julio 10, 2025

El uso de la mentira no es revolucionario


Por La Época-.


La mentira como técnica para hacer política merece ser extirpada. El acudir a las medias verdades de manera deliberada o a información de la que se sabe su falsedad, solo con el objetivo de producir efectos políticos de provecho particular, es irresponsable con la población a la que se dirige todo político y además una muestra del grado de descomposición de la política.

Las fake news se han convertido en una de las formas más recurrentes que las fuerzas conservadoras utilizan en las campañas electorales o en sus planes de desestabilización de gobiernos de izquierda y progresistas. Estas “noticias falsas” tienen en los medios hegemónicos y en las redes sociales sus canales privilegiados para “apropiarse” del imaginario colectivo y construir la posverdad. No pocas veces esa “verdad fabricada” ha sido la antesala de golpes de Estado. La mentira hay que verla más allá de toda consideración moral.

Pero lo más grave es que el uso de la mentira o las medias verdades sea empleado desde la izquierda y el progresismo. El cuestionamiento ético-moral es aún mayor que cuando se origina en la derecha, pues se supone que la izquierda es portadora de valores distintos. Es más, no hay foro político, nacional e internacional, en la que la izquierda y el progresismo no haya denunciado a la derecha por recurrir a los fake news para desgastar gobiernos y si es posible producir su caída.

Y la preocupación es mayor cuando una facción o grupo de izquierda usa las “noticias falsas” para oponerse a otra facción de izquierda en el gobierno. Eso contribuye al desprestigio de las ideas y las prácticas políticas de las fuerzas populares en general, debilita el paradigma de la lucha anticapitalista y hace que la gente no encuentre diferencias con lo dicen y hacen las fuerzas de derecha.

La política en general debería prescindir de este tipo de acciones que buscan ganar adeptos o afectar a gobiernos sobre la base del show. No se puede hacer política en la permanente victimización. Eso no educa a nadie, sobre todo si la perspectiva es la superación del capitalismo.

Pero la exigencia debe ser más grande para cualquier persona que haya ejercido la presidencia. Por encima de todo cálculo electoral, el militante de la izquierda no debe perder de vista que la verdad es revolucionaria. No se puede tan fácilmente acusar o denunciar sin pruebas fehacientes. Eso desprestigia más al que lo dice que al destinatario de sus palabras. Por eso, cuando un expresidente lanza mensajes a la opinión pública, debe de medir el impacto de sus palabras en la sociedad e incluso sobre su imagen misma.

El uso de la mentira o de las fake news no es un método revolucionario.

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