Por La Época -.
Entre todos los hechos que se han dado en esta apretada semana tan llena de acontecimientos, destaca uno por las profundas consecuencias que tendrá para el futuro del Movimiento Al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP): la reelección de Andrónico Rodríguez como presidente de la Cámara de Senadores con el apoyo de las dos bancadas de la oposición de derechas en dicha instancia, Comunidad Ciudadana (CC) y Creemos; cuyos votos fueron negociados a cambio de la aceptación de una agenda de nueve puntos que incluye, escandalosamente, el “respeto al debido proceso para presos políticos”.
Con esa acción la facción evista del oficialismo logró imponer a uno de sus miembros obteniendo una paupérrima victoria frente a sus rivales de la facción “renovadora”, pero a un precio inaudito: cruzó una línea de no retorno que la aleja ya definitivamente de la izquierda, el movimiento popular e incluso del más tibio progresismo. Con ello no solo se libera de toda responsabilidad a los autores del golpe de Estado de noviembre de 2019 y las masacres que le sucedieron, sino que se consolida una alianza fatal de una parte del MAS dirigida remotamente por el expresidente Evo Morales con quienes, irónicamente, impulsaron su derrocamiento. Y por si la paradoja no fuera suficiente, uno de los miembros del infame bando autodenominado “radical”, Leonardo Loza, descartó que se haya firmado un pacto, sino que simplemente se alcanzó un “consenso”. Palabra que pronunció con evidente tono burlón.
Se trata de un acuerdo que no pocos han asemejado con el famoso Pacto Patriótico que en 1990 el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) firmó con el partido del exdictador Hugo Banzer Suárez, la Acción Democrática Nacionalista (ADN), con el mismo propósito de viabilizar la gobernabilidad del entonces presidente Jaime Paz Zamora, consensuando con la fuerza política responsable del asesinato de varios de los miembros de su organización, razón por la cual se aseveró, sin exageración, en esos años, que se había “cruzado ríos de sangre”. Hoy es el MAS dirigido por Morales el que ha decidido trabajar codo a codo con quienes tiñeron las calles de Sacaba y Senkata con la sangre de más de una treintena de personas, muchos de las cuales eran, tristemente, fieles seguidoras del expresidente que ahora ensucia su memoria.
Como no podía ser de otra forma, los dirigentes de las principales organizaciones sociales que constituyen la base orgánica del MAS-IPSP (Csutcb, Cnmciob-BS y la Csciob) reaccionaron con indignación acusando de traición a los protagonistas del acuerdo legislativo, mientras, sugerentemente, los principales líderes de la oposición involucrados con el golpe de Estado, las masacres y el gobierno de facto, se regocijaban elogiando el acercamiento de quienes habían sido alguna vez sus más acérrimos enemigos. Si algo se ve como derecha, habla como derecha y actúa como derecha es, pues, derecha.
No obstante, por muy desalentador que pueda parecer el escenario que acaba de configurarse el lunes por la noche en la Asamblea Legislativa, este desconcertante acontecimiento no deja de ser un hecho afortunado para el movimiento popular que se movilizó heroicamente en 2020 para recuperar la democracia y devolver al MAS, su partido, al gobierno. Y esto debido a que la traición que acaba de cometerse ayuda a desenmascarar a los actores que pretendieron mostrarse como los representantes del pueblo humilde durante los últimos dos años, con una retórica “radical”, como ellos mismos se llaman, pero que se expone a sí misma como falsa cuando consuma este tipo de acuerdos con quienes desde 2019 ya ni siquiera se esfuerzan por aparentar ser sujetos democráticos.
Lo único que han logrado la facción evista, Andrónico Rodríguez y Evo Morales es haber desmoralizado a quienes hasta hoy c-reían seguir a un líder que los protegería. Por otro lado, no debe perderse de vista que este sea un paso táctico para provocar la renuncia adelantada del presidente Luis Arce, pero incluso esta posibilidad necesariamente requeriría una nueva interrupción de la democracia en Bolivia con alguna medida de excepción. Algo que difícilmente el pueblo, siempre capaz de sorprender con su heroísmo incluso en las peores circunstancias, permitirá.
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