septiembre 16, 2024

La ultraderecha venezolana y el grave error de Lula


Por La Época -.


Era previsible que la reacción de la ultraderecha en Venezuela fuera el desconocer los resultados de las elecciones presidenciales. Volver a perder ante el chavismo era inaceptable y no había que permitirlo, de ahí que se tenía que colocar todas las armas posibles de la política y la guerra en funcionamiento.

Una de aquellas primeras armas fue montar progresiva y sistemáticamente la matriz de que el presidente Nicolás Maduro y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) iban a montar un fraude. Y eso es lo que hicieron meses antes y el propio día de las votaciones: alrededor de la media tarde del 28 de julio la ultraderecha, financiada desde Miami, dio a conocer que el derechista Edmundo González se había impuesto por una mayoría abrumadora.

Lo ocurrido en Venezuela fue implementado, aunque con menos espectacularidad, en Bolivia en 2019. De ahí que se dijera que se iban a desconocer los resultados y convocar de inmediato a la desobediencia civil. Eso es lo que hicieron y le arrebataron al pueblo y a Evo Morales un triunfo electoral. La diferencia entre uno y otro acontecimiento electoral es que en la patria de Bolívar y Hugo Chávez se ha volcado con fuerza una ciberguerra y se intenta convulsionar la calle, pero al frente hay un partido organizado, un pueblo movilizado desde la premisa del poder popular, unas Fuerzas Armadas comprometidas y una alta dirección dispuesta a no ceder posiciones ante la presión imperialista ni ante las reacciones agresivas de la burguesía.

Lo que llama poderosamente la atención en esta coyuntura es que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva del Brasil haya hecho una propuesta fuera de foco, como es de la “cohabitación” entre Maduro y González o volver a convocar a otras elecciones. La primera no contó ni con el respaldo de la ultraderecha y la segunda es un insulto a la mayoría del pueblo que votó por el actual jefe de Estado bolivariano y también a ese 4% que se inclinó por otros candidatos de la oposición que, hay que decirlo, avalaron la labor del Consejo Nacional Electoral (CNE).

La idea del mandatario brasileño es además inaceptable ya que viola la soberanía de Venezuela. Si bien es cierto que quizás Caracas no tuvo que facilitar la posición política de varios gobiernos de la Región al romper relaciones diplomáticas, indiscutible también lo es el que hizo bien, junto a otros poderes e instituciones del Estado, en rechazar las acciones de injerencia.

Lo que coloca sobre la mesa el caso de la Revolución bolivariana son la posiciones opuestas entre la izquierda y el progresismo. La primera lidera Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia; en la segunda se congregan Brasil, Colombia, México y Honduras, cuyos procesos son bastante permeables a los cantos de sirena de los Estados Unidos. Habrá que admitir, sin embargo, la posición más madura de México y Honduras que guardan distancia respecto de Brasil y Colombia. Es poco probable que el presidente Andrés Manuel López Obrador rompa con uno de los pilares de la política exterior azteca: la no intervención.

La ultraderecha continental seguirá en sus afanes de tumbar al chavismo, para luego ir por Bolivia, Nicaragua y Cuba. Por eso, una solidaridad militante efectiva es lo que debe primar en estas horas.

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