Por Gabriel Campero Nava * -.
“Mientras que en un partido pequeño, en un país pequeño, es posible de una forma u otra difamar los desacuerdos encubriéndolos con el prestigio de una o varias personas, en el caso de un gran partido, en un gran país, el desarrollo mediante la superación de las contradicciones es un elemento inevitable del crecimiento y la consolidación del partido, así fue en el pasado, así es hoy”, señalaba Stalin allá en 1926. Parece algo tan alejado, a casi a 100 años desde que decía estas máximas; parece proveniente de una realidad utópica y distante (la soviética).
Hay que vernos hoy con autocrítica y observar las similitudes y diferencias en cuanto a las dificultades de concebir “partido” en su totalidad, viendo como las “contradicciones internas” no van siendo “superables”. Pese a ser la fuerza política más grande del país, por la cantidad de afines, aún nos encasillan (tristemente) en esa figura de ser “minúsculos”. Si estas contradicciones de las que hablaba Stalin se lograran subsanar –ojalá que los planteamientos y contracciones a ser subsanados fueran referentes a propuestas programáticas de justicia social, formación de cuadros, hegemonía cultural, internacionalismo, solidaridad, guerras de cuarta generación, investigación y desarrollo, TICS, etc.– sería algo hermoso. Pero la situación es muy diferente y ha empeorado desde el momento que una parte del “partido” decidió abordar un aspecto que, con cifras objetivas, ya fue saldado y perdimos: el tema “electoral” cerrándose a personas y no abordado desde una visión de proyecto. Lo que tristemente se traduce en que ese pequeño sector solo anda en pugnas de poder.
Mucho se aborda, en lo político, sobre el “recambio”, nuevos actores y el rol del partido en cuanto a la legitimidad sobre cuál de los lados tiene la razón. Esto únicamente en un sentido con interés de carácter electoral, lamentablemente.
Desde acá, dentro de la desgracia, toca ver lo positivo y lo plantearemos desde una visión que tratará de ser lo más objetiva para ambos lados:
- La división interna, con acusaciones de ambas partes, mostró que no todo era perfecto antes. Hubo errores y es necesaria la autocrítica, y, efectivamente, debió existir mecanismos menos bruscos para abordarlos internamente. Debieron existir, pero ese es otro tema;
- Dejando de lado esa visión única “caudillista” y planteando que el Proceso de Cambio puede existir y continuar sin caudillos. Algo saludable dentro de nuestra democracia;
- Con el golpe de Estado de 2019 y durante el gobierno de facto los actores clásicos de la política que fueron perseguidos, que salieron al exilio, estuvieron refugiados o presos, se dio paso a que se renueven figuras políticas y líderes sindicales como Orlando Gutiérrez y Andrónico Rodríguez, jóvenes intelectuales como Carlos Moldiz, Llorenti, Salazar, Prada, Cáceres, Chile, Molina, entre algunos, dejando de lado esa visión que solo los miembros del “primer período” (“gurús”) podían ser analistas, defender el proyecto y hacer política. Todo esto desde sus diversas trincheras;
- Planteando una nueva forma de hacer comunicación política, ingresando a una campaña mediática con nuevos mecanismos acorde a los tiempos, contra otros que van quedando obsoletos y que obligan a que las partes incursionen en ellos. En sí, captación de nuevas personas interesadas en la política;
- Exponer ese déficit educacional, cultural y comunicacional del primer período del Movimiento Al Socialismo (MAS), ya que si este hubiera sido fuerte no hubiéramos tenido un golpe. Esta enseñanza es primordial para no cometer los mismos errores.
Hay muchos puntos que deben ser tocados, pero este breve punteo plantea que aún esos “gurús”, que desean retomar el poder, piensan como partido pequeño, orientando los esfuerzos a lo “electoral”. Pero hay otros sectores nuevos, de ambos lados, que abordan problemáticas con enfoques que no se centran únicamente en lo electoral, sino en algo más estructural dentro de sus contradicciones.
* Diplomático.
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