febrero 14, 2025

Hubo un tiempo que fue hermoso

Titulé esta reseña con un fragmento del tema de Sui Generis Canción para mi muerte, variando el “fui” con el “fue”: “Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad…”.

El libro nos transporta a un lugar hermoso, al origen del rock nacional, es una vuelta por el pasado, a las primaveras del 68, a las revueltas universitarias, al art pop, al hipismo, a las guerrillas, a la Revolución cubana y al Che Guevara, a Woodstock, a las dictaduras del Plan Cóndor, a la revolución artística liderada por los Beatles y a la necesidad de desahogo crítico frente a políticas autoritarias y represivas que marcaron la historia de nuestro continente y del mundo; a la guerra de Vietnam, a la contracultura y todo lo que aconteció esos años maravilloso de la década del 60.

“Gran parte del mundo emocional de las personas está hecho de música y poesía, sea folklore, tango, rock o melódico. Las canciones definen como ninguna otra expresión del arte popular un espacio simbólico que guarda las claves genéticas de la cultura. Ellas llegan a nuestros corazones y, por algún motivo indescifrable, algunas se quedan para siempre”. Palabras del exbajista de Almendra, Emilio del Guercio.

La “nueva ola” paceña está impresa hasta nuestros días.

El libro Entre música y política: el rock de la nueva ola en La Paz, de Yelitza Pomacosi, historiadora y vocalista de la banda de heavy metal Raven Witch, hace un gran aporte investigativo para alimentar la historia de esa generación y ese mundo emocional de la cultura del rock, de la “nueva ola”. Esboza puntos de articulación histórico-culturales que sentaron las bases del constructo rock boliviano y la memoria social de aquellos días. El texto sale en su primera edición desde la editorial autónoma e independiente Rincón Ediciones.

¿Qué es la nueva ola?

Podemos llamar “nueva ola” a la ruptura de los géneros de música popular tradicionales.

La tecnología colaboró en gran parte con el reinado del disco de vinilo de 33 1/3 revoluciones cuando se impusieron los tocadiscos portátiles, que enseguida se instalaron en la habitación de los adolescentes. Los Simples y Long-Plays invitaban a la escucha reiterada de temas convertidos en bandera de identidad generacional. Fue entonces que el valor musical empezó a medirse según la distancia que separaba a la nueva música del gusto de los padres.

Como nos explica Yelitza: “a principios de la década del 50 se puso muy de moda Bill Halley, y a finales de esa década Elvis Presley. Influenciados por estos grandes de la música, y otros, salen a la luz The Beatles, quienes imponían la moda del rock and roll en el planeta”.

Esos antecedentes marcaron la denominación de la “nueva ola”. El concepto cobró forma con la idea de un colectivo de ídolos juveniles de la canción. Se trataba de un molde internacional. En Bolivia, los primeros proyectos estaban a cargo de Los Bonny Boy Hots, a la cabeza de Germán Toro, uno de los pioneros. Después está el esoterismo de 50 de Marzo y la psicodelia de Clímax.

En los años 60 se produce esta “nueva ola”. La investigación nos invita a redescubrir esa temporalidad, es un tiempo donde el vacío de la representatividad y el desmantelamiento de agrupaciones políticas por los gobiernos dictatoriales se da de modo permanente.

En el caso boliviano las dictaduras comienzan en 1964, con el golpe de Estado de René Barrientos. Esa década acontecieron dos hechos importantes: el primero, el año 1967, en junio, se produce lo que se conoce como la Masacre de San Juan, en la que los trabajadores mineros decidieron reunirse en un ampliado en la mina Siglo XX para discutir y debatir sobre el problema salarial y su postura en la participación en la guerrilla, lastimosamente, en la noche (de San Juan), en el tradicional festejo entre guitarreadas y fogatas, las fuerzas del Ejército atacaron el campamento minero con intenso fuego, dejando un saldo de 27 muertos; el segundo, es la guerrilla del Che y su asesinato a cargo de la CIA y los Rangers.

Esos hechos permitieron al rock, o la “nueva ola”, convertirse en un movimiento social para canalizar gran parte de la constitución de las identidades juveniles. Las dictaduras fueron el bloque conservador que arremetió contra el estilo de vida moderno y rebelde de una nueva juventud que nacía. El pelo largo, los jeans apretados, las camisas con estampas, la minifalda y las botas largas, todo eso mezclado con la música beat creativa formaba parte de un conflicto político-cultural dentro del Estado, donde los jóvenes encaraban un proyecto transformador.

Esos años comenzaron a salir nuevas bandas y agrupaciones. Yelitza menciona a los 606, Black Birds, Loving Darks, The Crickets o Los Grillos, Los Ecos, Thunders, H2O, Donkeys, Las Piedras, Blue Star y Four Star, Los Dantes y los Signos y, por supuesto Wara. También menciona a grupos de jóvenes motoqueros como Los Marqueses y a los Calhambeques.

Rock Indigenista – rock de Los Andes

La segunda parte del libro dice: “la era del rock and roll y el impacto de armonías psicodélicas en Bolivia habrían causado furor y un gran desprendimiento de la música folklore direccionada a un nuevo estilo de música, como la nueva ola boliviana, algunos la llaman neofolklore o rock-fusión, un estilo de música rock indigenista”.

Por ejemplo, la directora del departamento del Ministerio de Culturas en 1968 explicó: “no puede haber neofolklore, porque el significado de la palabra neo, es nuevo, y el folklórico de tradicionalidad significa primordialmente un factor de tiempo, es decir, hechos pertenecientes a épocas pasadas, pero aún cultivados en el presente”.

No nos arroja el nombre de la servidora pública, pero la convertiría en una negacionista de la expansión de la nueva creatividad, de la fusión. Hoy, en pleno siglo XXI, se habla del nuevo folklore pop, que es la nueva identidad nacional. Como decía el músico Rodrigo Grillo Villegas: “la vedette del nuevo folklore pop es el caporal. Jóvenes modernos desinhibidos, sexys. Música erótica, carnal y sensual”.

Sin embargo, otras visiones se encuentran en el libro, como aquella de Julia Elena Fortún, historiadora y etnomusicóloga que dice: “es un acto del pueblo que constantemente va recreando sus expresiones al margen de toda institucionalidad, de todo artificio que desvirtúe su contenido estético bajo tendencias preconcebidas”.

También el músico tarijeño Nilo Soruco Arancibia señaló al neofolklore como “una invención. Ya que es un reflejo de la ‘nueva ola’ por la que se atravesaba y de aquellos que habían caído en ese terreno convertidos en ‘nuevaoleros’”.

Un libro que tiene que ser leído por todos los rockeros…

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