hiperactiva campaña ha llevado a la rutinización de su liderazgo.
El posfacio del libro indica que el problema del modelo decisional no ha sido resuelto y ha transformado la principal cualidad del MAS, la unidad de todo el campo popular, de un atributo pragmático a un recurso retórico. Pese a que se han producido ya tres reuniones entre Morales, Arce y Choquehuanca, junto a un congreso nacional, no se ha restablecido ningún modelo decisorio, apareciendo nuevas discusiones, como la aparente contradicción entre radicales y renovadores, pero sin resolver dos cuestiones fundamentales: aprender de los errores que llevaron al golpe de Estado de 2019 y un debate sobre la orientación programática del proyecto político, que tuvo un giro tal vez demasiado instrumental en 2013 con la Agenda Patriótica.
Dicha discusión debe proponer nuevas soluciones para un contexto que se transformó mucho en la última década, en relación a problemas como el desarrollo, el mundo postpandemia, etcétera.
Finalmente, deben atenderse algunos tópicos que han emergido en la discusión del nuevo modelo decisional: la antinomia renovación/continuidad; la relación entre lo partidario y lo orgánico y la definición de las candidaturas. Una de las soluciones que propone Mayorga es que se bajen todos y que la disputa se traslade al campo programático y doctrinario y deje de centrarse en los liderazgos y sus recursos de poder… conclusión sin duda bien intencionada, pero ingenua a la luz de los hechos.
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