A continuación compartimos la tercera parte de la conversación que sostuvimos con Carlos Daza, fundador de Wara.
El Inca
“Invitamos a Nataniel Gonzales para que viniera a la ciudad de La Paz a tocar con Wara. Aceptó inmediatamente. Vino con su sleeping, su mochila y se quedó a dormir en el cuarto de ensayos. Empezamos a ensayar. Él también tenía sus creaciones, en Oruro fue bautizado como ‘el ruiseñor orureño’, por tener una voz privilegiada para el canto.
Cuando salió el disco El Inca el año 1973, fue un éxito. En ese entonces yo tenía 19 años más o menos. Ya teníamos nuestras composiciones, teníamos el pelo largo, vestíamos con chompas de alpaca, blue jeans, botas de cuero, chamarras de cuero, nos poníamos lluch’us y chuspitas, hacíamos una fusión entre lo extranjero rockero y lo nacional.
En ese momento estaba de presidente Hugo Banzer, un dictador. No le gustaba lo que nosotros estábamos haciendo. Hizo sacar con la Alcaldía una Ordenanza Municipal que establecía que a melenudo que se lo encontrara en la calle se lo rapaba. No quería ver personas de pelos largos. Entonces a los jóvenes melenudos se los perseguía y se los llevaba a la Comisaría en los famosos jeeps blancos 110.
Una noche que estábamos tocando en la fogata del Colegio San Calixto, vino la Policía y nos rodeó, tuvimos que dejar de tocar y nos detuvieron. Nos dijeron que incitábamos a la violencia, a la drogadicción, que cantábamos en inglés, que teníamos melenas, que estábamos alienando a la juventud, que ya no deberíamos tocar. Llamaron a nuestros padres, les dijeron que nos iban a liberar al día siguiente con el compromiso de que ya no deberíamos tocar más. Fue así que les hicieron firmar un documento garantizando que ya no tocaríamos más.”
Estrella de Marzo y Wara Folklórico
“En el mejor momento como Wara dejamos de tocar, dejamos la música un tiempo. Pero recibí la llamada de los exintegrantes de 50 de Marzo (Luis Eguino y Germán Urquidi), quienes estaban retornando de los Estados Unidos con equipos nuevos y una batería transparente, y me invitan a tocar con ellos como Power Trío. De ese modo trabajamos juntos por un año grabando un lp de puras composiciones llamado A los niños con amor, que tuvo mucho éxito. Al mismo tiempo, decidí a aprender a tocar guitarra clásica con el maestro Rodríguez Serrano, y me inscribí al Conservatorio. Estudié cuatro años más o menos, en realidad solo se llevaba teoría, solfeo, historia de la música, armonía, rítmica y piano complementario.
Ya cursando los primeros semestres de la UMSA, al salir de uno de los pabellones después de clases, caminando por el hall, escuché un charango amplificado emergiendo del Paraninfo, me acerqué y estaba llenísimo de personas, y por primera vez en mi vida escuché y vi en vivo al maestro William Ernesto Centellas, que fue uno de los más destacados músicos charanguistas y compositores de Bolivia. Estaba con un bajista, un guitarrista y un percusionista, me quedé maravillado, qué linda música estilizada.
Como había quedado impresionado, me compré el disco de William Ernesto Centellas, y el método para aprender charango de Ernesto Cavour, para estudiar su interpretación.
Me volví a ver con mi amigo Omar León, como ya éramos mayores de edad decidimos volver a formar el grupo Wara. Le dije que quería aprender a tocar charango, quería ser charanguista. Me dijo: ‘vamos a comprar tu charango a la Garita de Lima’. Había un taller ahí del maestro Sabino Orozco, un gran constructor de charangos. Llegamos hasta ahí, pero no se encontraba, estaba su hijo, Clarken Orozco. Él nos comenzó a mostrar charangos, comenzó a probarlos, tocaba muy bien, capísimo. Como yo estaba con guitarra le dije: ‘te acompaño’, y comenzamos a tocar los dos, sonaba excelente. Omar me dijo: ‘en vez de aprender charango, porque no lo invitamos a él, tú sigues de guitarrista y que él toque el charango’. Terminamos invitándolo, le dijimos que estábamos volviendo a formar Wara (él nos conocía como grupo rockero), le explicamos que íbamos a fusionar el rock con la música andina.
Clark Orozco trajo a su quenista de 17 años, Luciano Callejas, que era muy bueno tocando temas folclóricos. Comenzamos a trabajar con ellos, a ensayar. Clark nos enseñó a tocar aerófonos andinos como las tarkas, pífanos, choquelas, waka pinquillos, etcétera.
Comenzamos a viajar al campo, yo ya tenía como 22 años. Llevábamos nuestra grabadorita para tomar registros.
Una anécdota que tenemos fue cuando una vez los campesinos nos agarraron y nos preguntaron qué estábamos grabando. Para salir del paso, porque estaban enojados, les dijimos: ‘somos de Radio Panamericana’, pero entendieron que éramos de una radio americana. Quedamos como amigos, nos invitaron alcohol, pusitunka lo llaman en aymara. Es una graduación alcohólica de 40°, muy fuerte. De ese modo quedamos como amigos y así comenzamos a aprender a tocar esa música, con instrumentos nativos. Fue así que realizamos la grabación de estampas aymaras en esencia, sin tergiversar nada, respetando la naturalidad de la música autóctona.
Apareció de nuevo Dante Uzquiano, nos amigamos. Nataniel Gonzales se había ido el año 1975. Grabamos el disco Maya, que significa ‘uno’ en aymara. Uzquiano también realizó grandes aportes poéticos y musicales. Lo hicimos con la inclusión de tres estilos diferentes, complementándolos: la música criolla, autóctona y de fusión.
Redebutamos en el Festival del Sesquicentenario de la República, el año 1975, y fue un éxito. Nuestro nuevo estilo e imagen le gustó mucho a la gente. Ampliamos nuestro público, pues abarcamos no solo a la juventud, sino al público adulto, como el de nuestros padres. Posteriormente, grabamos el álbum Paya, que en aymara significa ‘dos’, y así sucesivamente: Quimsa, Pusi…”
La gira
“Para la gira tuvimos la ayuda de Mercedes Camacho de Kúncar, que era rockera también. Tenía la Radio Chuquisaca, ella nos conocía, además ya había organizado los primeros conciertos del primer Wara con El Inca. En esta segunda etapa le encantó el nuevo formato y estilo. Organizó una gira nacional, fuimos por todos los departamentos.
Cuando llegamos a Santa Cruz los jóvenes querían escuchar El Inca, querían escuchar Wara Rock. Cuando empezamos con la guitarra acústica, las zampoñas y las tarkas se enojaron, silbaban e insultaban con tono regionalista. Más bien teníamos en el repertorio un carnavalito que habíamos grabado llamado Canutito. Alteramos el programa y le metimos el Canutito, con lo que se tranquilizaron y les gustó. Después de esa anécdota, decidimos hacer también música netamente oriental y por ello grabamos el disco instrumental Wara Oriental, esta vez con la participación de mi hermano menor Rolando Daza en la quena y la flauta traversa.”
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