Por Adolfo Mena Gonzales -.
Un golpe de Estado es una acción antidemocrática, pero ¿será que cualquier acción antidemocrática debe ser considerada golpe de Estado?
Esta dinámica nos debería traer de vuelta aspectos que son cruciales dentro de las diversas posturas y que, en la actualidad, se están manejando en el ámbito político por quienes otrora fueran aliados del Gobierno, y por los que manejan el recambio político, nuevos rostros.
Gabriela Montaño, en publicaciones pasadas, decía que “se desvirtuaba el golpe cuando se denunciaba mucho”. Lo mismo pasó con las consignas de lucha de antaño, como las huelgas de hambre, los bloqueos de caminos y otras más que en la actualidad no tienen el mismo efecto (o sea, el impacto positivo en las masas para sumarse a la consigna). Pero debe dejarnos pensando si ese decir de Montaño está asociado a que desea deslindarse y dejar de apoyar a personajes que ejercen roles de carácter antidemocrático.
¿Por qué decimos antidemocrático?, pues porque lo democrático es cumplir con lo que dice la mayoría. Si no permitimos, desde la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), algunas movilizaciones minúsculas por las propuestas de proyectos de bienestar del gobierno electo por mayorías del 55%, ¿es democrático? Obviamente no lo es.
Aquí llega la duda e incertidumbre sobre la gesta o no de un golpe de Estado por parte de esa mal llamada “ala radical”, que no deja gobernar y no permite avances en cuanto a lo programado en beneficio de municipios, localidades y departamentos; buscando un desgaste de imagen del Gobierno. ¿Con que finalidad? Pues la de tomar el poder. Ninguna lucha que impulsa tiene un carácter democrático, sino aspectos personales de promoción de una candidatura para retomar el poder, y que, por cierto, está saliendo muy mal ya que la popularidad de Evo Morales solo va en declive.
Mas allá de que Evo se esté hundiendo solo, lo malo es que nos está hundiendo con él, me refiero a todo el Movimiento Al Socialismo (MAS), porque cuando va mal el Gobierno debido a un mismo miembro de su partido ustedes saben el resultado que será: el de aborrecer al partido que nos llevó por ese camino, cosa que se reflejará en las elecciones y que nos terminará dando a cualquier mamarracho de Presidente, así como pasó en Argentina.
La susceptibilidad del golpe parte de algunos compañeros que han manifestado como un “golpe blando”, bajo el guión de Gene Sharp, puede tener sus matices. Igual pasó en el 2019, porque ya sabían Montaño y García Linera, y nadie hizo nada. Así se perdieron vidas humanas, por menospreciar la posibilidad de un golpe.
Lo mismo sucede ahora, algunos menosprecian esa posibilidad; pero si la experiencia ha enseñado algo a Latinoamérica es que los golpes siguen latentes. Por ejemplo, el caso de Pedro Castillo, o el Brasil que intentó tomar el Palacio por partidarios de Bolsonaro. Por lo tanto, no darle la relevancia al caso puede suscitar en caos más adelante.
Hoy, personajes como Montaño o García Linera, que dicen que sabían de datos, y que Carlos Romero tenía conocimiento de ello, deberían tener la decencia de mínimamente no opinar sobre golpes de Estado y denunciar esos actos de traición de Carlos Romero en vez de defenderlo (por su dejadez, voluntaria o no) y darle importancia a un posible golpe de Estado.
Efectivamente aún no es golpe de Estado, pero lo que está haciendo el “ala radical” es antidemocrático. Lo es y puede convertirse en golpe de Estado; puede convertirse, no tengan dudas.
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